Otra vez la tupición del desagüe de Jaimanitas, que alivia las aguas fluviales y albañales de viviendas y desemboca al mar, amenaza la salud de los vecinos, que esperan por las instituciones encargadas de repararlo.
Esteban, vecino de la calle 238 y uno de los que más sufre por el agua negra que sube con la lluvia, cuenta que en los últimos tiempos ha contado por los menos seis trabajos de reparación y ninguno ha dado resultado.
"El último lo realizaron en febrero de 2018, tuvieron que hacerlo dos veces con doble gastos de recursos, porque la primera vez no le dieron la caída necesaria al tubo y el agua no corría. Tampoco tuvo el mantenimiento periódico que necesitaba, no colocaron una compuerta ni una trampa para sólidos como la del desagüe original. Aquí están los resultados: otra vez la tupición".
El 5 de febrero de este año una retroexcavadora de pico largo comenzó a romper la calle y extrajo el tubo inservible, pero dejó el trabajo incluso. El operador dijo que se le había acabado el petróleo.
Lucio Vals, afectado por la loma de escombros que dejaron en la puerta de su casa, dice que apenas puede salir a la calle y los autos tampoco pueden pasar.
"Dejaron un trillo peligroso para que pase la gente. Un niño puede caerse fácilmente si no tiene cuidado".
El sábado 16 de febrero se reunieron en el lugar varios ejecutivos de la Empresa Saneamiento Básico de La Habana y la Empresa Integral de Proyectos. Tiraron fotos, concertaron ideas y fechas para acometer el trabajo, pero los vecinos afectados se quejaron de que anteriores reparaciones no cumplieron con la calidad que requería la obra.
Carlos, pescador de la calle Primera, mostró a los proyectistas el desagüe original, construido antes del triunfo de la Revolución, que cumplía muy bien la función de evacuar el agua y los desechos.
"De niño jugaba en él. Era un conducto grande, del tamaño de un hombre, había una persona encargada de limpiarlo periódicamente y jamás se tupió. También había una compuerta y una reja para que el sólido no entrara con la penetración del mar. Luego, con la Revolución, todo eso se olvidó. Cuando se tupió por primera vez lo desecharon y abrieron una zanja donde colocaron un tubo pequeño, que sin mantenimiento se tupió con facilidad".
"También existía una canal que se adentraba en el mar", continuó Carlos y tiró varias piedras al agua para mostrar a los ingenieros por dónde iba la antigua canaleta, que ayudaba a la salida del desagüe. En el fondo todavía se aprecian las paredes de concreto, casi tapadas por la arena después de tantos años. Los ingenieros le pidieron que ayudara con sus conocimientos, cuando regresaran el lunes a ejecutar la obra.
Un español que participó con los funcionarios en la planificación sugirió que podía colocarse también un disipador de energía en la entrada del canal. Los encargados estuvieron de acuerdo asimismo con la instalación de una rejilla y de utilizar, en vez de tubos, cajones de concretos, como en el diseño original; pero el español rechazó la idea de que sus hombres trabajaran en la zanja del fondo de las viviendas, por la emanación de gases y la amenaza de contraer alguna enfermedad.
"El lunes traeremos la retroexcavadora para restablecer la canaleta y colocaremos los cajones, la rejilla y traeremos los materiales para el disipador de energía", dijo el ingeniero de la Empresa Integral de Proyectos, que al parecer dirigiría la ejecución. Le recordó a Carlos que contaban con él y con su experiencia, pero el lunes nadie había vuelto por el sitio.
"Dejé de ir a un turno en la clínica estomatológica para cumplir con mi promesa de ayudarlos", dice Carlos, sentado en el contén frente a la loma de escombros. "Los que no cumplieron fueron ellos".
"He visto esta película muchas veces. Vienen en sus autos, tiran fotos, se comprometen, luego reparan y después vuelve a tupirse y las casas a inundarse de nuevo. No sé cuándo será el día que este problema tendrá su final", añade.
"Son curitas de mercurocromo, no veo seriedad ni profesionalidad en la gestión", se queja Nestico otro vecino a quien tanto la tupición como los escombros impiden el tránsito. "Con ese espíritu, a la historia del desagüe le quedan muchos capítulos", sentencia.