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Narrativa

Tomate triste y otras sinalectas

'Mis expectativas, luego de muchos años, van desapareciendo, y ansío reunirme con aquella sensación que entre mi prima y yo lográbamos.'

San Juan

 

La ficción infinita

 

La gritería surgió con el título. La infinita ficción o la ficción infinita eran las oponentes. Entonces, un edificio de personas, algún vecino piensa en lo de campo-ciudad, y termina por irse al campo, aún durante aquella pelea, cuyo fin ocurrió con la naturalidad de un bajar de escaleras. Se manifestó en ambos un cansancio repentino y dejaron de discutir, mas lo que sintieron verdaderamente puede explicarse como un exceso de conflictos binarios colapsando tan de cerca, con la cabeza del vecino ahí, pasamanos abajo.

 

Sprite

 

Uno le indica que les traiga dos Sprite cualquiera, y ríen. Su compañero rectifica: "Es una broma, tienen que ser de lata, claro". La mesera menciona que el de la otra mesa también le insistió en Sprite de lata, así que los hombres avanzan hacia él, que al verlos aproximarse empieza a meterse nerviosamente la lata culpable por el culo, que perece ahogada por la membrana exterior de su ano mártir, permitiendo que la libertad de elección del contenedor de Sprite finalmente reine.

 

Tomate triste

 

Por sus tensas relaciones, no le preguntó cómo se sentía de la enfermedad. En todo caso decir: "¿tomaste algo?", que al relajar el interés quedaba en las palabras: "¿tomate algo?". El tomate llegaba machucado, olvidando casi aquellos rojos del jardín donde sus manos se tocaron.

 

Prima

 

De adolescentes me decía: "hazte". Con eso quería indicar que yo encarnaba lo que no era. Y por aventuras fonéticas llegábamos al "arte", representando igual lo que no era. Reíamos con un sentimiento parecido a la histeria. Mis expectativas, luego de muchos años, van desapareciendo, y ansío reunirme con aquella sensación que entre mi prima y yo lográbamos.

 

Mirando el sol

 

En el caso de que un poquito es lo mismo que un montón, la persona se las arregla para subir el ojo por encima de sus gafas y mirar al sol directamente. Lo catastrófico del asunto no es el tiempo del mirar, pues si el destino, como parecía, le metía el pingón, podía igualmente ser una pinguita, así que no lo dejó ciego. Era más bien la eterna y momentánea elección de burlar su propia elección anterior de usar gafas, y que tiraba al suelo todas sus elecciones anteriores, diciéndole que no a su nacimiento.

 


Javier Marimón nació en Matanzas, en 1975. Ha publicado los cuadernos Formas de llamar desde Los Pinos (1999), El gatico Vasia (cómo engañé al Súbito) (2001), Himnos urbanos (2002). Estos textos pertenecen a un libro en escritura: Sinalectas.

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