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Centenario Virgilio Piñera

Freud y Piñera

Piñera dedicó un ensayo al psicoanálisis, y convendría una crítica psicoanalítica, no solo de Piñera, sino del grupo Orígenes y de otras zonas de la literatura cubana.

Gainesville

En los últimos años la teoría cultural ha avanzado considerablemente en cuanto a la historia de la institucionalización del psicoanálisis en América Latina, así como en algunos países poscoloniales. Estudios como Freud in the Pampas: The Emergence and Development of Psychoanalytic Culture in Argentina (Stanford, 2001) de Mariano Ben Plotkin, Freud’s Mexico: Into the Wilds of Psychoanalysis (MIT, 2011) de Rubén Gallo, Psychoanalysis in Colonial India (Oxford, 2001) de Christine Hartnack, o el más reciente Marx and Freud in Latin America (Verso, 2012) de Bruno Bosteels, han sido algunos de los estudios que han comenzado a definir el marco de los imaginarios del psicoanálisis en las periferias.

Aunque estos estudios tienden a ser diversos, tanto en las preguntas que buscan responder como en las metodologías con que se enmarcan sus proyectos, no hay dudas que una de las ideas que comparten es el interés por redescubrir las huellas del psicoanálisis más allá del propio Freud y de sus secuelas occidentales. De ahí que estos estudios se propongan investigar lecturas alternas, muchas veces disonantes del propio pensamiento freudiano, pero que a su vez enriquecen el campo del saber psicoanalítico. No es contradictorio, entonces, que el creciente interés por Freud y el psicoanálisis en la rama de los estudios culturales, coincida con la crisis de legitimidad que esta disciplina viene sufriendo a nivel clínico en las últimas décadas.

Principalmente por esta razón es que se debería releer el texto menor "Freud y Freud" que el escritor cubano Virgilio Piñera publicara en la revista habanera Ciclón en noviembre de 1956. Además de poder situar este ensayo en las importantes discusiones sobre los lectores y aplicación político-cultural que aportan estudiosos como Rubén Gallo en el caso mexicano o Plotkin en el caso argentino, el texto de Piñera nos remite puntualmente al problema del futuro del psicoanálisis.

Piñera comienza imaginando en aquella nota sobre Freud lo poco creíble que el psicoanálisis, como método psicoanalítico y cura científica, resultará en un plazo de cien años. Piñera incluso llega a afirmar que el psicoanálisis podría resultar uno de los grandes fraudes científicos de la historia, pues carecería de toda base empírica y racional. Lo curioso es que la crítica de Piñera al psicoanálisis no solo ofrece esta visión conjetural de la disciplina, sino que también la supera con una defensa del psicoanálisis a través de la hermenéutica de los sueños, la cual Piñera defiende en la segunda parte de su ensayo.

Y es que si el psicoanálisis tiene muy poco futuro como disciplina "científica", como corolario aporta mucho a la rama de la estética. Según Piñera, Freud vendría siendo un gran artista que, a la manera de un escultor, trabaja desde la interpretación de los sueños. En este futuro que él imagina, el psicoanálisis pasa por una transformación que va de la ciencia al arte. La inmortalidad del psicoanálisis y de Freud pasa entonces a ser la interpretación de esa materia insoluble que son los sueños. Es decir que si los sueños son productos del sujeto, la interpretación de ellos se convierte en un trabajo tan intenso estéticamente como el arte mismo del soñar.

No hay dudas que la argumentación de Piñera le debe mucho al pensamiento de Jorge Luis Borges, quien en numerosas ocasiones se refirió al psicoanálisis como una de las formas de la mitología moderna. Al igual que Borges, en donde realidad y ficción convergen en un mismo plano, la interpretación de los sueños para Piñera supera la materia misma del sueño (Refiere una imagen al estilo Pigmalión, donde la obra llega a sobrepasar el original).

 

Tampoco hay dudas que la interpretación que hiciera Piñera en ese momento del psicoanálisis sigue siendo muy actual, no solo con el giro lacaniano que pone énfasis en el orden de las imágenes simbólicas del sueño, sino también por estar en sintonía con la lectura entre psicoanálisis y estética que ofrece Jacques Ranciere en su libro El inconciente estético.

Es curioso que en el ámbito latinoamericano, José Carlos Mariategui haya llegado a la misma conclusión en su ensayo "El freudismo en la literatura contemporánea" (1926), publicado tres décadas antes: "Aunque las resistencias al psicoanálisis no son, según Freud, de naturaleza intelectual, sino de origen afectivo, cabe la hipótesis de que, por su inspiración subconsciente, por su proceso irracional, el arte y la poesía tenían que comprender, mejor que la ciencia, su doctrina".

El futuro del psicoanálisis, al cabo casi de medio siglo, pareciera darle la razón a la hipótesis de Virgilio Piñera. Por una parte, ha dejado de ser una disciplina clínica en buena parte del mundo (curiosamente salvo en Argentina, país donde residió Piñera durante los dos términos peronistas 1946-1955, y donde posiblemente conoció por primera vez las ideas de Freud). Por otra, el psicoanálisis ha inundado las disciplinas universitarias más diversas como la historia del arte, los estudios culturales, el pensamiento político, el film analysis, y los estudios visuales. Piñera en el aquel temprano ensayo post-peronista desecha una disciplina, pero al mismo tiempo imagina un modelo de interpretación estética e incluso un modo de creación.

La narrativa misma de Piñera, sobre todo la que fue escrita durante su estadía en Buenos Aires, como la novela La carne de René (1952)y Cuentos fríos (1956), pueden ser leídos desde las categorías del psicoanálisis clásico o desde sus derivaciones lacanianas. Cuentos como "El infierno", "La caída", o "La carne", leídos bajo el signo de lo absurdo por estudiosos como Thomas Anderson o Reinaldo Laddaga, cobrarían otra luz a partir de su correspondencia con lo fantasmático, el objeto-a del deseo, o la descomposición corpórea como instancia de lo Real.

"En el insomnio" fue el primer relato de Piñera publicado en Anales de Buenos Aires, mítica revista que dirigía Borges en la década del 40. Además de ser una reescritura de un poema del autor de Ficciones ("Insomnio", escrito en 1936 y recogido en El otro, el mismo), esta parábola trabaja con el tema de la inmortalidad del sueño y la superación de la realidad. El final del cuento, donde un disparo acaba con la vida del sujeto pero no con su insomnio, puede ser leído desde el psicoanálisis como la imposibilidad de quien intenta superar la estructura simbólica. Ese abismo del sujeto, que en el relato de Piñera aparece codificado bajo el topos borgeano del insomnio, deviene como el encuentro con lo Real.

Aunque esta es una posible línea a desarrollar, otra mucha más ambiciosa sería la que intente pensar los proyectos, estéticas, y figuraciones del campo letrado cubano dentro de una orientación metodológica guiada por el psicoanálisis. Éste sería el paso lógico a seguir en la crítica psicoanalítica latinoamericana: pasar de los estudios de la recepción a posibles modelos experimentales del análisis literario. (El origenismo, en sus conjuntos rituales, ofrecería un insuperable laboratorio de hipótesis.)

En las letras cubanas, este proyecto podría comenzar tomando como punto de partida la observación que Lorenzo García Vega hiciera de Virgilio Piñera y de José Lezama Lima en El oficio de perder: "Y hubiese sido bueno que Lezama, consecuente de sacarse el alma del culo, analizara existencialmente (tal como Virgilio Piñera intentó hacer con su realidad) esa analidad de los ceremoniales origenistas… Y es que Lezama, al no emprender, o no poder emprender, el análisis existencial, cayó en la paradoja de mirar la analidad con lugares comunes de ese Freud al cual siempre rechazó. (Recordemos la anotación de primerizo colegial freudiano, en el Diario de Lezama: 'El complejo de castración del temor a ser devorado durante el ocio, es decir, también del temor a la vagina dentada')".

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