Tomás Gutiérrez Alea (Titón), Fernando Pérez y Juan Padrón son los directores más relevantes en la historia de la cinematografía oficial cubana desde 1959 hasta la actualidad, a juzgar por una encuesta que la Cinemateca de Cuba realizó entre cineastas y críticos.
Convocada a propósito del 60 aniversario del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), el sondeo reunió la opinión de 53 críticos, investigadores o periodistas nacionales; 25 cineastas o personas vinculadas al cine de la Isla, y 22 críticos, investigadores o periodistas extranjeros.
Juan Padrón es el director más votado, con hasta diez obras entre las elegidas, mientras que Gutiérrez Alea, Fernando Pérez y Santiago Álvarez tienen seis respectivamente, y Humberto Solás cinco, refirió el sitio oficial Cubacine.
Memorias del subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea, es la primera de la lista en el apartado de ficción, seguida por Lucía (1968), de Humberto Solás; Fresa y chocolate (1993), de Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío; La muerte de un burócrata (1966), también de Titón; La primera carga al machete (1969), de Manuel Octavio Gómez; La última cena (1976), de Gutiérrez Alea, y La bella del Alhambra (1989), de Enrique Pineda Barnet.
Le siguen De cierta manera (1974), de Sara Gómez; Aventuras de Juan Quinquin (1967), de Julio García Espinosa; Conducta (2014), de Ernesto Daranas; Retrato de Teresa (1979), de Pastor Vega, Madagascar (1994), y Clandestinos (1987), ambas de Fernando Pérez; Papeles secundarios (1989), de Orlando Rojas; Los sobrevivientes (1978), de Gutiérrez Alea; El hombre de Maisinicú (1973), de Manuel Pérez; Soy Cuba (1964), producción de la Unión Soviética rodada en la Isla, dirigida por Mijaíl Kalatózov; José Martí, el ojo del canario (2010), de Fernando Pérez; y Plaff, o demasiado miedo a la vida (1988), de Juan Carlos Tabío.
Cierran la selección de ficción Las doce sillas (1962), de Titón, y La vida es silbar (1998), de Fernando Pérez; Cecilia (1982), de Solás; Video de familia (2001), de Humberto Padrón, y dos títulos de Solás, que comparten el último puesto: Manuela (1966) y Un hombre de éxito (1986).
En el apartado de los documentales, reinan con igual cantidad de votos Suite Habana (2003), de Fernando Pérez, y Now! (1965), de Santiago Álvarez; seguidos por los cortos Por primera vez (1967), de Octavio Cortázar; Vaqueros del Cauto (1965), de Oscar Valdés; Ociel del Toa (1965), de Nicolás Guillén Landrián; Nosotros, la música (1964), largometraje dirigido por Rogelio París; Hanoi, martes 13 (1967) y Ciclón (1963), ambos de Santiago Álvarez; Coffea Arábiga (1968), de Guillén Landrián; Historia de un ballet (1962), de José Massip, y 79 primaveras (1969), L.B.J. (1968) y Mi hermano Fidel (1977), los tres de Álvarez.
También aparecen Muerte y vida en El Morrillo (1971), de Oscar Valdés; ¡Viva la República! (1972), de Pastor Vega; Una isla para Miguel (1968), de Sara Gómez; El fanguito (1990), de Jorge Luis Sánchez; Hombres de Mal Tiempo (1968), del argentino Alejandro Saderman; y Girón (1972), largometraje de Manuel Herrera; En la otra isla (1968), de Sara Gómez; Simparelé (1974), de Humberto Solás; Mujer ante el espejo (1983), de Marisol Trujillo; Cayita, una leyenda, Cayita, una gesta (1980), de Luis Felipe Bernaza, y Kid Chocolate (1987), de Gerardo Chijona.
Dentro del cine de animación, ¡Vampiros en La Habana! (1985), de Juan Padrón, encabeza la lista, así como las populares series Elpidio Valdés (1974-2015) y Filminutos (1980-2006), así como el largometraje Elpidio Valdés contra dólar y cañón (1983), todos del mismo realizador.
Siguen en la lista 20 años (2009), de Bárbaro Joel Ortiz; la serie Quinoscopios (1985-1987), y el corto ¡Viva papi! (1982), ambas de Padrón; el largometraje Meñique (2014), de Ernesto Padrón; El bohío (1984), de Mario Rivas; La luna en el jardín (2012), de Adanoe Lima y Yemelí Cruz; y Más vampiros en La Habana (2003), largo de Juan Padrón.
Siguen tres de Tulio Raggi: El paso del Yabebirí, El alma trémula y sola y la serie El negrito cimarrón (1975-2010); el corto La silla (1974) y el primer largometraje de animación en la historia del cine cubano, Elpidio Valdés (1979), ambos de Juan Padrón; Un sueño en el parque (1965), de Luis Rogelio Nogueras; A Norman McLaren (1990), de Manuel Marcel, el largometraje Mafalda (1994), de Padrón; la serie Matojo (1981-1985), dirigida por Manuel Lamar (Lillo); y cierran esta categoría La prensa seria (1960) y El cowboy (1962), de Jesús de Armas; Los dos príncipes (2017), de Adanoe Lima y Yemelí Cruz; Los indocubanos (1964), de Modesto García; Nikita Chama Boom (2010), de Juan Padrón; y Osain (1966), codirigida por Hernán Henríquez y Tomás González.
La votación incluyó además reconocimientos en los apartados técnicos, y además de varios de los títulos anteriores, aparecen allí otros, como Adorables mentiras (Senel Paz) y La película de Ana (Eduardo del Llano, Daniel Díaz Torres), ambos reconocidos por su guion. Asimismo, aparece Los días del agua (Manuel Octavio Gómez) en los apartados de mejor fotografía y dirección de arte, entre otros títulos.
La selección reconoció también los mejores carteles del ICAIC. Ese apartado subrayó la obra de Raúl Martínez (Lucía), Eduardo Muñoz Bachs (Por primera vez; Aventuras de Juan Quin Quin; Niños desaparecidos; Historias de la Revolución), Ernesto Ferrán (Fresa y chocolate), Servando Cabrera Moreno (Retrato de Teresa), Nelson Ponce (¡Vampiros en La Habana!), Alfredo Rostgaard (Now!), René Azcuy (La última cena; Rita) y Julio Eloy Mesa (Clandestinos; La bella del Alhambra).
Trailer del documental "El gran impaciente": https://youtu.be/erWOlf4dK-o
Muy de acuerdo con Nestor Diaz de Villegas cuando asegura: Hacía unas semanas Brugués me había escrito diciéndome que no coincidía –y que tal vez hasta rechazaba– mi reseña de su película Juan de los Muertos. En esa reseña yo postulo la existencia de un cine contrarrevolucionario y proclamo la necesidad de llamarlo por su nombre y catalogarlo adecuadamente
Hoy creo que casi todo el cine de Gutiérrez Alea es contrarrevolucionario, sobre todo Memorias del subdesarrollo, particularmente La muerte de un burócrata y Los sobrevivientes. Para mí es importante saber que hubo, desde los albores de la Revolución, un cine que rebasa las interpretaciones falseadas de los críticos, y entender que Titón es un gran artista precisamente por haber adoptado el punto de vista de la contrarrevolución, el único válido en su momento.
Practicamente todas esas películas y documentales tienen el tinte político - ideológico deseado por el gobierno, o bien, pasaron ese filtro, para ser aprobados para la vista de la gente.
La mitad de las obras citadas es basura. La historia del cine podría vivir perfectamente sin estas obras de tercera. Un solo episodio de "Los Chapuceros" es más importante que el catálogo de nuestros maestros.