La profesora cubanoamericana Alina López Miyares, de 62 años de edad, quien se encuentra cumpliendo una condena de 13 años de prisión en Cuba por el presunto delito de espionaje, ha intentado llamar la atención del presidente estadounidense Joe Biden en los últimos meses para que interceda en su caso, según informó The New York Times.
Su historia es peculiar, porque tras casarse con un diplomático cubano al que conoció en Estados Unidos, quien además realizaba laboras de espionaje para La Habana, se vio inmersa en una trama que terminó llevándola a una cárcel cubana.
Según la investigación publicada por el medio estadounidense, que tuvo acceso a los documentos judiciales del caso, las autoridades cubanas la consideran "una traidora y una espía que reveló los nombres de los operativos cubanos al FBI".
En tanto, sus familiares en EEUU la califican como una persona ingenua que fue engañada por su pareja y por agentes de inteligencia estadounidenses. Su hijo declaró que "es muy confiada (…). No es una mala persona. Siempre tiene buenas intenciones. Otras personas pueden aprovecharse de la gente que es demasiado confiada".
En la actualidad su abogado, Jason I. Poblete, ha decidido junto a sus familiares y simpatizantes llamar la atención del presidente Joe Biden sobre su caso, pues tienen la esperanza de que se produzca un acercamiento entre ambos gobiernos que posibilite al mandatario estadounidense discutir su caso.
Incluso le hicieron llegar a Biden un mensaje de la propia López, en el que afirma querer mucho "volver a casa", el cual fue hecho público recientemente por Poblete. También la fundación The James W. Foley Legacy, que aboga por las personas secuestradas o retenidas de manera ilegal en el extranjero, apoya actualmente su campaña.
Pero la respuesta de la actual Administración no ha sido la esperada por su entorno, pues Biden afirmó que no es prioridad reparar las relaciones con Cuba.
La historia de López Mijares se comenzó a complicar cuando tenía solo 20 años y en una fiesta conoció a Félix M. Milanés Fajardo, un diplomático cubano que trabajaba en la sede de las Naciones Unidas, de quien se enamoró.
Los documentos emitidos por el Gobierno cubano dicen que, tras una relación amorosa, la pareja se separó en 1990, cuando Milanés Fajardo regresó a Cuba y López se trasladó a Miami junto a su madre, donde trabajó como profesora de educación bilingüe y realizó un doctorado en la Universidad Nova Southeastern.
Pero en 2007 se volvieron a unir los caminos de ambos, cuando tras reencontrarse decidieron casarse, lo cual López ocultó inicialmente a su familia, incluso a su hijo, quien lo supo seis meses después.
No queda claro si López tenía conocimiento de las labores que realizaba su marido, aunque James Cason, exfuncionario estadounidense en Cuba afirmó que "ella tenía que saber en qué se metía al casarse con un diplomático cubano", pues "en Miami, si te casas con un diplomático cubano, se te considera una traidora".
Los expedientes judiciales cubanos reconocen que Milanés se desempeñaba como agente de la inteligencia cubana, lo cual le habría confesado a López después de la boda, en las vísperas de las navidades de 2007.
En los siguientes años Milanés tenía prohibido salir de Cuba, por lo que su esposa pasó la década visitándolo durante fines de semana largos y las vacaciones escolares. Según los registros judiciales cubanos, Milanés era alcohólico y dependía económicamente de ella.
En 2017 la relación entre ambos dio un giro inesperado, cuando Milanés la llamó para que fuera a Cuba, pues había sido capturado en una embarcación intentando escapar de la Isla.
López fue detenida en el aeropuerto cuando regresaba, pero no fue hasta meses más tarde que sus amigos y familiares de Florida supieron que pesaban sobre ella cargos de espionaje.
Al ser nacida en Cuba las leyes de la Isla le impidieron recibir asistencia consular de EEUU durante el proceso.
"Durante unos seis meses, nadie nos dijo por qué estaba detenida, nadie nos dejó hablar con ella, nadie nos dio ninguna información", afirmó su hijo, Michel Peralta, quien agregó que entonces "llamaba a la embajada en Cuba casi todos los días".
Al parecer fue un abogado defensor, quien trabajaba para el Estado cubano, la persona que instó a López a cooperar con la promesa de que tendría menos tiempo en prisión, por lo que la cubanoamericana confesó que el FBI se le había acercado en Miami, diciéndole que sabían que estaba casada con un antiguo agente de la inteligencia cubana.
De acuerdo con la información a la que tuvo acceso el medio estadounidense, ella habría confesado que los agentes de EEUU le ofrecieron ayuda para sacar a su marido, y a la hija que él tenía en Cuba, a cambio de información.
Fue entonces cuando supuestamente sirvió de intermediaria entre Milanés y los agentes del FBI, a quienes habría dado los nombres encubiertos de agentes cubanos en EEUU y detalles de algunas de sus propias misiones, según los documentos cubanos.
Las autoridades cubanas dijeron haber ocupado tres libretas, en las que había nombres de oficiales de la inteligencia cubana, así como de tres agentes activos y otros tres jubilados. Por dicha información habría recibido dos pagos: 400 dólares para cubrir gastos y 10.000 para ayudar a su esposo a salir del país ilegalmente.
Tras un breve juicio a puerta cerrada, él fue condenado a 16 años de prisión y ella a 13, por lo que la fundación Foley decidió añadirla a su lista de 48 estadounidenses cautivos o detenidos injustamente en el extranjero.
Su caso tuvo escaso apoyo durante el Gobierno de Trump, pero la Oficina del Enviado Presidencial Especial para Asuntos de Rehenes revisa actualmente su demanda, dijo Poblete, su abogado, quien ha ayudado a liberar a estadounidenses detenidos ilegalmente en Irán y Venezuela.
Actualmente López padece de insuficiencia renal y otros problemas graves de salud, según su abogado, quien reveló que tras su reclusión en una prisión de la Isla fue trasladada a un campamento donde trabaja como profesora.
Su madre, de 93 años, encabeza en EEUU una campaña por su liberación, dirigiéndose a miembros del Congreso y a organizaciones de defensa de los derechos en Estados Unidos para pedir ayuda, con poco éxito.
Al tonto Alan Gross lo deberían devolver a Cuba, y que se queden con los 5 espías.
Esta Sra. es una tonta e infeliz, el marido un HP con mayúscula.
Todos los cubanos saben que cada embajador del castrismo, en cualquier lugar del mundo es un seguroso espía, y los entrenan para eso. Desde el gato de la embajada hasta el extraordinario y plenipotenciario obedecen órdenes del agregado seguroso del minint, que es quien manda realmente en el sitio.
Y esta "inocentona" es ahora la moneda de cambio de Raúl para meterle el pie al presidente chochín, como lo fue hace poco el tonto Alan Gross al que cambiaron por los cinco espías y sorprendentemente se dedica ahora a hacer lobby en Washington a favor de los intereses castristas.
Si otrora les funcionó 1 x 5, ahora intentarán superarse.
Nunca mejor dicho el refrán: “El que con niños se acuesta… mea’o amanece”.