El primer año de mandato del presidente cubano Miguel Díaz-Canel ha estado marcado por un contexto internacional mucho menos propicio para los designios del régimen de La Habana.
Ante todo, el Gobierno cubano ha visto cómo la relación con Estados Unidos ha conocido un parón, después del acercamiento de la era Obama.
La Administración Trump se ha caracterizado por una postura sumamente crítica con las autoridades cubanas, enfocada esencialmente en la violación de los derechos humanos en la Isla y en la presencia cubana en Venezuela.
En las últimas semanas toda una serie de decisiones del Gobierno estadounidense han aumentado la presión sobre el régimen cubano. Así, se han impuesto sanciones contra empresas dedicadas al transporte de petróleo de Venezuela a Cuba, ha sido anulado el acuerdo para la contratación de jugadores entre la Federación Cubana de Béisbol (FCB) y las Grandes Ligas de Béisbol de EEUU (MLB), se han restringido los viajes y el envío de remesas a la Isla desde territorio estadounidense y se ha activado el Título III de la ley Helms-Burton.
También el nuevo presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ha puesto fin a la participación de los galenos enviados por la Isla en el programa Más Médicos, lo cual arrojaría una pérdida de más de 300 millones de dólares anuales para el Gobierno cubano.
Estas medidas suponen un reto difícil para el régimen en el momento en que su principal aliado en el continente, Venezuela, conoce una grave crisis política y económica, que le impide mantener a flote la economía cubana mediante el envío del petróleo necesario para su funcionamiento. Si bien el Gobierno de Caracas mantiene el suministro de combustible a la Isla, las cantidades proveídas se habrían reducido en cerca de un 40%.
Aislamiento regional
La situación en Venezuela ha conducido a la mayoría de los países de la región a desconocer el nuevo mandato de Nicolás Maduro, comenzado en enero de este año, y a reconocer como presidente interino a Juan Guaidó. Salvo México, entre ellos se encuentran los pesos pesados de la región (Brasil, Argentina, Chile, Colombia).
Este distanciamiento con el Gobierno de Caracas supone un cuestionamiento del respaldo incondicional que La Habana prodiga a Maduro.
El desencuentro respecto a Venezuela marca en la actualidad cierto aislamiento del régimen cubano en América Latina, lo cual se debe principalmente a la pérdida del poder por parte de la izquierda, en estos años, en varios países de la región: Argentina, Chile, Brasil.
También se explica por casos como el de Ecuador, donde el Gobierno de izquierda de Lenín Moreno ha tomado sus distancias con el Socialismo del Siglo XXI o bien, como en Colombia, donde la llegada de Iván Duque ha marcado una ruptura con la sintonía que su antecesor, Juan Manuel Santos, mostrara con La Habana.
Este giro en el contexto político continental se ha hecho notorio en el último año con el abandono de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) por parte de Colombia y de Ecuador, y con la suspensión indefinida de su participación en la Organización de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú.
UNASUR fue creada en 2008, en pleno auge de los gobiernos de izquierda en la región, con el objetivo de lograr una mayor integración regional y de contener la influencia estadounidense en el continente.
Estos cambios confirman el declive del Foro de San Pablo (FSP). Creado en 1990, bajo los auspicios del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, el FSP sería durante poco más de dos décadas una plataforma de confluencia de gran parte de la izquierda latinoamericana.
La creación del FSP, después del agotamiento de los movimientos guerrilleros, sentó las bases de una nueva izquierda continental que se caracterizaría por sus fuertes vínculos con los movimientos sociales y su plena inserción en los engranajes de la democracia liberal.
El reflujo de la izquierda deja al Gobierno cubano con solo tres aliados incondicionales en la región: Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Los Gobiernos de México y de Uruguay mantienen una distancia prudente con La Habana.
Sin solución de recambio a la vista
El aislamiento político y la urgencia económica impulsó en noviembre pasado la gira internacional de Díaz-Canel por países como Rusia, Corea del Norte, China, Vietnam y Laos.
Sin embargo, más allá de las habituales declaraciones de intenciones de reforzar los lazos y la firma de tratados de colaboración bilateral, el periplo del mandatario cubano no parece haber desembocado en acuerdos comerciales suficientemente importantes como para paliar el estancamiento económico del país.
Moscú, por ejemplo, se muestra interesado en reactivar la colaboración militar con La Habana, pero no en volver a subsidiar al régimen de la Isla como fuera el caso en tiempos de la Unión Soviética.
El régimen ha reconocido que busca alternativas al suministro de petróleo venezolano. No obstante, el candidato más plausible, Argelia, que mantiene fuertes vínculos históricos con el Gobierno cubano, está inmerso en una profunda crisis política que puede echar por tierra los esfuerzos de La Habana.
El aislamiento regional y una situación económica cada vez más acuciante han marcado pues el primer año de Miguel Díaz-Canel en la presidencia.