La Cámara Cubana del Libro ha vuelto a imprimir la revista Correo del Libro, sin publicarse desde hace casi diez años, donde pretende contar el quehacer institucional de la industria en Cuba.
Nadie se hace ilusiones. Si la prensa oficialista es incapaz de indagar más allá de la fachada victoriosa de una entidad estatal, mucho menos lo hará la institución narrándose si misma.
Es así que la Cámara del Libro propone, en este primer número, acercamientos muy someros al trabajo de algunas de las dependencias del Instituto Cubano del Libro y alguna noticia superficial.
Casi todos los artículos de la revista cuentan con dos o tres párrafos que son un ejercicio de vaguedad. Una sección fija nos quiere informar de la participación de Cuba en ferias internacionales y empieza en 2020 (que para Correo del Libro es el "año pasado") pero se limita a mencionar los países que invitaron a la oficialidad, algunos autores clásicos promovidos en Frankfurt, sin más detalles de actividades o contratos.
Una reseña avisa de la intención de hacer una multimedia sobre las ediciones de la Feria del Libro de La Habana, proyecto polémico, que desde su enunciación recuerda la historia de censuras que ha tenido el evento, desde sus inicios en Pabexpo cuando recuperaban la novela Cañón de retrocarga hasta la reciente censura de un volumen de testimonios sobre el hip hop, pasando por escándalos pintorescos como la presentación atrincherada y nerviosa de la editorial Plaza Mayor, realizada con todo sigilo por el agente Raúl Capote…
La Feria del Libro de La Habana, en efecto, tiene historia. Pero el articulo corre a desilusionarnos advirtiéndonos que el producto quiere ser la memoria de sus diversas ediciones "pero todo a través de los documentos (…) fotos, actas, documentos preparatorios, convenios, grabaciones, facturas, discursos, catálogos, biografías y todos los materiales asociados a ese fenómeno cultural". Con lo cual salimos con la certeza de que la silenciosa edición política que sufre cada año el evento será ocultada bajo esa montaña de papeles.
Los temas de Correo del Libro no están mal elegidos: está equivocado el velo de vaguedad con que los tratan. El artículo más interesante pudo haber sido la nota dedicada al Observatorio Cubano del Libro, donde se omitió toda prueba de su trabajo. Esta unidad, fundada en 2008, da seguimiento estadístico al proceso de la promoción del libro en Cuba y la lectura. Produce informes interesantes y de vez en cuando reporta al el Centro Regional para el Fomento del Libro y la Lectura en América Latina y el Caribe (CERLALC). Pero los informes son velados. Lo que desclasifica, como la CIA, tiene ya tres o cuatro años de existencia. Algo pudieron haber dicho de los números que describen la penuria de la industria del libro hoy, algo pudieron haber dicho de la situación del libro actual. Pero se dejaron llevar por la cómoda inercia que solo admite el espectáculo de una fachada triunfante para la institución cubana y nada más.
Aunque será semestral, el próximo número de Correo del Libro saldrá para la próxima Feria Internacional del Libro de La Habana, que ya se anuncia para finales de abril de este año.