Jorge dormía en las inmediaciones del punto de gas licuado situado en San Gregorio entre 15 y 16 Norte, en la ciudad de Guantánamo, cuando pasaba por allí una vecina. "Prefiero dormir aquí y comprar balitas para revenderlas, que ser custodio por 300 pesos y pico", explicó ante la curiosidad de la mujer.
Las largas filas para comprar el combustible y la irregularidad en el abastecimiento, han generado para algunos la oportunidad de conseguir ganancias.
"Ya la gente sabe que me dedico a esto y se ahorran las molestias simplemente pagando diez pesos más por cada balita. Aquí hay que dormir obligatoriamente porque traen pocas y las colas son inmensas. Cuando crees que hay poca gente, el de delante le ha marcado a seis o siete personas", afirma Jorge mientras acomodaba una piedra al lado de un árbol para dormitar.
"Lo que está claro es que buscándome 30 o 40 pesos diarios estoy mejor que un custodio que hace la misma guardia, pero con responsabilidades y por un salario que da grima", calcula.
El precio de los cilindro de gas licuado es de 110 pesos moneda nacional (MN), pero las molotes y altercados cuando llegan, y la escasez en el servicio de venta liberada, crean disyuntivas.
"Voy yo a comprar la balita, o pago diez pesos más (moneda nacional) y que me cueste 120 en vez de 110 pesos. ¿Te imaginas que tenga que dormir en el punto de gas y luego perder un día entero de trabajo por no pagar diez pesitos? Qué va, eso me lo ahorro", comenta Yoel, un joven que trabaja en una brigada de Acueducto y Alcantarillado.
A todo esto se añade el hecho de que hay pocos establecimientos en los que adquirir gas licuado.
Sobre esta situación, el director general de CUPET en la provincia, Elionit Placencia Durán, reconoció en la sección "Respuestas al lector", de la edición del periódico local Venceremos del 21 de diciembre pasado, "que las unidades de venta existentes en la cabecera municipal son insuficientes aún para la cantidad de clientes contratados, lo que provoca aglomeración de personas y largas colas".
El gas licuado no solo es demandado para cocinar en el hogar, sino que se ha vuelto casi indispensable para aquella parte del sector privado que elabora y comercializa alimentos.
"Nosotros compramos dos o tres balitas a cada rato porque es más cómodo, económico e higiénico. No tiene gracia hacer toda la comida que se vende en este restaurante con equipos electrodomésticos porque pagaríamos más de lo que ganamos", dice una empleada de un negocio privado que pide mantenerse en el anonimato.
"Ni hablar de fogón de petróleo, porque la multa de la gente de Higiene no hay quien te la quite de encima", añade.
De igual forma, Norma señala que si no tiene balita de gas, no puede hacer Pru (bebida fermentada hecha a base de raíces). "Me da la cuenta porque me dura hasta una semana y vendo 50 pesos de Pru diariamente", detalla.
Así, contar con los servicios de alguien que compre el cilindro de gas licuado por un pago de 10 pesos es una opción que se ha generalizado.
El aumento acelerado de practicantes de esta "modalidad de trabajo" —la reventa del gas—, a consecuencia de la incapacidad del Gobierno para prestar un servicio estable, no solo se ha convertido en algo "normal", sino que es ya un hábito del cual costará trabajo desprenderse.