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Cine

¿Qué está pasando en la Central Electronuclear de Cienfuegos?

El documental de Alessandra Santiesteban y Ricardo Sarmiento habla de una supuesta utilización de las instalaciones abandonadas como basurero de desechos tóxicos.

La Habana
Central Electronuclear de Juraguá, Cienfuegos.
Central Electronuclear de Juraguá, Cienfuegos. PIRCENTER.ORG

"Una muchacha y un muchacho están en la cima de un reactor. Quizás salten al vacío. Quizás sea el comienzo de algo de lo que se hablará durante mucho tiempo. Como un acto de rebelión…" Así comienza la historia del documental La bahía (2018) de los realizadores Alessandra Santiesteban y Ricardo Sarmiento, un documental que fue exhibido en la Muestra Joven de este año.

La bahía habla de una supuesta utilización, ahora mismo, de las instalaciones abandonadas de la Central Electronuclear de Juragúa (CEN), en Cienfuegos,  como basurero de desechos tóxicos en el país. Según nos dicen estos realizadores, los habitantes de la Ciudad Nuclear desconocen lo que está ocurriendo ahora allí, y los que están involucrados en el proyecto tienen prohibido hablar de ello.

Las nefastas consecuencias que pudiera traer para la ciudad y la bahía de Cienfuegos son exploradas en este filme con una narrativa que trasciende el discurso documental tradicional para anclarse en los terrenos de lo poético, de una manera muy creativa que resulta difícil no quedar encantado con este filme.

La perspectiva medioambientalista, poco abordada en las obras de los cineastas jóvenes aparece aquí desde una inteligente concepción en la puesta que tiende todo el tiempo a patentizar la intriga como marca del discurso, la voluntad de llevar adelante una investigación que a cada momento se estrella contra las voluminosas paredes de hormigón de lo que fuera el fallido proyecto de "la obra del siglo".

Los realizadores nos ofrecen pistas de que realmente en las estructuras de la instalación algo se cuaja que no vemos, mientras en sus alrededores, la vida en la Ciudad Nuclear fluye en el marasmo del no-pasa-nada como en cualquier pueblito al interior de Cuba.

A las instalaciones de la CEN de Juraguá no se permite la entrada con dispositivos de filmación. Según nos cuenta este material, una tentativa anterior de alguien que ellos no precisan quiso obtener imágenes con un dron y el aparato fue derribado a tiros. Muros que antes no estaban, garitas con vigilantes que les prohíben acercarse a las instalaciones, el miedo de perder el teléfono pues es el único dispositivo con el que cuentan para obtener imágenes y el propósito cada vez más inquietante de escalar a la cima de los reactores, son los emplazamientos dramáticos del discurso que mantiene al espectador en la zozobra de saber realmente qué está pasando allí.

Y mientras, el plano estático y el discurso subtitulado, con escasos momentos para el sonido directo donde la realizadora participa ella misma dentro de la trama, son suficientes para una historia que habla de temores, de encierros, de desesperante quietud en una región que parece carcomida por el tiempo y el abandono.

La estrategia discursiva de La bahía, antes que su propio sentido de denuncia social, es lo mejor del filme: con los planos subtitulados se logra muy bien imprimir la sensación de que este es un tema del que se prefiere hablar en voz baja o que se obvia. Pero aun así, los realizadores demuestran que con la mordaza puesta es posible la ruptura del silencio.

"Yo tampoco hablo siempre, pero ahora tengo ganas de hablar. Tengo la sensación de que algo hay. ¿Por qué no me dices qué pasa?" Los personajes ficticios en la historia, alteregos de los propios realizadores, se asoman desde lo alto de algún edificio de la Ciudad Nuclear y miran en torno a ella como ante un "precipicio" en el que habitan seres humanos "simples, que tienen preocupaciones".

La CEN como punto minúsculo, aparece a lo lejos junto al mar. La concepción del plano aquí legitima la sensación de peligro que se respira constantemente, la idea del descalabro que en cualquier momento puede suceder a espaldas de los pobladores. El documental culmina revelando imágenes de la remodelación de las instalaciones de la CEN, junto a una nota extraída de Cubadebate publicada el 21 de diciembre de 2015, en la que se confirma la construcción del Confinatorio Nacional de Desechos Peligrosos.

Después de ver esto uno se pregunta si no ha sido suficiente el desastre de la contaminación de las fuentes fluviales de Jobabo, a propósito de la extracción minera del oro, que ha dejado a sus pobladores sin consumir el agua potable. Uno se pregunta hasta qué punto tiene implicaciones en esto el programa medioambientalista que tanto divulga el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y si su proyecto Tarea Vida, tantas veces alabado, ha tomado cartas en este asunto.

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