Hace unos días, cuando leí en DIARIO DE CUBA el texto titulado "La carne de cerdo en Cuba está cara, escasa y durísima al cocinarla", sobre la pésima calidad de la carne de cerdo que le están vendiendo a los cubanos, me dieron deseos de llorar.
Nací en La Habana en 1942, y si algo recuerdo de la Navidad, es el olor a lechón asado que alrededor del 24 de diciembre, día de Nochebuena, invadía la capital. Una semana antes, por todos los barrios empezaban a montar timbiriches dedicados a la venta de pan con lechón asado. Había dos vendedores: uno para ir picando el lechón en trocitos, mezclando masitas, gorditos y pellejitos tostados, y otro para ir preparando, despachando y cobrando los panes, que costaban 15 centavos.
Cuando se iban acabando las barras de pan de flauta, traían más, calientes, de alguna panadería cercana, de la cual también traían el lechón: no sé cómo los panaderos se las arreglaban para seguir elaborando pan, galletas y palitroques, y en diciembre, además, asar puercos enteros en sus hornos. Algunos destinados a los timbiriches diseminados por toda la ciudad, otros encargados por familias en cuyas cocinas no tenían condiciones o porque preferían que se los asaran en las panaderías.
Antes de asarlos, los lechones se adobaban con sal, ajo, cebolla y naranja agria (y por eso despedían ese olor), pero cuando comprabas el pan con lechón, podías pedirle al vendedor que te echara más adobo o un aliño con "ajicitos" picantes criollos.
10 centavos costaba la frita y el pan con tortilla, 15 el pan con bistec, y 50 centavos un sándwich de pan de flauta, pierna de cerdo asada, jamón, queso y pepinillo. 35 centavos era el precio de la medianoche (un pan suave ovalado, con jamón y queso, sin pierna); 25 el de la galleta preparada (galleta de soda con jamón y queso) y 15 el de un batido con leche de trigo, mamey, anón o platanito. Tres quilos valía un café, tres el vaso pequeño de guarapo y cinco el grande, tres una bola de helado en los chinos y cinco centavos si pedías dos. En la bodega, un boniatillo costaba dos quilos y un quilo un bombón de piquito. En cualquier parte, una botella de refresco, de cualquier marca, costaba cinco centavos, y 10 una malta. Lo más caro que recuerdo eran unos trozos de chocolate con almendra que vendían en el Ten Cent de Galiano, donde un kilogramo costaba 0,99 centavos.
Aunque uno fuera pobre, el mes de diciembre era muy especial, por el ambiente navideño de luces y colores. Para los residentes de La Habana, era una tradición ir por las noches hasta el centro de la ciudad a mirar las vidrieras de las tiendas más grandes como El Encanto, Fin de Siglo, La Época, Flogar, Ultra y Los Precios Fijos, entre otras atractivamente decoradas.
Cuando desde mi barrio El Pilar iba a recorrer las tiendas, ya tenía una idea de lo que me iba a encontrar en sus vidrieras. Y es que, a fines de noviembre o principios de diciembre, por las casas repartían, gratis, catálogos impresos de los distintos establecimientos comerciales. Los catálogos traían montones de fotos en colores y eran codiciados por adolescentes aficionadas a recortar anuncios de ropa que se pegaban en libretas sin rayas. Igualmente se coleccionaban las tarjetas de Navidad, en español o inglés.
El 31 de diciembre se acostumbraba despedir el año con una muda de ropa nueva. Seis días después, el 6 de enero, llegaban los Reyes Magos. No todos los niños recibían juguetes o recibían uno solo, por las limitaciones monetarias de sus padres, como en mi caso. Una vez, debajo de mi cama me dejaron una gran caja. Dentro había una casita de metal con muebles y figuritas.
Han pasado varias décadas y no olvido que una semana antes del 24 de diciembre, el olor a lechón asado se esparcía por toda La Habana. Cualquiera podía comer pan con lechón asado sin hacer cola. Y a las familias de bajos recursos no les faltaba el cerdo en su cena de Nochebuena. Tampoco el menú tradicional: frijoles negros, arroz blanco, yuca con mojo, ensalada de tomate y lechuga. Y de postre, avellanas, nueces, higos, dátiles y turrones españoles, adquiridos por pesos en la bodega de la esquina.
Nunca se sabrá plenamente la magnitud del "error" de los cubanos, aunque se tenga una idea. El problema es que fue una suerte de locura, algo irracional o de gente muy escasa o muy infantil.
Esos son mis recuerdos también. ¡Muchas gracias! Y como dice la autora, no todos los niños en Reyes recibían juguetes por las limitaciones de sus padres, pero había una fuerte sociedad civil en toda la República que se encargaba de repartir juguetes entre esa población menos favorecida, y también cenas de Navidad en instituciones, o cestas con víveres y frutas.
El lechón que comíamos en casa se asaba en la panadería que tenía mi padre. En el portal del establecimiento, había un señor que le decían "El guajiro" que se dedicaba a vender lechón en la época de navidad, tal como cuenta la Sra. Quintero.
A mí, como niña que era, lo que me gustaba era visitar los portales de Galiano donde siempre estaban los vendedores ambulantes con sus juguetes y los pollitos de colores, los pobrecitos, casi ninguno llegaba a la edad adulta cuando los llevábamos a casa.
Tania, su artículo me hizo llorar. Pero es cierto, de la primera mayúscula al último punto.
Ahora las variantes son estas:
https://www.periodicocubano…
Ahora la Nochebuena es solo para los esbirros.
ahora lo que hay es olor a meao por doquier, no hay baños
Pero claro, aquella Cuba precastrista no era suficiente. Había que desecharla como basura inservible y cambiarla por la "revolución," aunque fue como cambiar oro por mierda. Gracias Fidel (y esbirros).
Estimada Tania, fíjese cómo está el manicomio actualmente, que si usted en la noche previa al 6 de enero pone una caja con estiercol de caballo frente a la puerta de una casa, cuando el niño o la niña la abra, inmediatamente saldrá corriendo alegre por todo el vecindario gritando: los Reyes Magos me trajeron un caballo, pero no lo encuentro!!!!
También se iba después de 1959 a ver las vidrieras de los juguetes, desgraciadamente por el sistema de sorteo jamás llegaron mis padres a adquirir el que deseaba.Los hijos de cierto funcionario ya fallecido y del comité central siempre en el "sorteo " agarraban los primeros números.Pasaba lo mismo con los allegados de dicha farsa.Despues me enteré como clavaba las etiquetas para favorecer a sus familiares y funcionarios.En fin antes de la revolución, nací unos años después losmpadres se sacrificaban en su mayoria y te daban lo que pedías el día de reyes,fuera un velocipedo,un tren eléctrico, un rifle de pellets etc.La revolución se encargo de matar a los Reyes Magos,Jesús y la Navidad,pues había que trabajar para el futuro de prosperidad y abundancia del comunismo, en fin cuentos heredados de aldea soviética, ya ven el resultado.
...y en ese enfermizo afán de cambiarlo todo, el HP en jefe decretó que el Día de los Reyes Magos, el 6 de enero, había que cambiarle el nombre y la fecha; sería el Día de los Niños, el 26 de julio. Los reyes ya no serían Melchor, Gaspar y Baltazar, sino la Revolución.