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Libros

Agustín de Rojas: ¿reedición o redención?

Dos libros bastan para hacer de la Feria del Libro el gran suceso literario que muchos lectores cubanos aguardamos.

La Habana

Dos libros bastan para hacer de la XXIV Feria del Libro el gran suceso literario que muchos lectores cubanos aguardamos por años.  Hablo de la reedición de las dos novelas del autor santaclareño Agustín de Rojas Anido (1949-2011): su primera obra publicada, Espiral (Premio David, 1980), y su última novela, El publicano (Premio Dulce María Loynaz, 1997). 

Fueron necesarios 34 años para que las editoriales retomaran la primera (en este caso, la reedición corre por Letras Cubanas), y dieciocho años para la segunda (editada en el 1997 por Letras Cubanas y devuelta a los lectores gracias a Ediciones Sed de Belleza, la editorial provincial de la Asociación Hermanos Saíz de Villa Clara), aun cuando cada libro, en su momento, se agotó de inmediato en librerías.  

Espiral, editada por Miguel Barnet  bajo el sello de Unión, en 1981, se había convertido ya en un incunable; un libro tan elusivo que no existía ni para leer en la biblioteca  provincial en nuestra ciudad natal Santa Clara, y ni su autor poseía un solo ejemplar desde hacía varios lustros. El publicano correría suerte similar  pues, como  Espiral, contó con la mínima tirada de unos 1.000 ejemplares.  

Ambas novelas, situadas en los extremos de la obra publicada de Agustín de Rojas, fueron escritas dentro del increíble corto período de 15 años,  en cual también publicó otras dos monumentales novelas de ciencia ficción —Una leyenda del futuro (Letras Cubanas, 1985) y El año 200 (Letras Cubanas, 1993)—, dos libros de ensayos —Catarsis y sociedad (Capiro, 1991) e Historia del Teatro I: de los orígenes al Medioevo (Capiro, 2001)—, una novela corta —Arena, inédita, escrita en el año 1990 con la que se anticiparía en todos los aspectos a la corriente del realismo sucio tan lucrativa y en boga durante toda esa década (y tal vez por lo mismo no insistió en publicarla)— y muchas, muchas cuartillas de reflexiones sobre ética, historia, mitología, dispersados en revistas de poca circulación o publicaciones digitales,  unidas a los capítulos de novelas inconclusas (como Detrás del espejo, la cuarta de ciencia ficción, o el ingente compendio de Vida de Cristo, del que El publicano formaría parte). ¿Cuántos autores cubanos  han generado tanto con tal calidad e impacto en sus lectores y en tan poco tiempo?

Sin embargo, como expondría Rubén Artiles,  uno de los pocos escritores que —fuera del gremio de la ciencia ficción— estaba consciente de la magnitud del legado del autor de Una leyenda del futuro (Letras Cubanas, 1985),  ¿por cuánto años fue minimizada su obra por la crítica y las editoriales? Artiles dejó constancia sobre este silencio ominoso en su artículo "Agustín de Rojas o la paradoja de la anticipación", escrito en julio de 2011, apenas dos meses antes de la partida definitiva del creador de los cosmogrupos. 

Lo confirma, por ejemplo, que de los más de 20 textos publicados en el monográfico dedicado a Agustín de Rojas en la revista Umbral, de la Editorial Capiro, solo tres fueron hechos con anterioridad a su muerte: la entrevista de Luis Machado Ordex: "Agustín, un 'loco' despierto en la cultura cubana";  "La parodia lúdica, un complejo modo de sonreír", de Ernesto Peña sobre un análisis de El republicano, y el mencionado artículo de Rubén Artiles.  

También siguen frescas en mi memoria  —y en la de los cinco jóvenes narradores que llegamos en aquel verano del 2002 a Santa Clara, como parte del Taller Espiral, a celebrar el primer Encuentro de Ciencia ficción y Fantasía Villaficción,  las consecuencias de haber querido homenajear al novelista más admirado del género en el país: no pocas reprimendas de instituciones miopes, la cancelación de la siguiente edición del encuentro (por considerarlo un "evento importado sin interés para la provincia") y las insinuaciones de directivos de la Asociación Hermanos Saíz a distintas instancias sobre las negativas implicaciones de poner en el centro de nuestra actividad a una figura de tan dudosa reputación política.

Mucho se ha escrito de Agustín tras su muerte: acerca del impacto en los escritores jóvenes, de su probada vocación de maestro, de su descomunal cultura, científica y artística, que lo hacían un homo universalis renacentista en pleno siglo XXI, de su incuestionable calidad humana.  Y no me extenderé en ello, porque no creo que una sola persona pueda resumir todo lo que significó para la vida de tantos. Las obras que nos ha dejado harán su propia labor, más allá de las circunstancias y las opiniones. Porque si los clásicos son aquellas obras que nunca se han leído del todo, aquellas que uno dice "estoy releyendo a…", Agustín de Rojas, es desde hace mucho tiempo, un clásico de las letras hispanas.

Quizás, como pedía Artiles en su artículo, hemos llegado al momento en que la obra de Agustín sea validada, ya que está siendo, finalmente, reeditada más allá de conveniencias políticas, "con todo el rigor que amerita", colocándolo en "el parnaso de los grandes", a ese autor que nunca en vida reconocimos como uno de los pocos cubanos capaces de escribir auténticos best seller. Tal vez, la publicación reciente por una editorial estadounidense Restless Book (2014), de Un leyenda del futuro, en español e inglés, haya tenido alguna influencia, nunca se sabe.

Lamentablemente, ni Agustín ni Artiles podrán ya disfrutar las bondades de esta Feria. Y ello, por sobre la alegría de volver a ver Espiral entre las manos de los lectores y de los jóvenes autores que buscaron por años la primera novela de la ciencia ficción hard cubana, y de la satisfacción que produce que vuelva a circular  una de las ficciones históricas mejor documentadas y noveladas de la vida de Cristo jamás escrita,  no deja de empañarnos el momento.  

Ver reeditados Espiral y El publicano, cual alfa y omega de su obra, podría entenderse también como que, finalmente,  las instituciones han decidido "perdonar", de principio a fin, las viejas faltas ideológicas en vida de alguien que, por sobre todas las dudas, fue un gran escritor; que las letras cubanas han decidido redimirlo.  

No confundirse: las únicas que con estas reediciones están de algún modo logrando la redención  son las propias instituciones, las editoriales y la cultura cubana.  Pero solo Agustín de Rojas, quien fue como su Yoshua barAbba, incapaz de aprovechar "las ventajas de la política, la utilidad de las concesiones y los compromisos",  tendría suficiente amor para perdonar tan larga falta.

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