La Habana y Tenerife (Islas Canarias) son los escenarios donde se desarrolla la acción de Paisaje de otoño, la novela de Leonardo Padura que es llevada al cine por el cineasta catalán Félix Viscarret, en largometraje para las salas cinematográficas y dos capítulos para la TV española.
Última de la tetralogía comenzada por el escritor cubano en los años 90 del pasado siglo bajo el título de Cuatro Estaciones —Pasado perfecto (1991); Vientos de Cuaresma (1994); Máscaras (1997) ; Paisaje de otoño (1998)— y comienzo de la saga del melancólico, descreído y nostálgico detective Mario Conde, el rodaje, que comenzara en agosto en Tenerife, siguiera por locaciones muy puntuales en La Habana —Instituto de La Víbora, playa de Marianao— terminará este septiembre en Tenerife, con la participación de los actores cubanos Claudia Monteagudo (Miriam) y Jorge Perugorría (Mario Conde).
Armando Miguel (protagonista en Melaza), Jorge Treto, Carlos Almirante, Miguel Porto y Enrique Molina, entre otros conocidos actores cubanos son algunos de los que intervienen en el filme, junto a destacados intérpretes españoles.
El caso que ocupa a Mario Conde esta vez gira alrededor de Miguel Forcade, aparecido como cadáver en la Playa del Chivo. Forcade, recuperador de bienes malversados en los años 60 (sobre todo, de bienes artísticos), marcha inesperadamente al exilio miamense en 1978, para regresar en los 90, ser asesinado con alevosía y sospechas de estar involucrado en robos de obras de arte.
Busquen a la chica
Para Claudia Monteagudo (Boccaccerías habaneras, Melaza) este es su primer papel de importancia, como segunda figura, en el cine. "Un personaje complicado, rico, alguien que sabe desde el principio lo que ha pasado, es cómplice pero desvía la atención de Conde todo el tiempo, achacando a cuestiones políticas los robos de obras de arte: usa su belleza y encanto para seducir y distraer al detective, quien llega a obsesionarse con ella", comenta.
—¿Cómo te llevas con el director?
—Siento la presión de todas las expectativas que se han creado alrededor de este personaje, pero me siento confiada. Viscarret es comprensivo, delicado, deja hacer, da plena libertad para llevar adelante el trabajo. Equilibrista entre dos mundos, donde el secreto y lo no dicho es fundamental, Miriam es una mujer con culpa y sin arrepentimiento, desclasada para los afectos. Se atreve en un entramado de sutilezas, engaños, traiciones que la hacen un personaje compacto, fluido y soberbiamente escrito, en clave de realismo poético.
—¿Y con el equipo?
—¡Muy bien! Ya hicimos el primer desnudo con Pichi [Jorge Perugorría], una ensoñación que él tiene con Miriam y no hubo que repetir tomas. El director quedó muy complacido: todos fueron muy atentos.
El regreso de Forcade
El balance político y social de los años 90 cubanos, un tiempo de barbarie al que se siente obligado el escritor a dar una respuesta ética, signa lo esencial de lo circunstancial: el regreso de Forcade se utiliza para ajustar cuentas y decir la verdad.
Un Mario Conde cínicamente lúcido, demolido por el ciclón de una historia adversa, desencantado de las ideologías redentoristas, vive el presente, la vida que le toca. Miriam parece llegarle del otro lado de los sueños, aunque es la auténtica vida la que confronta.
Suspense, una emoción moral y/o sensual, la ambivalencia del vínculo, a la vez, erótico y fúnebre que une a Miriam con Forcade: la sospecha se irá diluyendo paulatinamente a favor de una certeza bien fundada. El pathos de esta historia, no tan brillantemente trabajada en la forma y la expresión como Máscaras (1997), en lo literario, tendrá a su haber la habilidad del guionista (el propio Padura) para exponer el tránsito de los exilios y la intolerancia sobre las esperanzas, tanto de los pobres como de los ilustrados.
El director
Ganador de la Biznaga de Oro en el X Féstival de Málaga por su primer largometraje, Bajo las estrellas, y el Goya, en 2008 al Mejor Guión Adaptado (a partir de la novela El trompetista del Utopía, de Fernando Aramburu), en 2009 Félix Viscarret realiza un documental de 20 minutos, El Canto del Loco Personas, sobre la banda de música de igual nombre, que ha tenido singular relevancia por sus aportes al género.
Cordial y enamorado de Cuba, Viscarret gozó de un inusitado hermetismo alrededor del filme y su rodaje en La Habana, donde hubo lugares en los cuales no le dejaron filmar —la central de la policía, por ejemplo. Decir que era un filme sobre la novela de Padura bastaba para levantar suspicacias y recelos. Así las cosas.
¿Excluir al testigo?
Padura, que apenas imagina, solo recuerda, ve, investiga y luego cuenta lo que sucede en su entorno con claridad y sencillez extremas, con frases verdaderas, ha conformado, de una a otra obra, una entrañable galería de personajes de a pie, atrapados y en desigual lucha ante la adversidad.
En la saga de Mario Conde reencontramos una y otra vez los mismos motivos, ritmos e imágenes esenciales: antihéroes excesivos, escenarios de colores vivísimos, pesquisas interminables, indolente burocracia, presencia del milagro de la amistad, posibilidad-probabilidad acechante de la muerte y una convicción a lo Chesterton fundamental: "salimos a buscar lo que ya hemos encontrado". Virtudes comunes y elementales como la curiosidad, el valor, la esperanza, la solidaridad son a menudo puestas a prueba en sus novelas como testimonios de gente dormida que ha olvidado los ideales que permiten discernir entre usos y abusos. Instintivo y observador, al agente cubano le basta con estar vivo.