Luego de dos años de instituidas, las brigadas de lucha contra coleros, conocidas en las barriadas como "los LCC", integran el listado de aquellas alternativas gubernamentales que han fracasado casi en la salida. La corrupción y el soborno "son los daños colaterales", pero también constituyen "el salario o los ingresos de muchísimos cubanos", coinciden los habaneros consultados.
"El Gobierno es quien crea el caos y luego genera, apuntala y abandera la corrupción en cualquiera de sus variaciones o escalas, mientras el balón caliente siempre recae en la cancha del pueblo", opina Armando Salazar, padre de tres adolescentes, empleado del Estado y residente en la barriada de Belén.
"Cuando comenzó la pandemia, decenas de miles de trabajadores quedaron interruptos. Otras decenas de miles aceptaron ser reubicados, para mantener el salario mensual, en otras funciones que no se correspondían con sus oficios o cargos. Convirtieron en auxiliares de limpieza a operarios de laboratorios farmacéuticos, por citar un ejemplo. Los que lograron pasar el filtro del Partido fueron a integrar, precisamente, las brigadas LCC. Gente de a pie que, a las tres semanas, se dieron cuenta que estaban haciendo el tonto revolucionario y tuvieron que meterse en el ajo para poner un plato de comida en la mesa familiar. Lo demás es cuento de camino, mi socio", añade Salazar.
Según la prensa oficialista, la decisión de instaurar las brigadas LCC tuvo el propósito de "ubicar al frente de la organización de las colas en tiempos de pandemia, a personas justas, íntegras, con bastante moral como para evitar que ciudadanos sin escrúpulos acapararan renglones de primera necesidad y alimento, para luego revenderlos".
"Sin embargo, pocos recuerdan 'la furia' del Gobierno contra los coleros. Por extensión se referían a cada cubano cuyo salario mensual sigue siendo una burla, y tiene que zamparse tres días de colas para revender la mitad de la compra y poder llevarse de vuelta un menudo a casa", recuerda Marina Garrido, ingeniera civil y vecina de Guanabacoa.
"Si los coleros son 'antisociales', por una cuestión de lógica simple también cabrían en esa lista los centenares de funcionarios municipales, provinciales y hasta nacionales, que llevan décadas jugando a los bandidos de Río Frío. Cada colero, cada revendedor, cada acaparador aprendió el oficio por las clases magistrales que en 60 años ha impartido, de manera gratuita, el Gobierno cubano. Los LCC no son mejores personas que el colero, ni el colero es mejor persona que un LCC. A todos en conjunto nos obligaron a participar del mismo circo. Los LCC, como aquellos que inventaron esas brigadas, son corruptos y sobornables por la misma razón que un colero se juega una cárcel: comer mejor", apostilla Garrido, refiriéndose directamente a la histeria de turno por parte del régimen.
Los coleros, decía el diario Tribuna de La Habana, serán asumidos jurídicamente como figuras antisociales y en esa calidad será posible abrirles expedientes de peligrosidad, a través de los cuales podrían recibir hasta cuatro años de privación de libertad.
Rodrigo lleva más de un año en el giro de los coleros. Conoce al dedillo el funcionamiento de cada tienda habanera, y en cuáles turnos los LCC son más sobornables que otros. Dice además que tiene un don para caerle bien a cada policía, "y despacito, sin apuros, llevarlos hasta la convicción de que igual vendrán otros policías que se llevaran el pastel que él no quiso".
"Por otra parte, los coleros llevamos dos años pagando el salario mensual, o más, de cada LCC. Pero ese 'salario' es resultado del soborno y la corrupción. En mi opinión, cada cubano de a pie sabe de estas cosas; ahora, callarlas o decirlas ya es harina de otro costal, pero te aseguro que no existe un solo LCC libre de pecado. Amén", chotea Rodrigo.
¿Qué salario perciben los LCC? ¿Están vinculados a algún centro laboral o quedaron interruptos —desempleados— cuando la expansión del Covid-19? Estas son consideradas las preguntas del millón.
"¿'Potencial revolucionario del barrio'? Claro que recuerdo aquella frase rimbombante en una Mesa Redonda. Precisamente esa frase fue la que me convenció de que todas las decisiones del Gobierno, así sea para vendernos ataúdes, recurren antes, durante y después, al mareo ideológico como normativa", ironiza Antonieta Velasco, ex profesora de enseñanza primaria y vecina del consejo popular San Agustín.
"Ser LCC es una posición muy cotizada ahora mismo. Habría que ser muy tonto para no entender que, por muy revolucionario que seas, la suma de dos y dos siempre dará cuatro, y punto. El Estado se podrá inventar todos los vericuetos que quiera para despistarnos con lo del bloqueo o con cualquiera de las justificaciones que llevan años cortando y pegando. Pero un LCC es lo mismo que un colero. Solo que están en aceras distintas, pero te aseguro que es la misma cosa", concluye Velasco.
El país de Coleros y Contra Coleros, y racionamientos de agua potable. A lo mejor necesitamos un movimiento ciudadano.
Se acuerdan el cuerpo de inspectores creados por el" Cenizas" , que los pusieron en los CUPET,etc,etc y acabaron casi todos corruptos.Es típico todo subproductos del socialismo es como lo del rey Midas al revés, pues en vez de convertir en oro las cosas a su alrededor las transforma en m.....