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Cine

'El regreso' de Blanca Rosa Blanco

El cine cubano se revitaliza con el concurso de sus mujeres. Ellas han decidido tomar el mando y seguir los senderos de la autoría.

La Habana

El cine cubano se revitaliza con el concurso de sus mujeres. Ellas han decidido tomar el mando y seguir los senderos de la autoría que hace unos años iniciara Sara Gómez, cuya carrera se vio trunca por la muerte prematura.

Patricia Ramos (El techo, 2017), Magda González Grau (Por qué lloran mis amigas, 2017) y Mirta González Perera (La hoja de la caleta, 2017) viene a sumarse el nombre de Blanca Rosa Blanco, una de las más populares actrices de la televisión, el teatro y el cine cubanos. Su largometraje El regreso (2018) ha superado las expectativas de público a juzgar por la impactante concurrencia que tuvo en la tarde de ayer domingo, en la sala Riviera de esta capital.

Fue preciso acordonar la entrada a la instalación pues era tal la aglomeración de público que buena parte de la céntrica calle 23 y la calzada de G quedaron congestionadas por momentos, impidiendo el tránsito de vehículos.

Aunque no fue escogido entre los largometrajes de ficción cubanos para competir, la ópera prima de Blanca Rosa se exhibe como parte de la muestra de películas latinoamericanas presentadas en la sección "A sala llena".

Escrita por la propia directora y por Alberto Luberta Martínez, esta película se aleja de la manida comedia costumbrista para explorar nuevos horizontes en el thriller y el policíaco, con la novedad de ambientar su historia en la ciudad de Matanzas.

Patricia (Blanca Rosa Blanco) es una detective de policía que recibe la noticia del fallecimiento de Mariano (Osvaldo Doimeadiós), un reo que cumplía injustamente una condena por violación y asesinato de jóvenes mujeres. La noticia la sorprende en la capital, donde vive desde hace años, de modo que decide volver a Matanzas con el propósito de comunicarse con los familiares del occiso.

El regreso de Patricia a su ciudad natal no solo le proporciona el rencuentro con su abuela (Verónyca Lynn) y el oficial Ubaldo (Yadier Fernández), su amor del pasado, sino también la sensación de que el caso de las jóvenes víctimas todavía no ha sido resuelto. Las nuevas mujeres asesinadas confirmarán la sospecha de la detective, quien toma la decisión de desenmascarar al verdadero asesino, impune en las calles.

Es esta una película interesante pues consigue visibilizar su perspectiva feminista en relación a la violencia de género, y con ello atrapar la atención del espectador. Pero su mayor desventaja radica en la estructura del conflicto, donde cada problemática se plantea de un modo muy superficial.

Blanca Rosa Blanco, que es una buena actriz dramática, no debió asumir el protagónico de este filme pues resulta muy difícil para el espectador no hacer las inevitables comparaciones con ese otro personaje que, durante años, asumió en el popular programa policíaco Tras la huella en la televisión cubana. Su Patricia parece una extensión bastante epidérmica, la verdad, con la diferencia de que ahora el guion del filme le adereza una vida familiar y una relación amorosa que transmiten muy poca empatía.

Además de este detalle, su química con Yadier Fernández deja mucho que desear. Este actor continúa demostrando que toda la vitalidad de su talento se desperdicia en mostrar apenas un rostro fuerte, la voz gruesa y la reciedumbre de un repertorio gestual que asume a flor de piel.

Ni siquiera la escena más importante de este personaje, cuando teme por su hija que aún no llega a casa, e incluso después, luego de descargar las tensiones de su zozobra en ella, no consiguen convencernos de su pánico y desespero. Faltó ahí, además, el trabajo riguroso en la concepción del plano, el instinto en la dirección de fotografía de que necesitaba cerrar el cuadro para explorar matices.

Rafael Lahera, en el rol del profesor simulador, asume una caracterización medianamente correcta.  La dirección desaprovecha las potencialidades de este actor visceral, uno de los pocos que sabe asumir los contrastes de una psicología en pugna.

A Yazmín Gómez, en su personaje de esposa del profesor, le bastó una escena breve para robarse dignamente la película.

¿Qué más resulta fallido en este largometraje? Una edición con cortes bruscos que interrumpen la acción, cuando en realidad era preciso el detenimiento para visibilizar más el detalle psicológico en las reacciones humanas; la cámara a veces da la sensación de un desacertado posicionamiento porque pierde fuera de cuadro a los personajes justo en el momento clímax del filme. En el enfrentamiento entre Patricia y el asesino, por ejemplo, el corte brusco adensa la suciedad de la escena, y el diálogo entre los personajes, para rematar no escapa a la rabia declamatoria de la protagonista, quien termina por estropearlo todo.

Aun así quiero defender este filme porque indica el salto valiente de una mujer realizadora —algo muy difícil de lograr—, que consigue el reconocimiento del público.

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