Para aquellos que pensaban que el Fin había llegado
tú creaste un Führer de resina sintética
para que viva por siempre en la galería
que es su hábitat, el hogar del artista que fue
promesa y anticipación en estado de gracia
arrodillado frente al altar del arte degenerado:
la nueva religión de los buenos fascistas.
Miraste lejos, Cattelan. Donde otros vieron
un chiste no había más que perversa
dualidad, mágico desenfreno.
Nosotros, los artistas, somos ese Hitler viejo
y socialista, reintegrado a las masas
por el Poder de Arte.
Esa piel de mentira, las manos juntadas,
lo que pasa por la cabeza de plástico,
nos compromete y nos asusta. ¡Que
el teatro haya sido su legado!
Por eso el Papa cae bajo el meteorito,
que no es la piedra lanzada por la chusma,
sino la superstición de las muchedumbres,
la paternidad extraterrestre de lo místico.
Hitler Hiperrealista. En su pelo de laca
van las cerdas de los pinceles con que creó
—retocado Van Gogh— la Pintura Mala.
César con alma de Cristo, te queremos
ver expuesto, de una soga en el techo
colgado, como un cuadro. ¡Oh, esteta
de los degenerados, puerto seguro de los
rechazados y los inmaduros, a los que
no les fue dado lo sagrado!
Néstor Díaz de Villegas nació en Cumanayagua, en 1956. Sus últimos libros de poemas publicados son Cuna del pintor desconocido (Aduana Vieja, Valencia, 2011) y Che en Miami (Aduana Vieja, Valencia, 2012). Este poema pertenece a su libro Palabras a la tribu, de próxima aparición.