¿Por qué dijo Julio Cortázar "te cambio Rayuela y todas las otras por Paradiso?" Ah: era la extrañeza que había nacido aquí. Ya no había que ir a buscarse un abanico chino (o bien: ¿qué chino hubiera podido fabricar ese abanico?). De hecho, ahora era un Caillois el que se quedaba con la boca abierta, preguntándose: "Pero, ¿y esto?". Un puente, un gran puente. Lo irreductible, aquí nacido, como un paleontológico cigoto bezoar, riendo con risa de niño-viejo (risa de mendrugo, de almendra corrugada). Una vez que eso ha nacido (y ha nacido aquí), una vez que hay José Lezama Lima (que hay Felisberto Hernández, que hay Lorenzo García Vega), se ha abierto una puerta invisible en la humareda del mediodía. Se ha renovado radicalmente lo ontológico-poético, ha vuelto a aparecer (oh sorpresa) el genio de lo ingenuo y la ingenuidad del genio. No un "saber" o una "técnica", no una "medida" o un "canon". Eso. Eso que deslumbró a Cortázar, iluminándolo y deformándolo en el oscuro espejo de la poesía. Más poderoso que toda sintaxis. Más inimitable que toda mueca estilística. Paradigma de sí mismo y, siéndolo, con intensidad inoída, ya no palabra o tamborileo premeditado (como en tantos versos que son sólo hilos de letras), sino extrañeza esencial, naturaleza que subsiste, soberana. Que dice: aquí, la Forma. Que raya, como rayó el propio Lezama Lima: "Sólo hombre yo". No yendo hacia lo pequeño, sino viniendo del Todo.
Rogelio Saunders nació en La Habana en 1963. Poeta, narrador y ensayista.