Las vacaciones de verano son una complejidad añadida para las familias cubanas, ¿a dónde llevar a los niños para que se diviertan? El Zoológico de 26 sigue siendo una de las opciones en la capital de Cuba, pese al deteriorado estado de las instalaciones.
Un recinto con animales famélicos, estanques sucios y casi nula oferta gastronómica es lo que encuentran quienes lo visitan. Así lo constató DIARIO DE CUBA en un recorrido reciente.
El zoológico es uno de los escasos lugares recreativos baratos para los niños de La Habana y la cola lo demuestra. Las entradas cuestan 10 pesos para los adultos y cinco para los menores. Con la entrada, los visitantes consiguen un puñado de galletas socatas y un paquete de pellys.
Fuera de eso, lo único asequible para comer son unos panes con queso fundido, a cinco pesos, o recurrir a los vendedores privados, que acuden atraídos por la gran afluencia de público. Pero, en ese caso, los precios son imposibles para la mayoría de los padres: una serpiente de goma 200 pesos, una muñeca de trapo 600; y ni hablar de los dulces: un paquete de galletas 250 pesos, chocolates a 300, una caja de jugo 400 pesos.
Para complacer a un niño, sus padres necesitan 1.000 pesos o más, en un país en el que el salario medio mensual cubano ronda los 3.838 pesos, según datos de octubre de 2021. Para el economista Pedro Monreal, ese monto está muy próximo a lo que se considera "línea de pobreza".
Pero, aunque se tenga suficiente dinero, la experiencia deja mucho que desear. El paseo por el zoológico puede ser decepcionante para los niños. Lo que encuentran son jaulas malolientes o vacías, instalaciones destartaladas y unos pocos animales mal alimentados; a los leones les cuelgan los pellejos. El estanque de los cocodrilos parece vacío. La hierba no está cortada. El descuido generalizado se hace visible, pese a que en 2021 la prensa oficial divulgó que el zoológico "renovó sus instalaciones".
Animalistas cubanos han denunciado en más de una ocasión las pésimas condiciones en que viven los animales en los zoológicos y acuarios de Cuba, administrados por el Estado, responsable directo del sufrimiento de las especies que habitan en ellos. Las demandas han llegado hasta exigir el cierre de instalaciones, tras conocerse casos como la muerte de un un lobo marino en el Acuario Nacional de Cuba, que los activistas ya habían denunciado se hallaba desnutrido.
Las atracciones infantiles también decepcionan. Algunos aparatos rotos, otros oxidados. Los pocos que funcionan dejan mucho que desear en cuanto a seguridad y confort, parecen de otro siglo, y tampoco destacan por belleza. Colores chillones en los caballitos del carrusel y techos sucios en la cafetería son parte del panorama visual del Zoológico de 26.
Como tantos otros parques de Cuba, el Zoológico de 26 es un lugar decadente, con el agravante de que allí hay seres vivos.
¿Pero aún quedan animales en los zoológicos?
Creía que ya se los habrían comido.
El zoológico habanero es otra vitrina de los logros del comunismo antillano.
Pobres animales, nunca imaginaron que de sus sabanas y selvas africanas serían enviados a un territorio distante donde además de privarles de su libertad les quitaron la comida y no pocos servirían para palear el hambre de los esclavos que tan hambrientos como ellos van a verlos.
Patético.
Todo en Cuba es decadencia. Todo. Gracias, Fidel.