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Entrevista

Díaz de Villegas: 'El alfabeto de emoticonos es el legado más obvio del Martí influencer'

Néstor Díaz de Villegas antologa la prosa norteamericana de José Martí y hablamos con él del Martí que sale de esa antología.

Madrid
José Martí.
José Martí. Diario de Cuba

¿Otra antología de José Martí? Sí, una de su prosa estadounidense, de los Estados Unidos de su prosa, y hecha por un conocedor de la cultura estadounidense como Néstor Díaz de Villegas, que ha leído a Emerson y ha leído los vólumenes más extraños y provechosos que alguna vez me hayan recomendado sobre la vida y cultura y política en Estados Unidos.

Néstor Díaz de Villegas inicia la introducción a su antología de textos de MartíEstados Unidos en la prosa de un inmigrante— en el Parque Central de Nueva York, al final de la Sexta Avenida, en la estatua del Martí ecuestre alcanzado por las balas. Precisa que, para ser fiel a su modelo, la estatua tendría que ser la del hombre de letras que Martí fue, y no la del inexperto hombre de acción. Y recuerda su atuendo último —un traje gris oscuro con ligeras listas blancas (traje de rayas diplomático, diríamos ahora), botas de montar y sombrero de castor—, que lo hacía un neoyorquino en la manigua cubana.

La Sexta Avenida que termina en la estatua de Martí fue llamada, aunque nadie acostumbre a llamarla así, Avenida de las Américas. "Hoy quedan pocos de los escudos de las naciones americanas  que adornaban los postes del alumbrado público", comenta el antologador, "y tal vez el abandono indique que llegó la hora de relanzar la Sexta, en el nuevo siglo, con el nombre de uno de sus más insignes transeúntes, un inmigrante que celebró y padeció Nueva York, y dejó su huella en cada adoquín de Manhattan".

Con Néstor Díaz de Villegas conversamos sobre este transeúnte y padecedor neoyorquino, insigne y antologado.

¿Qué te hizo emprender una antología de la obra en prosa de José Martí?
 
Cristóbal Pera, mi editor en Penguin Random House, preparaba una colección de clásicos latinoamericanos y me propuso escribir un prólogo para algún opúsculo martiano. Discutimos varios arreglos y finalmente convinimos en una antología del José Martí norteamericano, el latino que escribe en espanglish desde las entrañas del leviatán democrático, el inmigrante y, de alguna manera, el gusano —esto último fue idea mía—. El Martí que ama la Constitución estadounidense, condena el terrorismo de los socialistas de Chicago y trabaja desde Manhattan por un cambio de régimen en Cuba.
 
¿Cuán neoyorquino fue Martí y qué le dio una ciudad como Nueva York a su vida y su obra?
 
Martí llega a los 27 años a Manhattan, que es la ciudad donde vivió más tiempo. Ahí tuvo una familia, una hija, una oficina, una biblioteca y unos amigos. En Manhattan escribió el grueso de su obra, que tomó el formato del ambiente en que se movía. Martí mimetizó el tono y la cadencia de lo neoyorquino en la única forma literaria que le permitía acercarse a la nueva realidad desde un idioma extranjero: el folletín
 
Ni la novela ni el drama se prestaban para semejante proyecto. Solo la poesía y la crónica ofrecían la latitud necesaria, dada la peculiar situación lingüística del escritor. Queda un resto de literatura en ese nuevo medio, pero las escenas norteamericanas son siempre un territorio experimental, el terreno donde Martí ejecuta su modernismo.
 
Hablas de la asimilación de la cultura popular hecha por Martí, y especialmente de lo folletinesco. La crítica martiana habla mucho de la influencia en él de Emerson, pero, según afirmas, poco o nada de la influencia de lo folletinesco en Martí.
 
El Martí neoyorkino es el resultado del intenso fogueo de la "Sección Constante" del diario La Opinión Nacional de Caracas, cuyos textos rápidos sirven de colofón a mi antología. Esa escritura instantánea ocurre justo al comienzo, cuando Martí se traslada a Venezuela, entre 1881 y 1882; y es curioso que sea el momento en que escribe Ismaelillo y que la creación de contenido para un diario sirviera de preparación para la escritura del gran poema fundacional.
 
Se celebra el Diario de Campaña, pero se olvida ese otro diario íntimo que es la "Sección Constante", en el que Martí le da una vuelta al mundo cada día: el mundo como acontecimiento y farándula. La gran aventura lo lleva de Brooklyn a Indochina, por las selvas amazónicas, de Pigalle a Chichen Itzá. 
 
Alternativamente, las crónicas norteamericanas pudieran leerse como el último capítulo de La Edad de Oro, el que trata de la apoteosis y expansión imperial, el que anuncia el ocaso del antiguo orden hispánico. Todo se presenta allí, avant la lettre, en la frecuencia de lo real maravilloso.
 
Martí habla (y tú lo recuerdas en tu introducción) de un lector que empieza a leer el periódico, no por el editorial, que dice lo que se opina, sino por sus anuncios comerciales, que dicen lo que se hace. Tú hablas de una revolución mediática en la cual está metido el revolucionario Martí, y hablas de su obra completa como un almacén abarrotado de varias entradas.
 
Se trata de una inversión de valores, no solo filosófica sino mediática, expresada por Martí de manera presciente. Su noción de medialidad conecta con el Friedrich Kittler de Discourse Networks, y pienso que la distinción entre editorial y anuncio resulta particularmente apropiada en el contexto de la dictadura, donde la editorialización ideológica cancela la productividad comercial.
 
Que el medio es el mensaje contradice también la idea obsoleta del Martí krausista o del Martí emersoniano, y nos muestra al positivista que siempre estuvo ahí. Lo cual condiciona la forma que tomó su obra, donde la expresión depende del objeto que la acarrea. Por eso digo que las obras completas son un five-and-dime al estilo Woolworth. Las novelitas y los cuentecitos giran en un carrusel de exhibición junto a las arengas, las epístolas y los poemas. 
 
Al ocuparte del lenguaje que se inventa Martí para contar la actualidad ("una actualidad cada vez más vertiginosa", escribes), hablas de internauta, banda ancha, de un Martí influencer y de un alfabeto de emoticones. Es tan bueno esto que no tengo pregunta sobre ello, así que hago un silencio por ver qué dices en este punto.
 
Muchas gracias, Ponte. Encantado de poder discutir contigo estos asuntos. La banda ancha puede advertirse claramente en las entradas de la "Sección Constante", donde Tláloc, Pasteur, Sarah Bernhardt, Muybridge, Meissonier y Le Plongeon aparecen en un mismo contexto.
 
El alfabeto de emoticonos es el legado más obvio del Martí influencer, pues casi todos nuestros sentimientos son etiquetas que proceden del programa martiano, desde la niña hasta la patria, la muerte, la rosa, el águila, el héroe, la estrella, el mar y la revolución, un registro emotivo al que yo he añadido los memes del gusano y la contrarrevolución.   
 
Por otro lado, mencionas que hay que armarse de paciencia ante sus textos. ¿Paciencia por qué?
 
Paciencia para negociar el rezago gótico que él mismo le reprocha al rótulo de una revista española recién lanzada, La España Moderna, con "dragones, picos y volutas", algo que está ausente en los grandes escritores europeos o norteamericanos de su época, en Henry James, Oscar Wilde o Pierre Loti. Un prosaísmo de bachiller zaragozano que dificulta la tarea al lector moderno, sobre todo cuando aparece yuxtapuesto al espanglish neoyorquino, ese que dice "electrotipar", "poner junto" y "fábrica social". Porque el gótico martiano es siempre neoyorquino: es el Quijote en Gotham.
 
Tu selección, con títulos de capítulos novelescos ("El invierno de la memoria", "Un bandido entre dos poetas", "Presidentes, magnicidas, vaqueros"), da la medida de la wunderkammer o cámara de maravillas que es la prosa sobre Norteamérica de Martí. Creo que el lector puede salir de esta antología martiana como de haber leído el París de Baudelaire que cuenta Walter Benjamin. Nueva York, capital del siglo XIX, como en el título benjaminiano, gracias a este Martí. ¿Estarías de acuerdo con esto?
 
Efectivamente, se trata de un motivo benjaminiano: el de los magasins de nouveautés como precursores de las tiendas por departamentos, que bien podría conectarse con la idea martiana de las obras completas como quincalla. Benjamin llama a los pasajes parisinos, citando una guía turística de la época, "pequeñas ciudades y mundo en miniatura", lo que en el caso de Martí se traduce en infantilización y small world disneyesco.
 
Las obras completas son una Cuba en miniatura, mientras que los pasajes parisinos, de acuerdo con Benjamin, serían el modelo en que Fourier basó sus falansterios. Entonces, ¿por qué no concebir las obras completas martianas, que pretenden abarcarlo todo, como el paradigma de nuestra utopía totalitaria?
 
A lo que voy es que, si bien Nueva York no fue la capital del siglo XIX, tal vez sí haya sido la capital del XIX cubano. Para nosotros existe, definitivamente, un spleen de Nueva York, y el responsable de esa situación geopoética es, obviamente, José Martí, nuestro decadente en Manhattan, el heredero de una tradición que arranca del Padre Varela, Narciso López y Cirilo Villaverde. Es el caso frecuente de un siglo cubano cuya alma anda por otra parte, y en tal sentido, ni el XX ni el XXI son diferentes.


José Martí, Estados Unidos en la prosa de un emigrante (selección e introducción de Néstor Díaz de Villegas, Vintage Español, 2021).

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9 comentarios

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Es evidente que en este foro se enfrentan los conservadores y liberales. Los puristas que no permiten irreverencias y los desenfadados. Néstor es un poeta, un hombre leído y escribido y como tal se permite la licencia con el sarcasmo, la ironía y la jodededera cubana. Hay que diafrutarlo y dejarse de tanta pajuatería. Si la gente se mete hasta con Cristo cómo no vamos a vacilar a Martí.

¿Ud. es Amadeus o Salieri? Dejarse de tanta petulancia atorrante...

Y como las cosas van a celeridad en ese rumbo, no extrañará el día en que un crítico hable de un Díaz de Villegas creador del emoticón Martí o de un Ponte creador del emoticón Díaz de Villegas. Como dijo alguien por allá abajo, pobre Martí, y pobres los literatos de hoy: tan profundos y rebeldes, y tan pillados y rendidos a toda clase de candilejas de Silicon Valley.

Muy "simpático" lo de "literatura instantánea", parece que habla del Nescafé. Pobre Martí.

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No sea envidioso Don Pepe que a usted le tocara en su momento una entrevista.

José Martí es nuestro político más presentable, aunque su intento de evitar que EEUU se convirtiera en una nueva España imperial nos legó un antiamericanismo sólo admisible para aquel momento en que EEUU pretendía expansionarse. Es irónico que esto viniera de un hombre que amaba a EEUU. Como sabemos posteriormente resultó innecesaria su preocupación sobre la soberanía interamericana, siendo sólo utilizada por demagogos nacionalistas.

Pero nos quedó el Martí que hoy reverenciamos, a veces exageradamente, pués efectivamente algunos de sus gestos no son recomendables, como aquel de obtener glorias militares personales por via express para aplacar las críticas de los militaristas de su propio bando, si bien algunas ideas humanistas suyas tienen vigencia.

A mi me encanta leer a Díaz de Villegas, porque es un irreverente que como Cervantes, hostiga imprevisible, desafiante, desde las altas cultura e inteligencia de su persona. Gracias a entrevistador y entrevistado por esta entrevista.

Menos mal que leí este artículo de este Néstor Díaz sobre nuestro apóstol y mi recomendación es que se siga leyendo a el verdadero Martí ; el de las obras completas de sus 28 tomos y no a este farsante que con su prosa de influencer" distorsiona a el mejor hombre que ha dado nuestra tierra!