El nombre de Carlos Aldana, "ideólogo" del castrismo durante la caída del Muro de Berlín, está relacionado con el teatro, y no solamente por la posible dotación histriónica del considerado "tercer hombre" de la cúpula del régimen en esa época, sino además por actuar como eje de la reunión de los estudiantes de Periodismo con Fidel Castro, a partir del estreno de La opinión pública en La Habana, donde al comandante le dijeron en la cara hasta del mal que iba a morir.
Aldana falleció el pasado miércoles en la Isla, según informó el medio independiente Café Fuerte, y su deceso no importó nada a los medios oficiales, aun cuando a finales de la década de los 80 desempeñó un papel clave, el de hacernos creer que había una transición en marcha, o al menos una Perestroika, algo que nunca ocurrió.
Según el citado medio, el hombre que en aquellos años fue jefe del Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR) murió en La Habana a los 82 años, afectado por neumonía y otras complicaciones derivadas del padecimiento de Parkinson.
"Orientación Revolucionaria" es una aberración, al igual que decir que una persona es "ideólogo" en un país, pero eso ocurrió en Cuba, donde el realismo socialista se convirtió en un surrealismo tropical totalitario.
En 1987, los estudiantes de Periodismo de la Universidad de La Habana fuimos convocados extrañamente a ver una obra de teatro en una de las salas más importantes de la capital, la Hubert de Blanck, sede de Teatro Estudio, donde importantes directores como Berta Martínez y los hermanos Raquel y Vicente Revuelta hacían sus montajes.
Era raro que una "orientación del Partido" (Partido Comunista de Cuba, por su condición de único) nos llevara a Teatro Estudio.
El verdadero objetivo de la convocatoria se supo después. Fuimos meros conejillos de Indias. Se trató de un experimento de Fidel Castro que casi se le va de las manos.
Europa oriental comenzaba sus cambios definitivos y ya se estaba preparando la caída del Muro del Berlín, pero Castro no tenía bien claro hacia dónde dirigir sus pasos. De lo que sí estaba convencido era de que no soltaría prenda.
Una obra teatral como La opinión pública, escrita por el dramaturgo y poeta rumano Aurel Baranga y publicada en 1967, no debía pasar de largo sin precisamente la "opinión" de los estudiantes de Periodismo.
Sobre todo porque la acción se desarrollaba en la redacción de un periódico donde se decidían objetivos editoriales, algo que Castro, como debe suponerse, asumió con profundo celo.
La idea fue llevar a los estudiantes a un deliberado experimento para el que se prestó el entonces director del DOR.
El zorro Carlos Aldana, un personaje en quien de cierta manera depositamos —quizá por ilusión necesaria— el rol de un Mijail Gorvachov caribeño, fue el intermediario.
Al final de la función hubo un intenso debate sobre el papel de la prensa, mientras los enviados de Aldana tomaban notas que luego fueron enviadas a una de las antiguas mansiones del Vedado, donde radicaba un siniestro aparato de espionaje denominado Oficina de Opinión del Pueblo (no me costa que este organismo llevara siglas).
Pocos días después del debate, Aldana envió un memorando a la Facultad de Periodismo en el que se nos invitaba a redactar cientos de preguntas sobre el presente, pasado y futuro del país, que debían enviarse a su oficina para él mismo dar las respuestas en persona.
Así fue como llegamos a la famosa Plaza de la Revolución, donde ya los servicios secretos del castrismo nos esperaban para revisarnos los bolsos: no se podía entrar cámaras fotográficas ni grabadoras, solo lápiz y papel.
Aunque la tensión generada por las fuerzas de seguridad nos indicaba algo, para nuestra sorpresa apareció el mismísimo Fidel Castro, quien supuestamente iba de oyente, pero todos sabíamos que su presencia nos impediría llevar a Aldana contra la pared. Y así fue.
A Castro no le gustaron las preguntas y mucho menos las improvisaciones de ciertos estudiantes que, por primera vez en la historia de la denominada Revolución, se enfrentaron cara a cara y le dijeron en sus propias narices y en pocas palabras que estaba equivocado.
Castro contra la pared
Se le cuestionó el culto a su personalidad en la prensa nacional, el desastroso movimiento de microbrigadas (construcciones) que emprendía la Isla y, entre otros temas candentes, se le reprochó la tristemente célebre guerra de Angola, en la que murieron miles de cubanos sin que todavía se disponga de verdaderas cifras más allá de las oficiales.
Castro dio un puñetazo sobre la mesa y, teatralmente, se retiró del plenario, para luego volver. En ese interín, nuestros profesores aprovecharon para pedirnos que bajáramos el tono sobre lo que los estudiantes de quinto año le habían dicho al comandante.
El resultado fue una cacería de brujas. Aldana ordenó asambleas año por año en las que se pedía declaraciones de "principios revolucionarios", una especie de retractación a lo Galileo Galilei.
Los líderes de la "revuelta" no fueron expulsados de la Facultad, pero sí estigmatizados. Al graduarse, los de quinto año, cabecillas de un estado de cambio que no solo nos merecíamos los cubanos, sino que era lo más apropiado según el espejo de Europa oriental, fueron enviados a trabajar a estaciones de radio comarcales de todo el país, para dispersarlos.
Fue un castigo ejemplarizante que zanjaba un "doloroso" asunto y que, por fin, dejaba claro hacia dónde íbamos. Castro seguiría ahí, a su manera.
Dos años más tarde, la "Revolución" cancelaba definitivamente dos publicaciones soviéticas que nos habían acompañado durante muchos años, la científico-técnica Sputnik, y la costumbrista Novedades de Moscú.
El 4 de agosto de 1989, el periódico Granma publicó un artículo sin firma titulado "Una decisión inaplazable, consecuente con nuestros principios". En ese texto se pudo percibir el futuro de la Isla:
"En estas publicaciones se niega la historia anterior y se caotiza el presente. Escudándose en la imprescindible diversidad de opiniones, se divulgan fórmulas que propician la anarquía. El análisis de la forma de actuar y utilizar los principios rectores del marxismo-leninismo acorde con las nuevas condiciones históricas, introduce elementos que conducen a su negación. En sus páginas se descubre la apología de la democracia burguesa como forma suprema de participación popular, así como la fascinación con el modo de vida norteamericano", desgranó el editorial.
Un poco antes, en abril de ese mismo año, Gorvachov había sido recibido en Cuba con honores de Estado.
No obstante, el gran líder comunista al que se le debe el cambio histórico y geopolítico más grande del siglo XX, no cumplía con las expectativas de Castro para "cuadrar la caja".
"Hemos visto cosas tristes en otros países socialistas, cosas muy tristes", afirmó Castro en noviembre de 1989, en referencia a las reformas que se estaban aplicando en varios países aliados, como la URSS, Alemania del este, Hungría o Polonia.
Durante la visita de Gorvachov a Cuba, Castro dijo que un proceso como la Perestroika no era posible en un país situado a 150 kilómetros de las costas de Estados Unidos y con diez millones de habitantes, frente a los 200 millones de la URSS.
"Cuba está más amenazada por el capitalismo que los demás países socialistas", zanjó Castro.
Cuba sin nostalgia
Hoy en día, uno de los líderes de la histórica reunión en la que los estudiantes emplazaron al dictador, Alexis Triana, quien se atrevió a tutearlo con total valentía, es un funcionario del Estado, un comisario cultural. Muchos de los demás estudiantes estamos desperdigados por el mundo.
La caída del Muro del Muro de Berlín fue una magnífica oportunidad para colgar los guantes del castrismo, entregar el país a unas elecciones libres. De haberlo hecho, hubiera quedado incluso con nostalgia en el recuerdo, como mismo la Alemania del Este ha demostrado no poder desprenderse de su recuerdo desgarrador. Pero no, Castro prefirió seguir, y la opción que tuvo a mano fue el turismo occidental.
Han pasado casi 40 años. El país está más destruido que nunca y enfrenta un éxodo masivo sin precedentes.
Aldana fue defenestrado en 1992. Murió sin una esquela oficial, aun cuando fue clave su papel en ese escenario de dudas que podía haber cambiado el destino de la isla caribeña.
Nota: se recogen aquí algunos apuntes de un libro en preparación: Teatro cubano de los 90: La Perestroika que nunca llegó.
Este artículo apareció originalmente en el blog Sin reservas, querido Bob. Se publica con autorización del autor.
Gracias al Sr.José Ignacio Perez por divulgar esta historia. Las interioridades del poder Fidelista y Raulista, y las experiencias de quienes vivimos en Cuba durante aquellos tiempos son desconocidas por los “históricos” del exilio. Como no las conocen, juzgan a otros con su visión de tubo. El comunismo es perverso, Fidel y Raúl son el ejemplo de mafiosos ideologizados. Muchos de sus subordinados eran también malas personas; pero no todos eran iguales. Aldana fue un oportunista, un arribista, tal vez distinto a sus jefes.Juzgar a otros es contra el principio cristiano de lanzar la primera piedra, pero juzgarlos sin saber, sin conocer las circunstancias, es ser igual que los que ellos juzgan. La verdadera historia de Cuba está por escribir y no es exactamente la historia se cuentan los heroicos combatientes anticastristas que se fueron del país apenas sufrieron el castigo de un proceso injusto y criminal. Lo que ellos cuentan es lo que vivieron al principio. Lo demás es resentimiento.
En lo que se refiere a la ex-RDA, donde ud . acota " Alemania del Este no puede desprenderse de su recuerdo desgarrador " es una total entelequia, Alemania simplemente estaba dividida por un muro ideológico artificial, sostenido por la Stasi.y con una economía de mentirita creerá ud. acaso que alguien en su sano juicio siente nostalgia por la opresión ? A no ser algún que otro oficial de la desaparecida Stasi o del aparato partido comunista.no lo dudo, pero una golondrina no hace el verano. Por lo demás esa historia bastante desconocida de la reacción de Castro I de Biran a la Perestroika es muy interesante y si supongo que en el libro ud. ahonde en detalles. del empingue del mandamás, aterrado por perder el poder.