Hasta el próximo 21 de enero aún se podrá visitar en Madrid, en el Museo del Instituto de Crédito Social, la exposición de un arquitecto español que trabajó en obras emblemáticas en Cuba como el edificio FOCSA del Vedado.
Se trata de Martín Domínguez Esteban, que emerge de las sombras a las que fue condenado por el franquismo y el castrismo. Según recoge un exhaustivo perfil del diario español El País, vivió doblemente el exilio, tanto en la Isla como en su natal España. En ambos países su obra fue atribuida a otros.
Es el autor del conocido Hipódromo de la Zarzuela de Madrid, con sus espectaculares tribunas y las desafiantes cubiertas en voladizo, que forma parte de los anales de la arquitectura. También de la edificación habanera, tras inspirarse en Le Corbusier.
"Detrás de estas dos obras tan emblemáticas, tan estudiadas, tan diseccionadas, se esconde, curiosamente, un fantasma. Un nombre que no figura en los libros ni en las publicaciones especializadas. No es un error. Es el olvido al que dos dictaduras, la de Francisco Franco y la de Fidel Castro, condenaron a un hombre liberal e íntegro: el arquitecto vasco Martín Domínguez Esteban (1897-1970)", señala El País.
Recuerda que durante décadas, el hipódromo, proyectado en 1934, se adjudicó oficialmente al ingeniero Eduardo Torroja. Los otros coautores, Domínguez y Carlos Arniches, fueron borrados de la memoria.
Por su parte, el edificio FOCSA aparece asignado al arquitecto Ernesto Gómez Sampera. Domínguez vuelve a ser ignorado, esta vez en las guías de arquitectura cubana, incluso en la que editó en 1998 la Junta de Andalucía con las autoridades del régimen de La Habana.
Domínguez formó parte de una lista de arquitectos españoles condenados al exilio o al ostracismo tras la Guerra Civil en ese país. Muchos de ellos fueron "depurados", como Josep Lluís Sert, Manuel Sánchez Arcas, Félix Candela, Carlos Arniches o Arturo Sáenz de la Calzada, en lo que el diario español describe como el "desmantelamiento de la vigorosa arquitectura española de la primera mitad del siglo XX".
En el caso de Martín Domínguez, el exilio fue doble: primero a Cuba, con 40 años, y luego a EEUU, ya con 62.
En La Habana
Después de su llegada a Veracruz, México, Domínguez emprende viaje a EEUU. El barco hace una escala de dos semanas en La Habana, pero el arquitecto cambia sus planes y decide quedarse en tierra.
Según narra El País, en abril de 2017, el hijo del arquitecto exiliado, Martín Domínguez Ruz, explicó en la Escuela de Arquitectura de Cuba el proceso de creación del Hipódromo de la Zarzuela con las mismas diapositivas que usaba su padre.
Hacía 58 años que no pisaba su país natal, que dejó siendo adolescente. Experimentó sensaciones encontradas.
"Nunca había visto tantos policías y militares juntos. Pero luego dices… Dios, qué ciudad tan bella. Y el contacto con la gente no oficial es tan amable y tan cálido. Encontré muy pocas personas afectas al régimen", dice.
Decidió regresar para buscar las huellas de su padre en la Isla, sobre todo las viviendas públicas que desarrolló en diferentes barrios habaneros. Sin embargo, ninguno de los expertos lo ayudó.
"Sus carreras peligraban. Resulta que el que hizo esos planos no fue un hombre nuevo guevarista, sino un señor liberal y demócrata, salido de Cuba y denominado después 'gusano'. Así que ahora los autores han pasado a ser arquitectos revolucionarios del Instituto Nacional de la Vivienda. Cambiar el relato va a ser difícil", argumenta.
Una Cuba diferente
La Cuba que conoció Martín Domínguez padre era muy diferente: efervescente, con una economía boyante y una agitada vida cultural.
En aquella época el artista se topó con un obstáculo: el Colegio de Arquitectos se negó a reconocer su título profesional.
"Fue por corporativismo. En mi certificado de nacimiento, de 1945, figura que soy hijo de Josefina Ruz, secretaria y trabajadora del hogar, y de Martín Domínguez Esteban, decorador de interiores. Se presentaba así, con su guasa", dice Domínguez hijo.
No obstante, Domínguez pronto empezó a destacar. Se asoció con otros arquitectos y firmó los planos como tesorero o como ingeniero.
Con Miguel Gastón construyó para el grupo de comunicación CMQ, el más importante de Cuba, el edificio Radiocentro, en el propio Vedado (hoy el ICRT). Terminado en 1947, fue el primer complejo multifuncional del país, con comercios, oficinas, estudios de radio y televisión y el cine Warner (hoy, Yara). Walter Gropius, el fundador de la Escuela de la Bauhaus, lo alabó en una visita a La Habana, destaca El País.
El diario español puntualiza que precisamente para dar alojamiento a los empleados de la emisora surge el proyecto más audaz de Martín Domínguez en Cuba: el edificio FOCSA (Fomento de Obras y Construcciones, SA), realizado con Ernesto Gómez Sampera.
El edificio, de 39 plantas (en su momento era el segundo más alto del mundo en estructura de hormigón), se planteó como una pequeña ciudad autosuficiente, siguiendo los parámetros de Le Corbusier, uno de los grandes referentes de Martín Domínguez, y a quien conoció personalmente en la Residencia de Estudiantes en Madrid.
El inmueble se estructuraba en dos alas que partían de una charnela central y su juego de niveles constituía un alarde técnico. El FOCSA debería haber recibido la medalla de oro del Colegio de Arquitectos de 1957, pero el asalto al palacio presidencial provocó la cancelación de la convocatoria.
La enciclopedia oficial Ecured da la autoría del FOCSA solamente a Gómez Sampera, no menciona a Domínguez Esteban. No hay entrada alguna dedicada a él.
A finales de abril de 1960, el arquitecto abandonó La Habana en un barco rumbo a Miami, con su esposa y su hijo, de 15 años, con un carro, ropa, fotos, 150 dólares por persona y un libro que cada uno escogió de la biblioteca familiar.
"Pasamos una noche en Miami. Yo quería quedarme más tiempo, teníamos familia, pero mi padre me dijo: 'No nos quedamos ni un momento más de lo necesario. Tu madre y yo nunca volveremos a Cuba. No quiero vivir de añoranzas y de falsas expectativas. No vamos a mirar atrás. Siempre adelante", cuenta Domínguez Ruz.
Cuando llegaron a Nueva York, su padre —ya con 62 años— consiguió otro puesto de profesor al norte del Estado, en la Universidad de Cornell, en Ithaca, que definía como "una Siberia con ínfulas modernistas".
Se reinventó y se volcó en la docencia. También trabajó como consultor en programas de viviendas en Latinoamérica y proyectó la preciosa casa Lennox, en Rochester, su última obra.
"Mi padre afrontó el segundo exilio con su sentido del humor y su integridad intactos. Tenía una fortaleza de carácter inusual. En Ithaca, pese a las bajas temperaturas, siguió tomando su ducha de agua fría todas las mañanas", recuerda Domínguez Ruz.
Sin embargo, detrás de su humor y su elegancia, siempre pervivió en él ese "hambre constante del exiliado" que mencionan las tragedias griegas, y que en el fondo nada pudo saciar.
Un premio anual con su nombre recuerda a Martín Domínguez en la Universidad de Cornell, que le dedicó en su día una gran exposición. La de Madrid: Arniches y Domínguez. La Arquitectura y la vida es la segunda.
"Nuestro objetivo ahora es hacerla en La Habana", declara entusiasta a El País el profesor Pablo Rabasco, también tras el proyecto. "Será la mejor manera de cerrar el círculo". Y borrar el olvido, concluye.