Todo en el cubano José Lezama Lima (1910-1976) fue "sui generis", expresión latina que vale por especial, particular o distinto. También lo es el ingente trabajo exegético que sobre su vida y obra ha realizado el investigador cubano —ahora profesor en Valencia— Iván González Cruz. Se presentó en la Casa de América la segunda parte de su inmenso trabajo Diccionario. Vida y obra de José Lezama Lima, editado por la Universidad Politécnica de Valencia, y cuya también enorme primera parte se publicó en 1999. En forma de diccionario, estamos ante un ciclópeo trabajo —años y años de investigación— cuyo fondo es el plural, rico, abrumador y a menudo difícil universo lezamiano. Quienes sepan, no se lo pierdan.
Lezama, recordado por ser el alma de la revista Orígenes, por su gordura y su afición a los tabacos, su amistad con Juan Ramón Jiménez o María Zambrano, por su ingente barroquismo, su asma (como Proust) y un capítulo homoerótico y casi porno de su célebre Paradiso —una de las grandes novelas del "boom" ante la que se rindieron, cautivos, Cortázar, Cabrera Infante o Severo Sarduy—, fue además poeta y ensayista numeroso. Pero sus disquisiciones (Analecta del reloj, Introducción a los vasos órficos o Las eras imaginarias, entre otras) superan con mucho la hechura del ensayo académico.
Hombre de voraz e inmensa cultura, sin ser especialista en nada, Lezama fue especialista en todo, y así su obra entera —y más la ensayística— combina en una prosa barroca, opulenta, a veces hermética pero vigorosamente viva, desde las culturas extremorientales hasta los diapasones de la negritud, pasando por la Grecia clásica o el Siglo de Oro español: Sierpe de don Luis de Góngora.
En realidad, Lezama es un Góngora americano del siglo XX, esto es, más complejo aún. Dada la trivialidad e ignorancia de la mayor parte del público actual, y de la hortera baratura ignara que pregonan los mass media, ofrecer el ejemplo de Lezama debe parecerse mucho a la voz que clama en el desierto. Pero ¿qué sería del hombre sin esa voz?
Lo dije y con cierto orgullo lo repito: Lezama es difícil, y la mayoría (desdichadamente) naufragará en su lectura, pese a su prosa caudal y sensitiva como un Amazonas de la mente. Lezama es una mina de oro y diamantes, vetada por frondas y lianas tupidas. Cuando el nivel intelectual suba —si vuelve a ocurrir—algunos verán con la maravilla de Alí Babá, cuánto había dentro. Qué gigantesca y sabrosa comprensión de la vida, de la metafísica, de la historia cultural, de las pulsiones del sexo.
Mientras el nivel educacional siga (salvo excepciones) en la ciénaga de los patos, Lezama será una fértil leyenda —sus mil anécdotas, su forma de hablar, su voracidad— pero también un paraíso prohibido o dicho mejor, un imposible turrón para las mandíbulas no entrenadas.
Saber hoy, no es conocer datos (se pueden buscar) sino poder interrelacionarlo todo. En ello Lezama Lima no fue un maestro, sino un genio. Lo más raro: hasta lo dice Juan Goytisolo, con lo que le cuesta soltar prenda. Escribió Lezama: "Sólo lo difícil es estimulante". Así sea.
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Luis Antonio de Villena nació en Madrid en 1951. Es autor de una extensa obra poética publicada en libros y recogidas en varias antologías: La belleza impura. Poesía 1970-1989 (Visor, Madrid, 1995), Alejandrías (Renacimiento, Sevilla, 2004) y Honor de los vencidos (1972-2006) (Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2008). Narrador y ensayista, ha traducido poesía de Joachim du Bellay, Miguel Angel Bounarotti, Paul Verlaine y Ted Hughes.