Partiendo de la impresión de que después del 11 de julio poco se ha hecho en la arena internacional para amonestar al régimen por la represión desplegada, DIARIO DE CUBA consultó a analistas y activistas para indagar acerca de la visión sobre Cuba en el mundo actual.
En este artículo recogemos las opiniones de Juan Antonio Blanco, presidente de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba; Javier Larrondo, presidente de Cuban Prisoners Defenders; Manuel Cuesta Morúa, vicepresidente del Consejo para la Transición Democrática en Cuba y coordinador de Arco Progresista; y Erik Jennische, director de Programas para América Latina de Civil Rights Defenders.
A su juicio, ¿han dado Washington y la Unión Europea pasos para escarmentar a La Habana después del 11 de julio? ¿Cómo están organizadas hoy las fuerzas favorables o desfavorables a la democracia en Cuba?
Juan Antonio Blanco: La solidaridad con el pueblo cubano es una entre muchas demandas de apoyo que se le formulan a los gobiernos y la opinión publica mundial desde diversos países. No somos, lamentablemente, el único pueblo abusado. Permíteme entonces tocar dos ángulos del problema.
Primero: Este mundo está lleno de masacres de inocentes y abusos de derechos humanos. Para que los gobiernos —sea en la Unión Europea, la OEA o la ONU— prioricen la solidaridad con tu causa, no es suficiente explicarles que es justa o coincidente con sus valores. Tienes que hacerles razonar —y proveer evidencias— de que tu causa se conecta también de manera inmediata, directa e importante con sus intereses nacionales.
Si partes de esa premisa, verás con mayor claridad que el alineamiento de Cuba con Rusia en el conflicto ucraniano y la presencia militar de esa potencia en el hemisferio occidental —así como su conexión con actividades del mundo criminal transnacional—, hacen mucho más proclive hoy a Europa y EEUU a tomarse en serio el tema cubano y estar dispuesta a actuar al respecto.
Segundo: La atención y apoyo internacional de los gobiernos y la opinión pública, se materializan no solo cuando existen abusos de poder, sino cuando se hace evidente la voluntad de resistencia de las víctimas frente a ellos.
La espontánea explosión popular del 11J contribuyo más en un día a desmantelar los mitos y narrativas del Gobierno cubano sobre la conformidad de la población que el abnegado trabajo de décadas de denuncias por las violaciones de derechos humanos en la Isla.
Dicho de otro modo, ocurre a menudo que un informe de 100 páginas sobre los abusos en Cuba no mueve tanto la solidaridad eficaz de la opinión pública internacional —porque los periódicos traen noticias similares y a veces peores sobre lo que ocurre en otras latitudes— que un informe de diez páginas sobre las protestas y resistencia nacionales frente a esos abusos. Un pueblo abusado moviliza piedad. Uno que resiste —como el ucraniano— moviliza solidaridad.
Para resumir: Después del 11j el mundo está más pendiente de Cuba e inclinado a acciones de solidaridad con nuestra causa. El apoyo de La Habana a Moscú en la guerra con Ucrania ha reforzado ese sentimiento. Pero depende de nosotros, los cubanos, saber movilizar de manera eficiente la sensibilidad mundial cuando por desgracia hay muchos pueblos con tragedias similares que reclaman lo mismo. Mucho depende de que se sostenga y crezca la resistencia de la población —no solo la oposición— en la Isla.
Insistir exclusivamente en que nuestra tragedia ha durado mucho puede ser en ocasiones un argumento contraproducente. Hay que proveer continuamente evidencias de que, si bien el pueblo ucraniano no se rinde frente a la guerra de Putin, el pueblo cubano tampoco se ha rendido frente a la actual guerra terrorista que libra el Estado contra su bienestar y libertades.
Pero tampoco eso basta. Es muy importante, documentar que nuestro enemigo es el mismo que amenaza también de manera directa los intereses y la seguridad nacionales de aquellos países a quienes solicitamos solidaridad.
¿Qué han hecho los gobiernos de Hispanoamérica para escarmentar al régimen por la represión desatada después del 11J? ¿Cómo están dispuestas las fuerzas políticas actuales en Latinoamérica, y sobre todo en España, para favorecer o no la democracia en Cuba?
Javier Larrondo: No se puede hablar de que haya habido represalias de tipo alguno por la represión desatada después del 11J por parte de actores europeos o latinoamericanos. No ha habido una sola acción de represalia.
Europa, y España, por ende —aunque escudada en la Unión Europea por el raquítico equilibrio que tiene con socios que apoyan al régimen cubano—, ante el nuevo equilibrio geopolítico en el cual el régimen cubano ha decidido tomar partido por la matanza de Putin en Ucrania, sin duda tomarán una nueva posición frente a Cuba.
No sabemos la profundidad de ese cambio, ni si afectará a sanciones u otros mecanismos, pero sí sabemos que habrá un cambio de política en el marco del Acuerdo de Diálogo, y que incluso podría llegar a cobrarse el Acuerdo de Diálogo e iniciar una etapa de confrontación económica y dialéctica seria.
¿Cómo valora la reacción de los actores políticos internacionales ante la represión desatada en Cuba después del 11J? ¿Estamos tan solos como pensamos? ¿Puede hacer una pequeña comparación entre el panorama actual y el de la Primavera Negra de 2003?
Manuel Cuesta Morúa: La impresión merece matices. En los últimos seis meses de 2021 hubo una atención como no sucedía en años en relación con los derechos humanos en Cuba. En este sentido, hay un paralelismo con 2003. Tres pronunciamientos del Parlamento Europeo, uno del Congreso de los Estados Unidos, junto a una visibilidad mediática que proyectó a Cuba en un lugar tan lejano como Australia y concitó el interés de la prensa en todos los nichos. Eso incluyó algo inédito que no se pudo tener en 2003: el Consejo, que reúne a los gobiernos de la Unión Europea, es decir, al ejecutivo, que toma las decisiones, hizo dos declaraciones a través de Josep Borrell, su Alto Representante de Política Exterior, condenando al Gobierno cubano e instruyendo a sus embajadas en Cuba para que acompañaran a los manifestantes cubanos. Por otro lado, han recibido acá a muchos de los familiares de presos del 11j.
Parezco un vocero diplomático sin serlo, pero te comento esto por una razón importante: el silencio externo guarda mucha relación con el silencio interno. Y la voz del mundo desapareció, no del todo, porque las expectativas descendieron luego de la durísima represión y del reacomodo en la sociedad civil.
El 11J mostró otra sociedad, pero al mismo tiempo nos obliga a estar a esa altura, de un modo u otro, para poder movilizar a la comunidad internacional. Un punto sí es interesante: esa comunidad internacional está rediseñando sus relaciones con el régimen cubano en vista de su pérdida de legitimidad.
Luego de todo esto, los focos se van a Ucrania. En este sentido, sucede algo similar a 2003, cuando la invasión de Irak: acontecimientos de impacto geopolítico que implican a las potencias, se ofrecen como telón de teatro detrás del cual el régimen cubano se oculta para reprimir.
Un elemento que ayuda a distinguir 2003 de 2022 es que la atención sostenida de aquel momento tenía como sostén el hecho de que la Primavera Oscura, como yo le llamo, se volcó contra la sociedad civil: un actor con más recorrido internacional, más visible y más concreto.
Hoy, a pesar de que la represión es contra el pueblo, lo que daña más la legitimidad y credibilidad del régimen, es más difuso y difícil identificar de modo sostenible a los que sufren la represión. Diplomática y políticamente es más complicado activar de inmediato una campaña u acción externa más eficaz y visible. Se está construyendo desde dentro de Cuba, pero es un proceso.
Después de las protestas populares del 11 de julio en Cuba y la represión desatada por el régimen, ¿cree que ha cambiado la percepción idílica de la Revolución cubana que abunda fuera de Cuba? ¿Hay un costo político internacional para el régimen por su crueldad?
Erik Jennische: La percepción idílica de la Revolución en sectores políticos y diplomáticos nunca ha sido basada en la realidad, así que no cambia según los cambios en la realidad en la Isla tampoco. El romanticismo ha sido una ficción desde el inicio.
Sin embargo, no pienso que los diplomáticos y políticos que dominan la política europea hacia Cuba sean partes de ese mundo romántico. Ellos saben lo que está pasando, pero no pueden hablar claramente sobre lo que pasa porque hay muchos intereses invertidos en la política europea hacia Cuba —lo cual hace muy difícil lograr un lenguaje en común también—. Lo que sí es cierto es que desde 11J, la UE se ha pronunciado de una manera mucho más fuerte que antes, aunque todavía no es suficientemente fuerte.
El precio más caro que ha pagado La Habana es que ha perdido la posibilidad de mantener la narrativa de "los cambios" y "las reformas" en la Isla. Raúl Castro creó esa narrativa cuando llegó al poder en 2008, y lo lograron mantener durante muchos años, por lo menos hasta 2019. La UE hablaba de la modernización de la economía cubana. Y muchos gobiernos hablaban de la descentralización, de las inversiones extranjeras, de las reformas de la agricultura etc. No era cuestión de recrear el romanticismo de la Revolución, sino de reproducir una narrativa de cambios.
Mientras esa narrativa funcionaba, los europeos no sentían la necesidad de exigir reformas políticas y denunciar las violaciones de derechos humanos porque podían siempre referirse a esos supuestos cambios. Eso ya Díaz-Canel no puede sostenerlo, por el colapso de la economía cubana misma, y por la represión. Son dos factores que contradicen, efectivamente, toda narrativa de cambios
¿Quién se va a levantar en la UE ahora y decir que hay cosas interesantes y positivas pasando en Cuba, que hay un proceso de modernización y de cambios? Nadie, por lo menos nadie en las estructuras del poder. Y si los europeos no pueden decir eso, van a tener que hablar sobre la realidad o quedarse callados.
A LA LUCHA A LA LUCHA
LAS VÍCTIMAS SON MUCHAS PATRIA YVIDA
VENCEREMOS