El periodista cubano Yariel Valdés González permanece detenido en una prisión del estado de Louisiana, a la espera de ser aceptado en EEUU en calidad de refugiado político.
El recibimiento de otros emigrados de la Isla que también esperan por obtener la protección del Gobierno de EEUU en Bossier Parish Medium Security Facility, uno de los tantos centros de detención de inmigrantes, fue como para nunca olvidar: "Abrieron los brazos y me dijeron: '¡Bienvenido al infierno!'", contó Valdés González en entrevista con Diario Las Américas.
La historia de este comunicador de 28 años, egresado de la Universidad Central Marta Abreu de Villa Clara, está llena de altibajos. "Salí de una cárcel horrible para ahora estar en esta, que me tiene muy deprimido".
Valdés González ingresó en la universidad y se destacó como estudiante. Se graduó en 2014 y fue enviado a hacer su "servicio social" en el periódico Vanguardia, órgano oficial del Partido Comunista en Villa Clara.
Al poco tiempo de trabajar allí, comenzó a colaborar con medios independientes cubanos, como OnCuba y El Toque, lo que le acarreó problemas con sus jefes inmediatos.
"Me decían que no podía estar con esos medios, porque son enemigos de la revolución y estaba, según ellos, contribuyendo con la subversión en Cuba", contó.
El 23 de agosto de 2016 fue sancionado sin trabajar ni cobrar su salario durante un mes. La Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) también tomó la determinación de sancionarlo: "Me dijeron que no era digno de pertenecer a sus filas".
Ese mismo año fue expulsado de Vanguardia y le pusieron fin a su relación de trabajo con emisoras de radio y televisión. "Me dejaron sin nada", resumió.
A pesar de ello, inició una nueva etapa profesional en medios como Tremenda Nota, Yucabyte y Cubanet, al que todavía está vinculado. Las puertas también se le abrieron en el Washington Blade, el periódico de la comunidad LGBT más antiguo de EEUU.
"A raíz de eso estuve bajo una presión muy grande y llegué a estar en prisión unas nueve veces. Me decían que era un contrarrevolucionario y 'regularon' mis salidas del país".
"Temía por mi vida en Cuba. Decían que podían encarcelarme basados en el Código Penal y la Ley 88, que sanciona el hecho de colaborar con medios extranjeros, especialmente de EEUU".
La única opción viable que tuvo para poner a salvo su vida fue escapar de la Isla, aprovechando un curso de periodismo al que fue invitado en septiembre de 2018 en la ciudad colombiana de Medellín.
El escollo que tenía ante sí para poder salir de Cuba era la prohibición que le habían impuesto las autoridades. "Yo me reuní con ellos, me dijeron que sabían que quería ir a Colombia y les dije que si me quitaban la prohibición se librarían de mí. Y así fue", indicó.
Una vez terminado el curso, Valdés González se lanzó a tratar de alcanzar la frontera entre Estados Unidos y México. Llegó en avión hasta la capital mexicana y de ahí se desplazó por tierra hasta un punto fronterizo, con el propósito de solicitar asilo político en EEUU.
Primeramente estuvo cuatro días en un centro de detención de inmigrantes en California, a los pocos días pasó a otro sitio similar en Mississippi, donde permaneció por espacio de un mes, y de ese lugar fue trasladado a Louisiana, un estado en el que hay jueces que han negado la mayoría de los pedidos de asilo.
"Yo llegué borracho de ilusión, pues una oficial de asilo que me había entrevistado en Mississippi, el 28 de marzo, había determinado que sufría de 'miedo creíble de persecución o tortura' en Cuba y solo bastaba una primera audiencia con un juez de Inmigración para obtener mi libertad condicional y continuar mi proceso fuera de la cárcel, tal como establece la ley estadounidense", explicó.
"Otra vez las voces de mis coterráneos se encargaron de apagar la esperanza cuando también me dijeron que de Louisiana no sale nadie."
La audiencia final para decidir el asilo político de Valdés González será el próximo 6 de septiembre. El joven aseguró que trata de ser optimista y no dejarse vencer por una depresión que crece a diario, al sentirse preso en un país en el que todavía tiene confianza.
"Yo no represento ningún peligro para este país, vine buscando libertad y sin embargo estoy preso ya desde hace cuatro meses. Solo las lágrimas debajo de la cobija, cuando nadie me ve, logran limpiar por unos minutos mi desesperación al pensar en mi familia, que aún reside en Cuba", confesó.