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Sucesos

El incendio en Matanzas visto desde La Habana: 'Que la Caridad del Cobre ponga su mano'

'Vamos a estar sin corriente hasta que se seque el Malecón', sentencia un residente en la capital.

La Habana
Humo del incendio en Matanzas pasando sobre La Habana.
Humo del incendio en Matanzas pasando sobre La Habana. Diario de Cuba

El mundo se detuvo para Sofía, por segunda vez, aquel 6 de agosto de 2022. "Supongo que eso es lo que significa ser la esposa de un bombero", dice. Eso no le contiene las lágrimas. Cuando supo del incendio en Matanzas eran las 8:00 de la noche. Le estaba dando la comida a la niña.

Sabía que el Comando número 1 de La Habana saldría para allá. El "apagado o fuera del área de cobertura" en el teléfono de su esposo se lo confirmó. Hace solo unos meses, él estuvo en el Saratoga. Había sufrido casi igual, pero esto era distinto, era más grande, había combustible. Era peligroso. Alzó a Lucía en brazos y la abrazó muy fuerte. Se impregnó del olor de la hija que tienen juntos. "Papá no viene a dormir hoy, porque papá es un héroe". Hizo dormir a la niña, aunque ella no lo consiguió hasta este jueves, cuando él regresó a casa.

***

De acuerdo con las fuentes oficiales, el pasado viernes un rayo impactó uno de los depósitos de combustible de la Base de Supertanqueros en Matanzas. La descarga originó un fuego brutal, desaforado, que comenzó a extenderse sin control. Luego de cinco días, habían colapsado los tanques dos, tres y cuatro; se contaban 14 desaparecidos y casi 130 lesionados; se había evacuado a buena parte de la población aledaña. Esto, cuando aún el fuego permanecía encendido.

La Isla entera estaba en tensión por diferentes motivos. Para María, por ejemplo, era importante saber que su hijo estuviera lejos del siniestro. Ella vive en La Habana Vieja, pero su hijo se encuentra pasando el Servicio Militar en Matanzas.

"Cuando están en el Ejército, no son nuestros hijos. Los militares hacen lo que quieren con ellos. El hecho de que el niño no está en los bomberos me alivió un poco porque pensé que no iría, pero tampoco podía estar segura porque no le tocaba llamar ese fin de semana. Luego supe por Facebook de los adolescentes desaparecidos y que algunos estaban cumpliendo el Servicio en el aeropuerto, que no debían ni siquiera estar ahí", cuenta María.

"Eso me partió el corazón y volví a pensar lo peor —agrega—. Parece que, por la situación, les permitieron una llamada en la unidad y Pablito me llamó el lunes para decirme que estaba bien. Me volvió el alma al cuerpo, te lo juro. No me imagino por lo que pueden estar pasando esas madres porque yo me volvería loca".

La angustia de María la comparte Amalia por distinto motivo. Con 21 años, la joven estudiante de Historia en la Universidad de La Habana aún no da crédito a lo que pasó en su provincia natal. La primera vez que supo del siniestro estaba en su cuarto, en la renta donde vive actualmente. Ese viernes no viajó hasta Dubrocq, donde vive su familia.

"Imagínate que hay que pasar por los tanques para ir a casi cualquier lugar de Matanzas desde la Carretera Central. Ese día no me fui porque he recortado los viajes, el dinero no da para ir todas las semanas".

El resto que recuerda es una mezcla de tiempo que pasa muy rápido o muy lento. "Llamé a mi mamá mil veces y no me contestaba. Después me contó que allí todos estaban sin saber qué hacer, algunos vecinos se habían ido pensando que se iba a quemar todo el barrio. Mis papás y mi hermano seguían allí", dice.

La familia de Amalia estuvo en la barriada mientras se pudo. "Estaban negados a irse y veían desde lejos las llamas. Las sirenas se escuchaban por todo el lugar y el cielo era rojo. Los videos de los amigos no eran tan graves en aquel momento y yo me tranquilicé. La segunda explosión fue el detonante de todo".

"Dice mi papá que la vista del cielo le recordó a la imagen famosa aquella de la bomba atómica. En casa se tiraron todos al suelo, como si los estuvieran bombardeando. Inmediatamente ofrecieron evacuarlos a casas de familiares o amigos, o para la Universidad de Matanzas. Mi mamá recogió lo poco que tenemos, porque tenía miedo de que todo cogiera candela. Estuvieron esa noche en uno de los albergues que ofrecieron las autoridades, en Versalles, creo. Al día siguiente se fueron a Orbeta, un central que está casi llegando a Villa Clara, donde vive mi abuela", concluye Amalia.

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En La Habana, el ambiente se siente pesado, triste. No se habla de otra cosa. Todos buscan la última noticia, una actualización, y esperan que el fuego se apague totalmente por medio de algún milagro.

Muchos tienen familiares en Matanzas. A otros les preocupan las lluvias ácidas, que se reportan posibles y son muy peligrosas. El humo tomó por asalto el cielo de la ciudad.

"Ayer salí con la amiguita y empezó a llover. Estoy horrorizada con la lluvia. Yo soy medio hipocondriaca, y hoy amanecí con la garganta rasposa. No sé si es eso o que me estoy sugestionando", dice Silvia mientras peina a una de sus clientas.

"La realidad es que todos esos días el aire estaba como raro, y te juro que olía mal, aunque en el Noticiero dijeran que los efectos no eran para tanto y que no llegarían a la capital. Olía como a petróleo, por lo menos aquí en el Vedado. Espero que la Caridad del Cobre ponga su mano, porque no creo que el Gobierno pueda con eso", dice y vuelve a trenzar. Mientras el fuego se extingue, su hijo juega en casa y usa nasobuco cada vez que sale a la calle.

De a poco, el cielo se aclara. "Dicen que lo están apagando, que lo consiguieron", comenta un señor en la cola del pan. Su interlocutor le mira de mala gana. "Se consumió el combustible, compadre, no seas ingenuo. Lo que tenían que haber hecho era pedir ayuda a los americanos. Ahora vamos a estar sin corriente hasta que se seque el Malecón", sentencia.

"¿Cómo vas a decir eso? A los americanos, ni un tantico así, como dijo el Che. Nosotros siempre salimos adelante", responde el primero.

Su interlocutor se contiene. Mira alrededor. La cola es inmensa y muchos miran divertidos la controversia. "Venció la ciencia, señor. Se agotó el combustible, eso fue lo que pasó", dice mientras compra su cuota. Se va sin mirar atrás.

***

La lluvia parece no parar. Las autoridades cubanas celebran que ya han podido controlar el fuego. Sin embargo, en algunos lugares, sigue ardiendo. El Comando 1 volvió a casa y a Sofía se le mezclan sentimientos. Por una parte, sufre que algunos compañeros de su esposo estén hospitalizados. Por otro lado, no puede estar más feliz.

Él llegó esta tarde. Lucía, que tiene cuatro años, se le colgó del cuello. Después de los abrazos y los besos y la charla donde explica una parte de la vorágine de sucesos desde el viernes pasado, él entra al baño. Necesita limpiar tanta tristeza. Sofía mira en su teléfono el primer mensaje que recibió de su esposo, cuando estaba en Matanzas. "Esto es una pesadilla. Las amo" Lo borra, como si así terminara todo. Hoy dormirá por primera vez en seis días.

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