A la concurrida calle Chacón 205 de La Habana Vieja, acudimos en busca del estudio de Maikel Sotomayor (Manzanillo, 1989), joven pintor y poeta. El artista, a sus treinta años, se ha convertido en uno de los imprescindibles de la escena artística habanera.
Egresado de la Academia de San Alejandro, Maikel se define a sí mismo como "pintor a secas". En su etapa de estudiante formó parte del grupo Las Nuevas Fieras (2007-2009), colectivodirigido por la pintora y profesora Rocío García. El ideario del grupo defendía la pintura con colores puros y su empleo provocativo, como hicieran los Fauvistas franceses.
Recientemente Sotomayor regresó de Europa. Durante dos meses recorrió ciudades como Zurich, Mallorca, Barcelona y Turín. Terminó en Bruselas, donde inauguró la muestra Tierra y paisaje de Cuba, en la Begramoff Gallery. Un considerable número de sus obras fue vendido. La fortuna le sonríe.
La tarde es calurosa y el pintor nos abre las puertas del estudio poco antes de celebrarse la próxima edición de la retrasada y controvertida XIII Bienal de La Habana. Una vez dentro, refugiados del inclemente sol, podemos apreciar las más recientes producciones, cuyo leitmotiv es el paisaje. ¡Sí, leyeron bien! Paisajes. A estas alturas, Sotomayor es un ejemplo de que no existen temas agotados.
El paisaje ha experimentado en los últimos años un renacimiento. La acogida en el mercado internacional alienta sus reformulaciones y los artistas cubanos no son ajenos al fenómeno. No obstante, sería injusto y superficial aseverar que la obra de Maikel Sotomayor se mueve por los vientosdel mercado. Su relación con la paisajística es fundamentalmente emotiva. El artista se formó en un ambiente rural donde, lógicamente, lo natural se impone al asfalto. Vivió hasta lo 16 años en la Loma del Dagamal, poblado rural de Manzanillo que, según Sotomayor: "colinda con el monte y la manigua de esa región oriental".
En las paredes del inmueble encontramos telas de mediano, pequeño y gran formato. La mayoría están realizadas en lienzo sobre bastidores cuadrados.Los formatos tradicionales y horizontales del paisaje no le funcionan, prefiere adentrarse en el simbolismo de la geometría elemental. El cuadrado representa la Tierra, el número cuatro, los elementos, los puntos cardinales. Es "una ventana para aproximarme a los fragmentos de aquello que me seduce en el paisaje", afirma.
Sobre las telas apreciamos distintos elementos alegóricos: perros, lunas, árboles, ríos, piedras, linderos, montañas, así como apuntes de la figura del hombre en su relación con los entornos naturales, representados a través de casas, armas punzantes, bumeranes, garabatos. Sus formas recuerdan la factura de la pintura sumi-e japonesa.
La forma en que Sotomayor elige los temasy la experimentación con los materiales es otra constante visible en sus pinturas. Tiene tendencias matéricasy neoexpresionistas, se identifica con los trabajos de artistas españoles como Joan Miró, Antoni Tàpies, Miquel Barceló, aunque también se hace visible la figura de Anselm Kiefer, alemán responsable de alguno de los paisajes más notables, monumentales y personales de las últimas décadas.
En 2016, Sotomayor desplegó la exposición personal Con Musashy en Viñales, en la Casa Oswaldo Guayasamín, de la Habana Vieja. La muestra recogió un grupo de obras inspiradas en la filosofía de Miyamoto Musashi (Japón, 1584-1645), célebre guerrero samurái del Japón feudal. "El personaje que evoca un samurái a caballo, en la pieza 'Con Musashy en Viñales', es el hacendoso campesino que los guió por la zona rural" pinareña, nos recordaba David Mateo en el catálogo. En la pieza, la alegoría al guerrero japonés es simbólica, una declaración de principios; el artista prefiere captar en sus obras los enigmas del viaje desde una mirada retrospectiva y personal.
"Miércoles para Martín", tela de 150 x 150 cm, pintada en 2017, es un ejemplo elocuente de la relación del artista con la familia. En ella podemos apreciar la figura de un hombre (su tío, según nos cuenta) que intenta cruzar un río. Percibimos de donde viene, pero no sabemos hacia dónde va. El pintor convierte al espectador en la otra orilla, el punto de destino, apelando a la psicología de este tipo de encuentros tan frecuentes en el mundo rural. En la pintura no se advierten tópicos del paisaje cubano, no hay palmeras u otros elementos que nos hagan situar la escena en la Isla. La acción puede ocurrir en cualquier parte del planeta y esta es otra de las características de su pintura, la atemporalidad y lo universal del discurso.
La compañía es grata, apuramos las notas y se nos enfría el café. Mientras existan creadores como Maikel Sotomayor, el paisaje seguirá estando ahí para todos.