Signo de la época oscura en que vivimos serán los eventos culturales escuálidos, rebajados de artistas y de arte. Hasta que el país no se recobre (si pasa algún día) habrá que reportar la penuria de estos acontecimientos. Hace años que la Feria Internacional del Libro de La Habana es una lástima. El cerrado mecanismo de la censura institucional apenas ha dejado pensamiento interesante, discutidor, indagador del presente ante el lector cubano. A eso se le suma la crisis del papel, que viene sucediendo desde la "coyuntura" (que era la etapa anterior a la "pandemia"), con lo cual las prioridades editoriales, que siempre son compromisos políticos, oficialistas, jerárquicos, vienen a empeorar el panorama de lo poco que se ha podido imprimir para la Feria.
Curiosamente la lluvia de estadísticas con que la institución acostumbra a disimular su calamidad no ha ocurrido este año. Por aquí y por allá apenas se mencionan "cuatro millones de ejemplares, 4.000 títulos", muy de pasada. Cifras sospechosamente idénticas a las del año anterior, lo cual sugiere una peor calamidad de la que imaginamos.
Los distribuidores extranjeros, por otra parte, hace rato que renunciaron al comercio libresco y en cambio desembarcan con toneladas de bisuterías escolares, material de oficina, que son la atracción de padres y adolescentes. Desde el año pasado se ha dividido con acierto la Feria: la parte profesional (presentaciones de libros, charlas, paneles, etc.) que ocurre en La Habana Vieja y en El Vedado y la parte comercial, infantil y gastronómica, que ocurre en La Cabaña. El año pasado se puso en evidencia que es la segunda la que atrae las cantidades inmensas de público. Este año esa evidencia ya no existe.
Los comerciantes han encontrado la fórmula para que la anterior multitud que colmaba La Cabaña desaparezca: subir los precios (de la gastronomía, porque los precios de la bisutería ya estaban altos) y disminuir casi a cero las atracciones infantiles. Si antes podías conseguir un almuerzo razonable por un precio bastante bajo, además de entretener a los niños en un parque de diversiones y comprar algún suplemento escolar, hoy ya casi nada de esto existe. Poco a poco la Feria se va volviendo más honesta, o lo que es lo mismo: más vacía.
Un éxito de ventas
Una novedad, sin embargo, de la que se puede extraer algún optimismo ha ocurrido este año lejos de la incidencia del Instituto Cubano del libro: se trata del éxito de ventas de WattPad, la plataforma online donde lectores y creadores intercambian con incidencia en las obras y cualquier usuario puede publicar un libro. Desde su fundación en 2006, WattPad ha ido creciendo mundialmente hasta llegar a insertarse en la dinámica de los bestsellers internacionales.
Lo sorprendente es que también estos son conocidos por un público cubano, compuesto sobre todo de jóvenes y adolescentes. "En dos días se agotaron los principales títulos", nos comenta la chica al frente de la pequeña tienda en La Cabaña y los enumera como si fuera cosa muy conocida. Se empezaron a vender a 5.600 pesos y hasta a 60 dólares, nos cuenta, pero el 14 de febrero se hizo una rebaja, teniendo en cuenta que el público que los compra es adolescente. La rebaja llegó hasta los 3.000 pesos, cifra que todavía es exuberante para el bolsillo del cubano, y aun así se siguen vendiendo.
"Siempre me ha gustado leer", nos cuenta una adolescente de ojo brillosos frente al stand, "alguien me dijo que esta aplicación servía para leer y así la he usado. Son libros famosos en todo el mundo". Sin ningún trabajo de mercado, sin que se enteren siquiera las instituciones oficialistas, una cultura de bestsellers se ha colado en la Isla y funciona, generando ganancias ¿Nos permitirá la esperanza de que existan también ávidos lectores?
