El uso de la fotografía extiende la creencia popular de que "una imagen vale más que mil palabras". Pero, ¿realmente es así? Incluso antes de la irrupción de los píxeles, las fotografías eran manipuladas en función de intereses políticos, religiosos, económicos o personales. Por supuesto, la oscuridad y el secretismo también van aparejados a la digitalización. El empleo de imágenes manipuladas se ha extendido como la pólvora y las recibimos con normalidad a diario.
En medio de esa esquizofrenia global, el fotógrafo cubano Juan Carlos Bermejo recorre con su cámara las calles de La Habana y las de otras ciudades de la Isla. No le gusta manipular las instantáneas que toma, pues, en su discurrir, intenta atrapar instantes de la sociedad contemporánea tal cual es.
Bermejo avanza seguro de sus pasos en medio de la masiva avalancha de imágenes producidas y publicadas cada día por la humanidad, en soportes tradicionales o redes sociales de mayor inmediatez. No vive de la fotografía, para él es una vocación a la cual dedica recursos propios y, por supuesto, tiempo, paciencia y amor.
Hace ya 24 años que Bermejo trabaja como restaurador de obras patrimoniales. En ese terreno ha forjado una carrera, ganándose con su labor el respeto y la admiración de clientes y profesionales del sector. Ha formado parte del equipo de especialistas de la Oficina del Historiador de La Habana, para acometer los trabajos de restauración de la emblemática pintura emplazada en el Templete. Su trabajo le ha permitido dejar un grano de arena en la cúpula del Palacio del Segundo Cabo, en obras exhibidas en los Capitanes Generales, el Capitolio, y el Museo Bacardí de Santiago de Cuba, entre muchas otras instituciones museísticas del país.
"Crecí rodeado de cámaras. En casa mis padres eran aficionados a la fotografía. Guardo miles de imágenes de mi infancia. Mi primo Alberto Martínez, entusiasta de la fotografía, tenía en su casa un pequeño laboratorio y me enseñó a trabajar la imagen analógica. A través de él descubrí el mundo fascinante de los químicos y demás componentes para el revelado de negativos, así como la ampliación e impresión de imágenes sobre papel en blanco y negro.
"Al tener las cámaras tan cerca me gustaba juguetear con ellas y, en alguna que otra ocasión, me dejaban hacer clic. De estudiante, a la elemental de artes plásticas llevaba la cámara Vilia, de fabricación soviética. Comencé mi relación con la fotografía siendo un adolescente. En aquellos años no tenía pretensión alguna, simplemente quería retratar a los amigos y al grupo, dejar registro de una etapa importante para mi vida. Las instantáneas resultantes de esa experiencia se han dispersado por el mundo como sus protagonistas", explica Bermejo.
Juan Carlos Bermejo no vive de la fotografía, pero el volumen de imágenes realizadas en más de 20 años de trabajo es abrumador. Muy pocas de ellas han sido exhibidas. Según nos cuenta: "El noventa y nueve por ciento de mis imágenes son inéditas". Aún así, ha participado en exposiciones relevantes. La más reciente tuvo lugar en el Centro Hispanoamericano de Cultura de La Habana, en el Noviembre Fotográfico. En la muestra 8 días, compartió espacio con el fotógrafo extremeño Francisco Palomino. Ambos artistas decidieron recorrer las calles de La Habana en ocho días e hicieron infinidad de instantáneas, de las cuales se seleccionaron ocho por autor para conformar una exposición de 16 fotografías. La muestra se trasladó posteriormente a España y es exhibida por estos días en el espacio Creofonte del Casar de Cáceres, Extremadura.
Con8 días, Juan Carlos Bermejo rompió el hielo. A raíz de la exhibición lo han invitado a participar en otras muestras, como la colectiva La Habana de ayer y de hoy, dedicada al 500 aniversario de la capital cubana, exposición inaugurada en febrero en la Sala de la Diversidad. Incluso ya forma parte, como reportero gráfico, de la revista Opus Habana.
"Reconozco que mis imágenes han sido exhibidas en pocas ocasiones y no por falta de espacios o propuestas. La verdad, disfruto más del acto íntimo de crear imágenes que de su exposición ante el público. He sido yo quien ha rechazado ofertas, pero la experiencia del proyecto 8 días no podía dejarla pasar y, viendo su desarrollo y proyección, no estuve errado. Ahora alcanzo a entender que el círculo se cierra con los espectadores, sin ellos las fotos son bellos cadáveres guardados en carpetas o gavetas.
"No me considero un fotógrafo documentalista. A pesar del registro inherente a la fotografía, en las calles busco otras cosas. Me siento atraído por el trabajo de fotógrafos internacionales como Robert Frank, Alex Webb, Garry Winogrand o Joel Meyerowitz. Y, de los nacionales, admiro las fotografías de Alfredo Sarabia (padre) y José A. Figueroa. La fotografía cubana callejera ha estado muy marcada por la épica revolucionaria y, en lo particular, me interesan los individuos más que las masas", comenta.
Lo mejor de Bermejo está por descubrirse; nos referimos a las instantáneas que sueña tomar en el futuro inmediato. A ellas debemos sumar un archivo fotográfico envidiable, registro temporal de tres décadas de historia.
Bermejo confiesa, "poco a poco las iré mostrando".