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Teatro

Raúl Martín estrena 'Manteca' en Miami: 'El buen teatro es subversivo'

Beatriz Valdés, Gilberto Reyes y Héctor Medina forman el trío de actores en esta puesta que se estrena el

Miami
Raúl Martín en Miami.
Raúl Martín en Miami. J. I. Pérez

Manteca, considerada la obra cumbre del dramaturgo cubano Alberto Pedro Torriente (1954-2005) y que recoge la peor crisis económica de los años 90 en la isla, vuelve a las tablas con un montaje en Miami que realza el valor de la familia, "en un momento en que la situación en Cuba está tal vez peor", según el reconocido director Raúl Martín.

"La hemos enfocado en los 90, no hay mejor forma de marcar la vigencia de esta obra que hacerla en los 90. Uno se asoma a la obra y se da cuenta de que las cosas están iguales, o tal vez peor", afirma Martín, de 58 años, un artista también ligado a la danza y famoso por sus montajes "coreografiados", quien cree ser el director que más obras de Virgilio Piñera ha montado en el teatro nacional (y también de Alberto Pedro), después de Miriam Lezcano.

Manteca, título que a no pocos melómanos recuerda la pieza mítica del latin jazz firmada por Chano Pozo, fue estrena en 1993 en La Habana en medio del denominado "Periodo Especial" bajo fuerte presión de las autoridades.

Aunque se trata de un texto muy pulido en el sentido literario, con grandes vuelos filosóficos como solía gustar al dramaturgo, muestra al mismo tiempo una cruda realidad de hambruna, apagones y falta de perspectivas en una Cuba que no terminaba de alinearse con los cambios de Europa del Este.

El texto de Pedro se estructura en la discusión y reconciliación de tres hermanos y, por el camino, cada uno de ellos hace un monólogo brillante. De ahí que Martín haya querido darle un valor central a los monólogos.

El elenco original estuvo a cargo de Michaelis Cué, Jorge Cao y Celia García, y aquel montaje llevó la firma de Miriam Lezcano (Camagüey, 1943-Miami, 2020), directora de Teatro Mío. La obra logró subir a un escenario improvisado (una especie de tarima) en la sala Alternativa del Centro Cultural Bertolt Brech, en La Habana.

Como es habitual ante estos fenómenos contestatarios y/o subversivos en Cuba, la prensa se escurrió, pero el boca a boca logró que la sala se repletara con cada función, incluso, para colmo de realismo, durante algunas funciones faltó el fluido eléctrico.

"Miriam Lezcano una vez me dijo: 'Esta obra, desgraciadamente, sigue vigente, y yo tengo unas ganas tremendas de que no lo esté'", cuenta Martín, que estrenará el próximo viernes 6 de septiembre en el cine-teatro Tower, de La Pequeña Habana.

"Hubo tiempos mejores como la Crisis de Octubre"

El director, quien continúa al frente de Teatro de La Luna, uno de los grupos más reconocidos del panorama teatral habanero, ha venido a Miami desde República Dominicana, donde trabaja actualmente. La convocatoria para dirigir Manteca le llegó de parte de Beatriz Valdés, la famosa actriz cubana, que en este montaje encarna el personaje de Dulce, uno de los más grandes de la dramaturgia nacional, según Martín.

Los otros dos actores en este trío de hermanos que están encerrados en una casa junto a un "familiar" al que deben sacrificar (Martín pide que no aclaremos de quién se trata, para no matar la sorpresa), son Gilberto Reyes, en el papel de Celestino, y Héctor Medina, en el de Pucho.

"En la obra original está el hermano que vuelve de la Unión Soviética, el otro que es un escritor solitario y Dulce que tiene una obsesión con la familia, una institución que se resquebrajó en el sistema cubano. Esa es la obsesión de Dulce, incluso ella habla de tiempos mejores como la Crisis de Octubre (Crisis de los Misiles, de 1962), donde, según ella, estábamos mejor. Podíamos haber sido barridos de la faz de la Tierra, pero estábamos todos juntos. Ese monólogo es magistral", comenta Martín.

Luego, añade, "comenzó la diáspora, que es un tema recurrente en Alberto, al igual que la utopía. El teatro de Alberto debería llamarse Utopía porque él tiene una obsesión con ese tema", destacó.

En su puesta, Raúl Martín aprovecha para ubicar en escena algunos "objetos de la nostalgia, como un radio VEF, un ventilador Órbita que hemos conseguido y un abanico con la revista Bohemia de los años 90".

El elemento diferenciador de su montaje radica, según nos dice, en acentuar la diferencia de las edades para que la obra gane en contemporaneidad.

"Al incorporar un actor joven como Héctor Medina, el montaje adquirió un aspecto inusitado. Él es el hijo de la vejez, y los hermanos adoptan por momentos actitudes de padre y madre".

"Hemos acentuado la diferencia de edades y creo que con esto la obra gana más contemporaneidad todavía. Lo otro es lo que siempre hago: mucho hincapié en el trabajo actoral. Pienso que el teatro deber ser como una especie de sinfonía donde el público reciba matices y colores. El director teatral es un coreógrafo de atmósferas, de tonos, de emociones, es el que organiza todo el material que los actores te van dando", reflexiona Martín.

Este nuevo montaje de Manteca lo presenta Beatriz Valdés Estudio junto a Hand2HandTeam, una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es promover la creación artística en el sur de Florida.

"La amistad con Beatriz se afianzó para un proyecto de teatro, no sabíamos cuál era, pero fue ella quien me dice que debíamos hacer Manteca. Esta es la obra cumbre de él (Alberto Pedro), una de las grandes obras de la dramaturgia cubana, y tiene los ingredientes que a mí me gustan: tres personajes para centrarnos en la actuación", desgrana el director.

Raúl Martín no cree que la obra, una tragicomedia, sea exactamente realista, y tiene sus razones.

"Siempre con Alberto quiero apartarme del realismo, no tengo nada en contra del teatro realista, pero yo no lo hago. En realidad Alberto no escribía un teatro realista. El nivel de alucinación que tienen esos personajes y las historias que crea alrededor de ellos están totalmente desfasadas de la realidad cotidiana", sentenció Martín, graduado de Dirección Teatral y uno de los nombres claves del denominado Boom teatral de los 90.

"Lo que pasa es que Alberto sabía, como pocos, como Virgilio (Piñera), convertir el lenguaje popular. Lo elevaba a un nivel poético increíble. Tuve la oportunidad de trabajar ese aspecto en Delirio habanero", detalló.

Contaminado con el bacilo de un gran dramaturgo

"Alberto me entregó varios de sus mejores momentos. Yo estaba contaminado con el bacilo de Alberto Pedro, como mismo me pasó con Virgilio Piñera. Soy muy virgiliano", dice Martín, cuyo montaje en los años 90 de La boda, de Piñera, insufló postmodernidad a la escena nacional, al tiempo que rescataba un texto olvidado.

Sobre aquellos años Martín comenta ahora: "Tengo la nostalgia contradictoria de una etapa dura en la que nos acostábamos con hambre pero, al mismo tiempo, teníamos una batalla librada con el arte. Éramos críticos con nuestras obras, y logramos vencer la censura. El público conspiraba con nosotros. Eso es irrepetible. El buen teatro es subversivo, pero no solamente con la política, sino que remueve esquemas y subvierte aspectos de la sociedad".

Preguntado por si ese elemento "subversivo" se mantiene, Raúl Martín comentó: "El teatro ganó mucho terreno en Cuba, pero tras el 11J algo cambió, nos sentimos más vigilados".


Esta entrevista fue publicado originalmente en el blog "Sin reservas, querido Bob". Se reproduce con autorización de autor.

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