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Artes Visuales

Joaquín Ferrer, un pintor de dos siglos

El pintor abstracto, a quien la Maison de l'Amerique latine dedicó el año pasado una retrospectiva, está a punto de cumplir 90 años y responde a unas preguntas.

París

El poeta y crítico Lionel Ray ha escrito en un libro dedicado al pintor Joaquín Ferrer lo siguiente: "Podría ser una ciudad o un bosque o los rayos infinitos de una biblioteca mental: es el espacio Joaquín Ferrer. Uno creería que él da a leer su pintura como Balzac da a leer una ciudad y Proust un paisaje".

A primera vista no dejan de sorprender estos elogios de la crítica francesa sobre este pintor cubano.

En París Ferrer ocupa un lugar privilegiado entre los pintores cubanos del siglo XX, junto a Wifredo Lam, Jorge Camacho, Gina Pellón, Ramón Alejandro y el escultor Agustín Cárdenas. El apogeo de ese reconocimiento llegó el verano de 2017 cuando la parisina Maison de l'Amérique latine le consagró una muestra con más de 100 de sus obras.

Esta notoriedad, que también se extiende a Bélgica (en cuyas galerías ha expuesto con regularidad Ferrer), contrasta con el poco conocimiento de su obra entre los cubanos.

Ferrer nació en Manzanillo en 1928, pero se fue a París en diciembre del emblemático año 1959, y nunca ha vuelto a Cuba. Esto explica que, entre sus compatriotas, sea mucho más conocido por los artistas e intelectuales exilados, que por lo de la Isla.

Infatigable a sus casi 90 años, Ferrer sigue trabajando cada día en su acogedor atelier parisino, donde hemos conversado varias veces este verano.

¿La muestra en la Maison de l’Amérique latine el verano pasado usted la considera como un culminación de su trabajo?

Es una exposición de una buena parte de mi obra y es un honor para mí que hayan venido a interesarse por mi trabajo. Pero pocos días después yo expuse mis cuadros más recientes en la Galérie Wagner de Le Touquet, en una exposición llamada Jungle linéaire. Lo pasado no es lo más importante para mí, mi preferencia es el porvenir, el futuro. Yo siempre estoy buscando nuevas cosas, reflexionando sobre nuevas posibilidades, aunque yo estoy consciente de que tengo casi 90 años, y no es igual que antes…

Al cabo de tanto tiempo, ¿qué recuerdos tiene de su vida y su formación en Cuba?

Ah…La Habana de los 50 era extraordinaria, aunque al llegar pasé mucho trabajo para sobrevivir y la dictadura de Batista fue terrible.

Yo me fui de Manzanillo en 1952 para estudiar en la Academia de San Alejandro. Pero un día Lam me preguntó si yo quería ser profesor o pintor, y cuando le respondí que pintor me aconsejó que dejara la academia y que pintara entonces, y fue lo que hice.

Aparte de Lam, que ya era famoso, el pintor cubano que más me gustaba entonces era Carlos Enríquez. Tú sabes de quién te hablo, ¿no? También Amelia [Peláez], claro. Pero, en cuanto a la abstracción, fueron Mario Carreño, Sandu Darie y Martínez Pedro quienes la introdujeron en Cuba. Aunque la obra de Carreño que mejor se vende es la anterior a esa.

A Carreño le gustó un cuadro mío y me lo pidió para una exposición. Ese y otros dos cuadros más creo es lo único que dejé en Cuba, pero no sé qué ocurrió después con ellos. Un día [Guillermo] Cabrera Infante me dijo que había visto esos cuadros allá en La Habana.

He podido leer en varios catálogos sobre su llegada a París, la primera exposición colectiva de pintores cubanos después de la revolución organizada por el coleccionista Robert Altmann y, gracias a Alain Bosquet, su encuentro con Max Ernst, quien escribe el catálogo de su primera exposición en mayo del 68. ¿Cómo influyó esta época en su obra?

Un gran grupo de pintores cubanos vino conmigo en el barco Reina del Mar, con una beca para estudiar en Francia. Entre ellos estaban Gina Pellón, que era mi esposa, Jorge Camacho, Ángel Acosta León, Jorge Pérez Castaño y otros más.

Durante un tiempo vivimos en la Casa Cuba de la Cité Universitaire, como muchos artistas e intelectuales cubanos que venían a París. Pero cuando nombraron al "Che" Guevara presidente del Banco Nacional de Cuba, recibimos una carta diciendo que el país tenía otras prioridades económicas, y dejaron de pagarnos los 100 dólares de beca.

Yo decidí quedarme en París y no regresar a Cuba. Con el tiempo se perdió también ese edificio de la Casa Cuba, que ya no pertenece al Gobierno cubano.

Robert Altmann era un pintor y coleccionista alemán que vivió en Cuba y se casó con Hortensia, una cubana de Cienfuegos. Era muy amigo de muchos pintores cubanos, a quienes les compraba cuadros. Altmann organizaba en su casa en las afueras de París unos banquetes memorables a los cuales todos nosotros asistíamos.

Debido a la revolución, Cuba estaba muy de moda en esa época, y la efervescencia era enorme cuando se trataba de algo que viniera de la Isla. Yo tuve la suerte de conocer al pintor surrealista Max Ernst, quien escribió el catálogo de mi primera exposición personal en mayo de 1968. Sí, en el mismo momento de la revolución de mayo, el vernissage se hizo bajo los gases lacrimógenos (sonríe).

Después de eso seguí trabajando para la galería Le Point Cardinal del Quartier Latin durante más de diez años. En esa época exponer a París era el sueño de todo pintor, los americanos pagaban por exponer aquí porque era muy prestigioso… Ya todo eso se perdió… Ahora es casi al revés, ¿no es cierto?

En París pude conocer también a grandes pintores como Matta, Miró, y muchos otros, y también los movimientos culturales de la época como el surrealismo y a André Breton…pero yo no he querido nunca pertenecer a ningún movimiento en particular. Yo me impregné de todo eso para ir creando mi estilo propio.

Su pintura es conocida por ser de un abstraccionismo muy personal, ¿cómo concibe usted su trabajo de pintor? En otras palabras, ¿de qué forma usted trabaja sus cuadros?

Yo trabajo todos los días muy temprano en la mañana. Mis cuadros tienen el dibujo como punto de partida, pero un dibujo directo sobre el lienzo o la superficie en la que voy a pintar. Dibujo el lienzo y después trabajo con el óleo o el acrílico.

Sí, eso que ves en mi mesa de trabajo es un árbol… pero después no será el mismo árbol… será mi idea del árbol. Echa un vistazo por mi atelier, ¿tú ves? Cada cuadro sugiere muchas cosas, no es como una pintura realista donde lo que cuenta es la ejecución al pintar un objeto o de un paisaje.

Ante un cuadro mío tú puedes imaginar muchas cosas porque, además, me importan sobre todo los detalles… Es un trabajo que requiere mucha paciencia… pero si miras bien… mis cuadros dan la impresión de una perspectiva infinita.

Le insisto a Ferrer, entre algunas pausas en el recuento de anécdotas, sobre la evolución de su pintura y el hecho de ser el último testigo de una época del arte cubano en París.

Yo tuve un período cercano al surrealismo, con muchos volúmenes y ambientes oníricos. En realidad, desde antes de llegar a París ya mi pintura era cercana a lo geométrico, no era figurativa. Allá mi encuentro con Carreño fue esencial. Aquí he ido evolucionando según he ido viviendo.

Si lees lo que se ha escrito sobre mí verás mejor que yo la evolución de mis etapas. Yo no soy un intelectual, tú sabes. He conocido a pintores intelectuales, mira, como Carlos Enríquez… o el chileno Matta… Yo no, yo solo sé pintar, yo pinto, y pinto mi manera personal de ver las cosas… eso sí, no me gusta repetirme… por eso cambio y creo evolucionar todo el tiempo.

Cuando cierro una etapa, no vuelvo atrás. Creo tener la capacidad de darme cuenta que algo ha terminado o que hay algo por hacer. A mis 90 años esa curiosidad no ha cambiado aunque sí, hay que darse cuenta que soy un pintor de dos siglos y que los amigos de aquella época maravillosa han ido desapareciendo y solo quedo yo.

Mira, cuando me dijiste que un Lam se ha vendido hace poco en Nueva York, ¿en cuánto?, ¿cuatro millones de dólares?, me da risa, porque me parece oír la voz de Lam al teléfono diciéndome: "Ferrer, ven para mi casa y tráeme un picadillo a la oriental como tú solo sabes hacer".

Es así como recuerdo a Lam, como al amigo y no el gran pintor célebre que es.

Ferrer, tratándose de un pintor cubano se impone una pregunta aun cuando sea un pintor abstracto, ¿qué hay de Cuba en su pintura?

Tampoco puedo responder a eso, tú sabes. Te dejo mirar los cuadros y después me dices. Algún crítico ha dicho que yo logré huir de lo folclórico, porque suponiendo que soy cubano (para los franceses soy un pintor cubano, aunque tenga la nacionalidad francesa desde 1979) debía pintar algo que me identificara con el trópico y esas cosas.

Yo he querido ser un pintor lo más universal posible, y tuve suerte de realizar mi obra aquí cuando París era la capital del mundo artístico. Quizás los críticos vean algo cubano en el empleo de la luz, los colores y cosas así, no sé decirte.

Mira, ahora mismo si todavía estuvieran vivos esos conocidos críticos franceses que se ocupaban de mi pintura dirían: "Ferrer ahora se consagra a la línea". Y ahí mismo todo el mundo correría a repetir eso, porque además, es verdad. Mira bien mis últimos trabajos, estoy obsesionado con la línea…

Y Cuba, Ferrer, la Cuba real, la de ahora, ¿le gustaría un día volver a Manzanillo después de 60 años de ausencia?

Mira, a veces hay reportajes sobre Cuba en la televisión francesa y no reconozco nada de lo que veo. Ah, claro que me gustaría volver a caminar por las calles de Manzanillo como cuando era niño. ¿Tú conoces la glorieta del parque de Manzanillo? En una época, sabes, hubo aquí en Paris representantes del Gobierno cubano que eran conocidos intelectuales, como Alejo Carpentier, [Roberto Fernández] Retamar, o el caricaturista Juan David. Pero ahora no conozco a ninguno de esos cubanos que vienen de allá; no son conocidos.

No sé si sabes que la Maison de l’Amérique latine se financia en parte con el dinero de los gobiernos de Latinoamérica. Pues me contaron los organizadores que invitaron al embajador de Cuba a mi exposición, y ni siquiera se dignó a responder a la invitación.

En Cuba siempre hubo mucho talento espontáneo y debe seguir siendo así. Además, ¿a qué artista no le gusta que su obra sea conocida por su gente? Me gustaría por eso que los cubanos de ahora vieran la obra que he hecho tan lejos de Cuba, pero eso no depende de nosotros, ¿no crees? ¡Yo he vivido en dos siglos pero no voy a vivir en tres!


Para acceder al catálogo de las obras más recientes de Joaquín Ferrer, pinchar aquí.

Más sobre su obra, aquí.

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