Es harto conocido el afán del régimen cubano por apropiarse del legado martiano. El discurso del castrismo se aferra a lo que le conviene del ideario del Apóstol, en este caso lo relacionado con su antiimperialismo y la repercusión internacional que tendría la independencia de Cuba, pero se hace el de la vista gorda ante los reclamos del héroe de Dos Ríos por fundar una república liberal y democrática.
Ahora se convoca a la VI Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo, un evento basado en una de las ideas expresadas por Martí. Los gobernantes cubanos aprovechan la ocasión para invitar al evento, además de auténticos estudiosos de la obra martiana, a representantes de la más rancia izquierda internacional, que en el fondo nada tienen que ver con la verdadera prédica del más universal de los cubanos.
La idea martiana del equilibrio del mundo aparece en el Manifiesto de Montecristi y en la carta a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal (que algunos la clasifican como su testamento político), documentos escritos por Martí en territorio quisqueyano cuando estaba a punto de partir para Cuba, en unión de Máximo Gómez y otros patriotas, e incorporarse a la guerra independentista que él había organizado.
Aquí Martí habla, entre otras cosas, "del servicio oportuno que la independencia de Cuba prestará a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo".
Es decir, que las actuales autoridades cubanas han celebrado ya cinco conferencias para analizar y discutir lo relacionado con las ideas de Martí acerca del equilibrio del mundo, pero nunca se les ha ocurrido vincular el legado del Apóstol con un hipotético equilibrio de Cuba.
Porque si algo destaca en el actual panorama cubano es el tremendo desequilibrio político e ideológico que existe en nuestra sociedad. Un desequilibrio que se manifiesta en la tiranía de un partido político que no deja ningún espacio para que otras formaciones políticas puedan actuar, así como la eternización de las mismas figuras, sin someterse a un auténtico escrutinio popular, en la conducción del país.
Y, en verdad, hay mucho que escoger en la obra martiana para contraponerla a la actuación de los que falsamente se dicen seguidores de su doctrina. En el propio Manifiesto de Montecristi, al referirse Martí a las dificultades derivadas de las guerras de independencia en las naciones latinoamericanas, donde en muchos casos gobiernos artificiales llevaron a la anarquía o a la tiranía, recalca lo que él desea para Cuba: "Desde sus raíces se ha de constituir la patria con formas viables, y de sí propia nacidas, de modo que un gobierno sin realidad ni sanción no la conduzca a las parcialidades o a la tiranía".
Tres años antes de la redacción de este manifiesto, cuando fundó en 1892 el Partido Revolucionario Cubano con el objetivo de organizar la guerra necesaria contra el colonialismo español, Martí también dio muestras de un sentir que se alejaba del establecimiento de un partido gobernante que desequilibrara el accionar político de la sociedad.
En el Artículo 5 de las bases del referido partido se plantea: "El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre".
Queda claro entonces que si se siguiera fielmente el legado martiano acerca de las características que debía poseer la República que él había soñado, se estaría avanzando también en el camino que conduce al equilibrio de Cuba.
¡Excelente artículo Señor Freire!