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Teatro

Ana Mendieta sangra en un escenario de La Habana

Su misterio perdura, y ahora mismo una pieza teatral, concebida por Agniezka Hernández, con quien hablamos en esta entrevista, la trae de vuelta.

La Habana
Una escena de 'Ana, la gente está mirando la sangre'.
Una escena de 'Ana, la gente está mirando la sangre'. Cortesía de la entrevistada

El nombre de Ana Mendieta regresa una y otra vez a La Habana, de donde salió junto a su hermana durante la Operación Peter Pan, con solo 12 años. Sin embargo, su misterio perdura, y ahora mismo una pieza teatral, concebida por la dramaturga y directora Agniezka Hernández la trae de vuelta ante espectadores que acaso sepan muy poco de su biografía, interrumpida abruptamente en 1985 cuando su cuerpo cayó 34 pisos, hasta estrellarse contra el techo de un restaurante, en Nueva York.

Para ese momento, y tras varios viajes a su país natal del que había salido en la niñez, ya comenzaba a despuntar en el ámbito artístico norteamericano. Una pelea con su esposo, Carl André, tuvo ese desenlace fatídico, que aún sigue siendo discutido a pesar de la absolución que recibió André tras un juicio que se extendió por tres años, como sospechoso de haberla lanzado al vacío.

En enero de este 2024, Carl André falleció. El interés acerca de Ana Mendieta, dueña de una obra que ha resistido la prueba del tiempo y de la anécdota trágica de su muerte, se ha renovado, y ya se anuncia una serie de Amazon Prime Video acerca de su ella, que protagonizará America Ferrera.

Body art, earth art, performance, fotografía, video, fueron varios de los medios y expresiones que Mendieta eligió para poner, por encima de todo, el valor de su cuerpo y su memoria rota en el ojo del espectador. Con apenas 36 años al morir, nos legó una serie de señales, más que obras en algunos casos, que siguen siendo procuradas, interpretadas, y yo mismo me he descubierto entre esa red de preguntas, al pasar una temporada en la Universidad de Iowa, donde ella realizó varias de sus primeras piezas e intervenciones. Nos acompaña porque, como dijo de ella Gerardo Mosquera: "Ana se usó a sí misma como metáfora".

En esa línea de pensarla como metáfora y canal para otras interrogantes, la dramaturga y directora teatral cubana Agnieska Hernández acaba de estrenar su nuevo espectáculo, que toma a Ana Mendieta como punto de partida, al tiempo que la devuelve a La Habana desde un escenario: Ana, la gente está mirando la sangre. Un poema burial (ceremonia donde se sepulta un cuerpo) según ella lo define, más que como hecho escénico, y donde se asiste más que a eso, a la develación de la memoria de ese cuerpo que es la artista, pero a través de otra encarnación de sus hallazgos y sus pérdidas.

Las funciones en la sala Tito Junco del Centro Cultural Bertolt Brecht han ocurrido a teatro lleno, con función doble un domingo por reclamo del público. Con esta pieza, Agniezka Hernández había obtenido a inicios de este año el Premio Virgilio Piñera, de la editorial Tablas-Alarcos.

El deseo Macbeth: fiesta documental, Harry Potter: se acabó la magia (academia documental), Anestesia, voces urbanas, Personal training para subirnos la autoestima, Jack the Ripper: no me abraces con tu puño levantado, El gran disparo del arte, Los pájaros negros de 2020: training de razas y El diario de Ana Frank (apnea del tiempo), son algunos de los textos y espectáculos que preceden a este en la hoja de vida de Agnieska Hernández, nacida en Pinar del Río en 1977, y conocida además por su obra como narradora, poeta y guionista. Su puesta en escena de Ana, la gente está mirando la sangre, que presenta con su Equipo Transdisciplinario La Franja Teatral, ha sido el impulso para enviarle estas preguntas, y he aquí sus respuestas.

Ana Mendieta está de vuelta a La Habana, pero a través de tu visión como mujer, escritora, dramaturga y directora. ¿Quién es la Ana Mendieta que aparece en tu pieza, y cómo surge ante ti hasta convertirse en el impulso de este nuevo texto y este espectáculo?

A Ana Mendieta, por hermosa, por efímera, porque es semilla, y porque los documentales tienen límites que podrían desfigurar lo único que es importante aquí, no quisimos hacerle el gráfico exacto de acontecimientos que su muerte ya tiene. Es la mujer que se ha mirado en el dolor de estas aguas. Un infinito pensamiento femenino en el medio de dos orillas que se aman, se odian, se temen. Una mujer performance, gesto, naturaleza, en la soledad de un apartamento o caja minimalista de un rascacielos.

Ana Mendieta es un güiro que se nos cayó de los brazos y no entiendo cómo es que un 8 de septiembre ni Oshún fue capaz de poner sus manos para abrazarla. A nivel simbólico o maternal, ese misterio apenas lo entiendo. Ana es una artista inmensa que sabe que el arte latinoamericano y femenino necesita estar despierto y vivo, para detectar los colonialismos y así poder cuidar de su gente. Una mujer isla que deja pasar estas aguas a través de ella, mientras nos pone frente al horror contemporáneo del que todos somos capaces. Es el llanto de los cubanos en una ceiba que tiene raíces aquí y allá. Ana Mendieta es una silueta que arde contra los feminicidios y patriarcados donde caben las siluetas de todas las mujeres.

Tuve que esperar por la comprensión de la dimensión del arte efímero, del gesto y la performance, para atreverme a rozar a Ana Mendieta. Mi equipo y yo hemos cuidado su identidad en esta pieza. Hemos resguardado con poesía esos sitios documentales del pudor a los que no necesitamos entrar. La discusión final frente a la ventana, la reconstruimos. En un apartamento pulcro, minimalista, un hombre blanco y una mujer latinoamericana, como dos puntos de vista estéticos, como dos experiencias muy diferentes del arte, la vida y la memoria, se enfrentan. Dos ideales. Es así como se han desatado todos los holocaustos.

La pieza comienza en tercera persona porque no queremos suplantar a Ana Mendieta, solo abrir un aleph para que quienes no la conocen vengan a su burial, que también es el burial de ya no sé cuántos latinoamericanos migrantes, o muertos durante la travesía, o de los que nunca quisieron o no pudieron volver, o de los que sienten deseos de ir lejos y llevarse con ellos una bolsa de tierra. La tierra iba conmigo a donde quiera que yo iba.  

La obra obtuvo a inicios de este año el Premio Virgilio Piñera de la editorial Tablas-Alarcos.¿De qué manera se estaba conectando el texto, desde su escritura, con el montaje que se presenta en la sala Tito Junco?

Desde junio de 2023 tengo dos textos sobre esta idea. Uno, con una sola línea argumental, pobre texto apolíneo documental, texto de un pobre dramaturgo consistente que no pierde el centro de la fábula, y un primer texto despierto para la puesta en escena, ese donde soy libre hasta el hueso porque es mentira que el público necesita la información totalmente digerida. El público sabe más que nosotros. Ha vivido tanto y ha visto tanto como nosotros.

Porque no puedes presentar a Ana Mendieta desde una estética puramente racional. Sería como olvidar la esencia de su cuerpo en la performance y en el paisaje. O porque no puedes hablar del horror de nuestras grandes migraciones sin volverte un documento histórico y centrípeto. Y como no puedes invitar al público a conocer a una cubana muy grande y a perderla ese mismo día, cuando ellos pierden a Ana Mendieta, tienes que abrazarlos. Ellos abrazan a Ana, como han abrazado en sus despedidas familiares y como han abrazado a sus muertos, y los actores los abrazan a ellos, y a los actores los abraza la pieza, y a la pieza tiene que abrazarla la música y después todos regresamos al Amazonas, que se miró un día en los ojos de Bacayú y vio sus tetas podridas, pero aún tiene la tierra muy hermosa.      

La Franja Teatral ha crecido con un lenguaje cada vez más identificable en la escena cubana, articulado desde la idea y las rupturas de un teatro documental. Los pájaros negros fue un punto de confirmación, reconocido por el público y la crítica, y el pasado año Padre Nuestro también obtuvo el Premio Villanueva a los Mejores Espectáculos del 2024. ¿Qué ganancias ha aportado a tu trabajo como dramaturga y directora esta propuesta, que amplifica lo que otras puestas sobre tus textos, dirigidas por ti y otros directores, van sumando a tu trayectoria?

Quizás la comprensión peligrosa de la escala documental, el alcance documental, el falso documental que nada tiene de falso, el documental erróneo de la realidad, el documental contaminado de poesía y ficción allí donde no quiero completar —ya sea por ética o porque los niveles de contenido necesitan ampliarse—, o el documental que necesita un punto de vista desde el actor y ya no una cómoda condición representacional, el documental sin personajes y sí con biografías, testimonio poético, historiografía social, eje de nuestro tiempo, responsabilidad, generación, o ese documental de nación que el público conoce pero no sabría cómo explicar el día que necesitemos contar cómo hemos vivido en nuestras calles y en nuestras casas.

Hemos tenido que aprender cómo resiste ese documental la Historia y la microhistoria. Eso lo hemos estudiado en cada puesta en escena. ¿Y qué pieza hicimos esta vez? El público nos lo dice esa primera noche de estreno. Ellos seleccionan, acomodan nuestra escritura escénica, y es el público quien te enseña danza, visualidad, dramaturgia, canto, ética de vida, dirección de actores en una sola noche.

El documental tiene un precio muy alto como forma escénica y a niveles éticos, y todos en La Franja Teatral lo valoramos desde el trabajo de mesa, es parte del proceso. Y es que haces en escena Padre Nuestro y de fondo de pantalla quedan los feminicidios de todos los países, pero no imaginas que una de esas noches va a sentarse en la platea un feminicidio tan cercano y quieres que se abra la tierra y que nadie vea a tu Llorona, porque la hiciste poética, documental, maternal, hembra, roja, simbólica, áspera como áspera es la realidad de las mujeres, pero no quieres restregarla en los ojos de nadie que tenga la muerte cercana de una muchacha. Después no puedes desentenderte del documental. Si te atreves a llevarlo a escena, se va contigo a tus chats, a tu casa, a tu estilo de vida. El documental va a estar observándote. Ahora, con esta nueva pieza, también tengo zozobra. El documental está más vivo y mucho más cercano.

Ana Mendieta no es solo una artista y una mujer de indudable importancia en las artes plásticas cubanas. A su modo, ella es una figura puente entre diversos cardinales a ratos muy enfrentados: el cuerpo/la galería, la patria/la pérdida, el amor/el vacío, etcétera. Con tu espectáculo y tu texto, una nueva generación del público cubano tal vez sepa de ella por primera vez. En el contexto teatral cubano de ahora mismo, ¿en qué medida es eso una responsabilidad que te propone pautas y te libera en pos de una imagen personal de Ana Mendieta, que rebase la anécdota y la biografía?

Salen del teatro y buscan a Ana Mendieta, a la real, a la niña de Iowa, a la hermana de Raquelín, a la mujer que guardó su misterio en las cuevas de Jaruco. El público completa lo que en nuestros límites documentales (por ejemplo, obras de Ana) apenas debemos mostrar. Nos envían al día siguiente las piezas de Ana Mendieta descubiertas por ellos, las fotos que encuentran en internet, los podcasts, remueven una información que compite con la nuestra, orgullosos de acceder a ese trozo de mujer isla investigada por ellos mismos. Muchos no la conocían. Una generación joven fuera de los límites de las artes visuales no conoce a la artista cubana Ana Mendieta.

Le hemos presentado a tanta gente joven esta Ana Mendieta poética, y es exactamente documental allí donde es la artista cubana que ama incondicionalmente a su tierra. Ahora los jóvenes llegan a la sala de teatro, aman a Ana, ponen los brazos y le rezan un altar de amor en la identidad cubana. Pero como decía, el público sabe más que nosotros. Saben que la pieza no es estrictamente sobre Ana, sino que su vida y su arte apenas son una punta de iceberg más profunda entre los océanos y estas dos orillas. Saben que este pequeño burial de Ana acoge a todos los hijos que un día también se nos cayeron de este güiro.

El espectáculo cuenta con música en vivo, bajo la dirección musical de Llillena Sussel, coreografía del equipo de Perro Callejero, escenografía de Abel Barreto y actuaciones de jóvenes que ya han hecho contigo varios espectáculos. ¿Cuál es el mayor desafío que implica, como creadora y responsable de una nueva compañía, integrada por actores jóvenes y que convoca a talentos de otras expresiones para sus espectáculos, alzar este poema burial y seguir haciendo teatro en este momento tan difícil para Cuba?

Cada actor, bailarín, músico o fotógrafo que llega tiene las manos llenas. Somos dichosos. Cuando peor va el día, aparece un artista cada vez más sorprendente. Los actores que llevan más tiempo como Lulú Piñera, Pedro Rojas, Alejandra de Jesús, Lissette de León, Ana Medina, Roberto Romero, César Domínguez, Lía de la Vega, Edgar Valle, cada día despliegan un mejor cosmos documental y transdisciplinar y extienden al público una fibra humana que no se aprende simplemente desde las herramientas del actor. Hemos dado la bienvenida a casi 20 artistas para este espectáculo.

Ya no siento vergüenza frente a mi equipo cuando surge lo inesperado. Me da igual un balcón que la sala de teatro más confortable. Así se montaron estas obras: Los pájaros negros, Padre nuestro... Así seguirán escribiéndose para la escena cubana. Y si finjo que no veo el panorama teatral cubano actual es porque me acompaña hasta hoy el equipo transdisciplinario más ágil y honesto que he soñado. Pero sí tengo un punto ciego de pájaro negro que es detector de lo podrido y es muy bueno: no me han ayudado con nada o muy poco y, por tanto, en mi ojo negro y ciego de canario amarillo, pues soy libérrima.

Acaso sea inevitable pensar en Lourdes Casal y su famoso poema, cuando nos referimos a Ana Mendieta y la búsqueda de sí misma. "Demasiado habanera para ser newyorkina/ demasiado newyorkina para ser/ —aún volver a ser—/ cualquier otra cosa." ¿Es tu Ana Mendieta una mujer que sobrevive a esas preguntas?  ¿Eres tú misma ahora otra mujer que se mira en ella en busca de otras sobrevivencias, desde el teatro?

Ana Mendieta es el arte femenino cuando está vivo y ella es una mujer puente, una ceiba con raíces bien profundas. Pasaremos la vida intentando aprender de Ana Mendieta, del mar a esta isla, de dentro hacia todos los caminos que nos esperan allá afuera, de Ana Mendieta hacia nosotros mismos, en esta odisea contra las olas que baten con mucha fuerza hacia dentro.

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