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Opinión

Dignidad

La comunidad cubana LGBTI ha demostrado que, si bien el miedo es contagioso, el coraje también lo es.

Miami

Tres centenares de seres humanos salieron a la calle en la capital cubana a reclamar el respeto a su dignidad. Por su preferencia sexual han sido por seis décadas perseguidos, excluidos, asesinados a golpes y puñaladas en crímenes que quedaron impunes. Y dijeron basta.

La hija del actual dictador (¿para qué mencionar un nombre intrascendente?) creyó haber encontrado una vía de estafar al mundo civilizado, de persuadir al incauto de que su padre ya no era aquel mismo homófobo represor y jefe de las fuerzas armadas bajo cuyo mando estaban las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (eufemismo dado a los campos de concentración para corregir "conductas impropias"). 

Su proyecto de fraude requería crear otra organización (¿de masas?) bajo tutela totalitaria como las de las mujeres, los niños y tantas otras. Ella sería su ilustrada dirigente. Santa Patrona de los Gays. Le gustaba más ese título que el de princesa. Patrona de los desviados LGBTI siempre que fueran revolucionarios sumisos. Y así comenzó su peregrinar por ciudades del mundo desarrollado, siempre dando las "razones de Cuba". En cada charla explicaría los propósitos de su pretendida redención a estas almas en pena. ¡Qué generosa es la revolución!

Por supuesto, para esperar la protección de la Santa Patrona había primero que demostrar que, "pese" a ser gay, se era comunista. De lo contrario ningún derecho aplicaba. Pero, ¡oh sorpresa! Algunos irremediables descarriados decidieron no rendirle pleitesía a la Princesa. Tomaron la decisión de organizarse "por cuenta propia"en defensa de su dignidad como seres humanos. Y así las cosas llegamos a la marcha del pasado 11 de mayo en que la policía y la Seguridad del Estado hicieron despliegue de sus más brutales instintos para reprimir una expresión pacifica del orgullo de ser persona y el derecho de elegir. 

El día del orgullo gay y los desfiles asociados a ese hecho nació a propósito de la rebelión contra el abuso policial ocurrido en el bar Stonewall en Nueva York el 28 de junio de 1969. Aproximadamente cuatro centenares de seres humanos, cansados de soportar los sistemáticos abusos y arrestos, se enfrentaron de forma violenta a la fuerza de varias unidades de la policía, incluyendo la Tactical Police Force. El testimonio de un participante es elocuente: "Estaban más enfadados que nunca, porque todo el mundo se había amotinado... se suponía que los maricas no se podían rebelar (…) Se ha corrido la voz (…) los maricas se han hartado de la opresión".

El sábado 11 de mayo la capital cubana fue testigo de una comunidad que desafió de forma pacífica —pero corajuda— la orden de dispersarse. No estaban "autorizados" para defender su dignidad. Pero tampoco estaban dispuestos a perderla desde la sumisión a la autoridad. Ese fue el grave error de la dictadura al aplicar las directivas de la arrogante Princesa en su aspiración de sentar un escarmiento entre los insumisos.  

Hay millones de personas en Cuba que reclaman respeto a su dignidad. No es una consigna que emana de un líder desde Matanzas ni de una organización del exilio. La exigencia de respeto a la dignidad de cada cubano emana de todos aquellos a los que en la Isla se la pisotean de mil maneras. No tienen salarios dignos, ni viviendas dignas, ni trabajos dignos. La exigencia de que su dignidad sea respetada es una reacción natural, humana, a los abusos que soportan. No es una consigna que parte de una organización o líder. Es una necesidad vital del ser humano. 

La arrogancia de la Princesa y la estupidez del aparato represivo acaban de encender una chispa contestataria. Y las chispas pueden saltar de una pradera a otra e incendiarlas todas. La comunidad cubana LGTB ha mostrado al pueblo y al mundo su valerosa insumisión. Demostró que, si bien el miedo es contagioso, el coraje también.

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