El documental Nadie, de Miguel Coyula, fue presentado este diciembre dos veces en La Habana. La segunda con una actualización sobre la muerte de Fidel Castro y bajo amenazas hacia los responsables de la galería El Círculo, que lo puso. Ni en sueños el Festival de Cine lo hubiera considerado para exhibirlo y, sin embargo, fue una de las mejores obras que se vieron durante el mes en la ciudad.
Se trata de un homenaje al poeta Rafael Alcides, un hombre que ha dicho de manera muy llana lo que realmente piensa sobre el Gobierno, como si esto constituyera un acto muy natural y no una temeridad en Cuba. Alcides conoció en los inicios el entusiasmo por la Revolución (y aún defiende, de hecho, la utopía primigenia). Pero al decepcionarse de ella, decidió continuar actuando según su parecer, declarándose en última instancia opositor independiente (él es su propio partido). Voluntariamente, quien fuera un autor "confiable", se apartó de las instituciones para expresarse libremente, y luego estas no tuvieron dificultad en apartarse de él, encontrando un día su esposa que le estaba prohibido entrar en el país los libros de Alcides (que ella misma había sacado en su maleta en ese mismo viaje).
El caso del poeta es representativo de un grupo de cubanos que una vez creyeron en el sueño de la Revolución —e incluso aspiraron al desinterés al apoyarlo—, para luego desengañarse y hoy andan por ahí, como avergonzados de su ingenuidad, tratando de adaptarse como pueden al juego de simulaciones que no veían. La mayoría guarda silencio. No así Alcides, que opina que Fidel Castro fue un romántico a quien más tarde corrompió el poder.
No encontraremos aquí los fáciles extremos de la propaganda, sino complejidades más humanas —dichas con una rectitud insensata, quizás, y sin embargo, mucho más creíble que la candidez reiterativa de cierta izquierda—: Rafael Alcides piensa que Fidel Castro fue un dictador, discute con su fantasma, y ha pagado el alto costo de decir esto en público, pero al mismo tiempo sintió su muerte como quien despide una vieja ilusión.
Pero Nadie es además (o sobre todo) la obra de un artista. De uno de los cineastas más talentosos que tenemos. Si el tema fuera una nimiedad (que no lo es), valdría la pena verlo solamente por su felicidad estética, por la manera habilísima en el que el autor emplea del lenguaje audiovisual e incorpora la voz del poeta a la narración.
Miguel Coyula es un ave muy rara dentro del panorama cinematográfico general. No solo hace cine de autor, sino que rechaza al unísono las concesiones a la censura y a la industria. Puede ejecutar casi todos los elementos de la obra él mismo, aspirando a la autonomía de un escritor.
Una determinación interesantísima en los tiempos que corren, cuyo progreso vale la pena seguir.