Hija, un poco antes de las 11:00 AM, mientras jugábamos en la mantica a construir, veía una notificación en Facebook de Mónica Baró. Me etiquetaba en un post. Ella no suele etiquetarme en sus publicaciones. Diría que es la primera vez.
Seguí a mi sentido común y me encontré un post de denuncia. Mónica había sido amenazada en su propia casa por un supuesto ciudadano común que engrosaba una cola ya copiosa y desordenada, como son las colas aquí más aún en tiempos de Covid-19 y desabastecimientos de casi todo lo vital.
Mónica había hecho fotos desde su primer piso de la aglomeración, no del individuo violento. Trata de explicarle. Mónica se defiende con un "Si sigue amenazándome, llamo a la policía". La policía asoma (pocas veces están en el momento adecuado y el lugar correcto donde se violenta o se comete un delito. Esto es vox populi) y no solo se pone en lugar del delincuente, sino que la violenta más: "Te voy a sacar. Te voy a sacar", denuncia Mona.
Hay quien grita: "¡Claro, es para publicar en Facebook ese!" Otros, en horda, la mandan a limpiar. ¡A limpiar! Lo escribo hija y no lo puedo creer. A mí, no hace mucho, me mandaron a leer. No me voy a extender en mi reacción, Nina. Te lo contaré algún día. Creo que ese hombre nunca más mandará a leer a ninguna mujer. Espero.
Repaso, escucho a amigos que me llaman, sigo leyendo comentarios y sigo sin entender todo este desamparo, hija. No entiendo las amenazas del supuesto hombre común, menos la del policía. La manada me apena. Y pensar que manden a una mujer a limpiar me revienta. Que sean cómplices de la violencia me revienta. Que Mónica esté desamparada en su casa, me revienta.
Convierto mi mensaje privado, en un post público. Ya lo he escrito: nunca más estaremos solas. Quiero que lo sepan. Que lo lean todos: hombre común, horda, policía y todos los demás, los cómplices por silencio, los que levantan su voz contra las injusticias más allá de signos políticos, la gente de bien que aún queda en estas dos orillas contaminadas, los que creen que el periodismo no es relaciones públicas, que hay periodismo independiente y libre porque no todos tenemos precio, aunque vivamos de nuestro trabajo (que es diferente). Me pongo a su disposición. No es justo.
La violencia política tiene una marca de género que aquí ya es muy obvia, si alguien dudaba. ¿Qué tenemos que esperar para involucrarnos con fuerza las activistas, las feministas, las mujeres? ¿A que haya aquí una Lydia Cacho? ¿Una Berta Cáceres? ¿A ser como el México y la Honduras que conozco?
Llamo a Mónica para reiterarle mi apoyo. Para que me escuche. Para escucharla. De eso se trata acompañar. Solo pregunto si está sola. Le recuerdo los protocolos para enfrentar la violencia machista. Pido ayuda sobre la violencia policial. Le llega. Hay que llamar a los números que la Fiscalía General de la República dispone para denunciar. Fiscalía, contra mis pronósticos, responde que la apoya. Es una lucecita en medio de tanta oscuridad.
Patricia me llama por teléfono desde Miami. Es la productora del programa "ArtExpress", de Exilda Arjona en Radio Martí. Nunca he escuchado Radio Martí. Es la tercera vez que me entrevistan de ahí. Las dos primeras fueron colegas de los que conocía su obra de mis tiempos de estudiante de Periodismo. Y Exilda es una de las más fieles seguidoras de mis "Martazos" en redes sociales o dónde los sitúe. Me contactó para la emisión que saldrá el Día de las Madres. Mamá no cree en ese tipo de días. Pero sí creo en las madres, hija. Acepté.
Va a comenzar la entrevista. Tú estás en mi teta intentando tu siesta mientras nos mecemos en el sillón. Me queda poca batería en el móvil. Lo advierto. Yo te sostengo con un brazo. Con el otro el móvil. Hablaré firme sobre lo bajo para no perturbarte más esta mañana, pienso.
Exilda me saluda afectuosa. Tiene una voz hermosa. Una dicción perfecta no habanera. Se graba. Me saluda nuevamente y me presenta a su público. Es muy gentil su presentación. Justo revolotean en la ventana dos zunzunes. Así comienza mi entrevista. Con dos almas juguetonas y coloridas. Quiero despertarte para que los veas. Las almas son muy veloces. No valdrá la pena y sigo. La llamada se corta cuatro veces. Le hablo a las madres cubanas, como Exilda, como yo. Te despiertas de la siesta más corta. Soy tu exoesqueleto, mientras pido sororidad. No más complicidad con los machistas. Se me quiebra la voz. Lloro. Espero que los oyentes comprendan, que tú me comprendas.
Mónica me cuenta que está todo bien. Le digo que no se confíe. Los violentos andan impunes. Las casas nunca fueron seguras para nosotras, las mujeres. Ahí es donde hemos sido más silenciadas, más golpeadas, más asesinadas.
En medio de esta barbarie tú y yo seguimos construyendo, jugando, riendo... viviendo. Estás exhausta. Te duermes temprano.
La autora parece creer que puede tener éxito alguno en su 'lucha feminista' (llamémosle así) en Cuba sin luchar a la vez por los derechos de todos los cubanos. Como si los derechos de las mujeres fuesen por otro lado, separados de los del ser humano en su totalidad. ¿Qué 'feminismo' puede haber en una dictadura totalitaria que pisotea a todos por igual?
Cadena. Mono.
Martica, no es tu culpa que estés tan desinformada cuando dices que nos falta mucho para llegar a ser un México o una Honduras. ¿Esperar para involucrarse? Obviamente no conoces a Polita Grau, a Vicky Paredes, a Laritza Diversent, a Tania Díaz Castro, a Berta Soler, a Yoani Sánchez... o tienes escrúpulos de asociarte con esas mujeres. Laura Pollán, ¿no crees que la mataron los mismos que persiguen a Mónica?