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Feria de artesanía cubana Arte en La Rampa: precios por las nubes, escasez y poco arte

La feria abrió sus puertas el pasado 22 de julio y se mantendrá hasta el 4 de septiembre.

La Habana
Arte en La Rampa, en La Habana.
Arte en La Rampa, en La Habana. Diario de Cuba

Cuando empecé a frecuentar el Pabellón Cuba, en 2014, recuerdo que entre mis amigos se compartía el odio, a primera vista inexplicable, por Arte en La Rampa. Con el cierre repentino del café literario de 23 y G, los frikis y la bohemia habanera encontraron en el Álbum Kafé del Pabellón un nuevo espacio para socializar en las tardes, disfrutar de un concierto, una tertulia, o encontrar amigos con los que charlar tomando un café barato.

El enemigo de ese oasis era el verano. Con la feria de artesanías, el lugar se abarrotaba de personas comiendo y bebiendo que se movían sin control por todo el espacio. El bullicio era casi insoportable, los niños correteaban por doquier comiendo algodones de azúcar y rositas de maíz. Los padres aprovechaban para comprar material escolar para el nuevo curso. Había payasos, exposiciones y ofertas gastronómicas variadas.

Los precios de los artículos llamaban mucho público. Calzado, confecciones textiles e incluso joyas se podían adquirir más baratos que en las ferias de artesanías convencionales, donde poco compraban los cubanos.

La música era un punto importante a favor. A las 6:00 de la tarde, casi todos los días, había un concierto. Por La Pérgola pasaban Interactivo, Síntesis, Polito Ibáñez… y, más recientemente, Daimé Arocena, Toques del Río, Cimafunk.

Seguí frecuentando la feria en todas las ediciones desde entonces. Me enamoré del ambiente que allí había, por eso me decepcioné tanto ahora.

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La XXI edición de la feria de artesanías cubanas Arte en La Rampa está organizada, como cada año, por la Asociación Hermanos Saíz. Abrió sus puertas el pasado 22 de julio y se mantendrá hasta el 4 de septiembre.

Lo primero que me llamó la atención al llegar fue el poco aforo. A varias horas de la apertura oficial, menos de un centenar de personas se movían por los escasos stands, casi siempre mirando. Con un recorrido breve por las instalaciones pude descubrir por qué: Arte en La Rampa es todo menos asequible.

"Y pensar que antes, con 1.000 pesos, uno se compraba hasta dos pares de sandalias como esas. Ahora es imposible para un trabajador. Pero bueno, para qué quejarse", comenta una señora que recorre, "por mirar", los stands de calzado de la feria. Ha descubierto que, incluso las confecciones más sencillas, cuestan miles de pesos.

El desánimo también puede verse en los vendedores. A Daniela, por ejemplo, ya empieza a molestarle el tener que explicar a los clientes los beneficios y propiedades de la plata que vende, para verlos partir cuando por fin dice el precio.

"Yo siempre pensé que venir a esta edición no iba a ser rentable. Pero bueno, yo solo soy la dependienta. La plata está carísima y las piezas por encargo son las que están dando más resultado a los negocios privados. Es que casi ningún orfebre está trabajando", explica.

Según la joven, incluso ella entiende la poca venta. Una cadena sencilla, de plata 925, puede costar entre 2.500 y 3.000 pesos. Una manilla oscila entre los mismos precios. "A dos quioscos de aquí venden unas pulseras similares, de acero inoxidable, en 1.500. Nosotros vendemos calidad y eso cuesta. Pienso que, aunque no nos vaya a dar mucho resultado monetario, al menos daremos a conocer bastante más el negocio en esta sede", afirma.

El paseo por el resto del recinto es igual. A falta de ofertas competitivas, los habaneros se agolpan frente a los quioscos de Artex para comprar cortinas o tazas, cuyos precios distan del ideal, pero aún pueden pagarse.

"Lo que no veo por aquí son útiles escolares. En otros años vendían libretas, gomas, lápices y hasta forros para los libros", describe Carlos. "En la calle estos materiales están perdidos o en manos de los particulares, traídos de afuera, y uno tiene que pagarlos a lo que a ellos les dé la gana. Por eso esperé a la feria, pero nada. A lo mejor más adelante sacan. Por ahora, solo pude comprarle a la niña estos libros de colorear".

En otras ediciones, a lo largo del camino entre la pérgola y el Álbum Kafé, se instalaban numerosos quioscos que ofertaban churros, frituras, brochetas, refrescos, cervezas y tragos. Este año se echa de menos, así como el puesto de las rositas de maíz, uno de los más famosos de la feria. Recuerdo que en él trabajaba un muchacho que regalaba el sobrante de la venta antes de cerrar. Lo vi, casualmente. Ha pasado a otras funciones dentro del Pabellón Cuba, casi todas de mantenimiento y administrativas.

"Aquí cada día se venden menos cosas", me dijo con nostalgia. "Los cuentapropistas que trabajaban en temporada de feria no pudieron venir porque las materias primas están perdidas. El puesto de rositas, que era propio del recinto, tuvimos que cerrarlo porque el tema del aceite está como está. Hemos tenido café de manera intermitente y ahora el limón para las limonadas y los tragos se ha estabilizado un poco. En fin, no son los mismos tiempos".

Finalizo el recorrido un poco triste. En definitiva, solo he podido comprar unos libros. Me dirijo, como todos, a La Brújula, una especie de restaurante al aire libre al lado de la puerta de la calle M, al fondo del Pabellón. Ese espacio se ha hecho popular pues, además de comida bien elaborada y a módicos precios, también ofertan termos de cerveza de tres litros a poco más de 500 pesos.

La coctelería ahí también ha cambiado. Antes, la base de los tragos era Havana Club, ahora los preparan con un ron de calidad muy inferior. Por las caras de la gente después del primer sorbo, sé que todos lo han notado. Aun así, hay cola para entrar. Marco y voy a buscar un mojito en una mesa cercana. Pésimo.

Al menos quedan los conciertos. Los del fin de semana de apertura estuvieron bastante buenos: Clo el viernes, Síntesis el sábado y Toques del Río el domingo. En La Pérgola pude encontrarme con algunos amigos. Esa fue la mejor parte.

Cuando llegué a casa no pude parar de pensar en cuánto han cambiado las cosas. No hablo solo de los precios por las nubes, la escasez o la poquísima oferta. También es una cuestión de ambiente. Falta el bullicio de antes a lo largo del Pabellón, la risa de los niños, la magia de los encuentros, el arte. Esa es la palabra. Falta arte en La Rampa.

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2 comentarios

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El autor era feliz con su yugo o cepo artesanal barato,nunca habló de la manipulación comunista del Pabellón Cuba en los veranos para desviar la tensión de la gente en vacaciones con pequeños ,o sin viajes a Punta Cana como ciertos compatriotas más favorecidos. Tomarse un mojito ,está vez infecto y malo,en comparación con el del verano pasado,que daban más nota,aparte de más baratos y con mejor calidad.Ahora se lamenta de uno más caro y pésimo.En fin la felicidad de algunos está encerrada en un cóctel y un cafecito. A lo mejor cuando llega a la casa hasta como dice el cubano :"echa un palito" con la novia,novio,esposo,esposa.Pero si carece de ambas se masturbará y tomará agua efervescente " Ciego Montero " y dirá filosóficamente: " el champán y las mujeres me estan llevando al abismo.." como cierto cuento verde popular,así vamos de mal en peor.

Es lo que tiene la economía capitalista de la isla.
Cuanta menos oferta, más cara y mejores beneficios para los grandes comerciantes que son los únicos que pueden "especular".