El Gobierno de EEUU acusó formalmente al cubano Alexander Alazo, presunto autor del ataque contra la Embajada de Cuba en ese país, por tres delitos, entre ellos el de "ataque violento a un oficial extranjero (...) usando un arma mortal."
De acuerdo con el documento judicial de la acusación, formalizado por una corte del Distrito de Columbia, donde está ubicada la capital estadounidense, el exmilitar cubano de 42 años fue también imputado por transportar desde otro Estado un arma de fuego y munición para cometer un delito y por dañar una propiedad perteneciente a un Gobierno extranjero.
El documento resume que la madrugada del 30 de abril, la Policía Metropolitana de Washington se presentó ante la sede diplomática cubana tras recibir denuncias de sonidos de disparos y encontraron a Alazo con una bandera y gritando frases ininteligibles.
Además, los oficiales ocuparon un rifle que Alazo declaró era de su propiedad, así como 32 casquillos de balas disparadas contra el edificio oficial.
En sus declaraciones, el detenido confesó que había nacido en Cuba, en cuyo Ejército militó, y emigrado a México en 2003, de donde se trasladó a Texas tras solicitar asilo político en 2007. Agregó que estuvo en la isla en 2014, fecha en que comenzó a predicar en una iglesia y posterior a lo cual comenzó a recibir amenazas de "organizaciones del crimen organizado cubanas."
Alazo contó que estuvo viviendo en su automóvil los últimos nueve meses, durmiendo en diferentes sitios para evitar que su familia fuera lastimada por representantes de tales grupos, dada su creencia de que estaban tras su pista.
Esta creencia suya, refirió, se hizo más fuerte después que su mejor amigo fuera asesinado en Canadá. A partir de ese suceso, confesó, comenzó a oír voces.
También reconoció que había sido evaluado en un hospital por padecer una enfermedad siquiátrica, para la que recibió un tratamiento que no estaba cumpliendo totalmente.
Refiriéndose al Gobierno cubano, aseguró que condujo hasta Washington porque quería "cogerlos a ellos antes que lo cogieran a él."
La acusación asegura que, en un posterior interrogatorio a cargo de la Fuerza Antiterrorista, Alazo confesó que dos días antes de su ataque a la Embajada de Cuba, había escuchado voces que le dijeron que protegiera a su familia.
Un reporte previo del Diario Las Américas describió a Alazo como un hombre que padece esquizofrenia y que ha estado obsesionado con la idea de que la Seguridad del Estado cubana lo persigue.
La publicación citó a un pastor evangélico residente en el sur de Florida —cuya identidad no se reveló—, quien aseguró conocer al detenido.
En La Habana, Miguel Díaz-Canel afirmó que el tiroteo había sido un "acto de odio", "coherente" con la "hostilidad" de la Administración estadounidense, informó EFE.
"No compartir con país atacado toda la información equivale a tolerancia y revive historia de terrorismo versus #Cuba", escribió Díaz-Canel en Facebook.
El Gobierno cubano convocó a la encargada de negocios de Estados Unidos en La Habana, Mara Tekach, a la que transmitió una protesta.
El canciller, Bruno Rodríguez, dijo que la agresión "ha sido alentada por la creciente retórica hostil" de la Administración de Donald Trump contra el régimen de la Isla.
Tekach, publicó en Twitter su "condena" al tiroteo y señaló que "Estados Unidos toma muy en serio sus responsabilidades con la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas e insiste en una investigación completa y profunda".