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Sociedad

La Cuevita de Alí Babá se pone buena al atardecer

'Parece que el Gobierno cubano comprendió que este comercio es necesario', dice un vendedor.

La Habana

En La Virgen del Camino, el punto más céntrico de San Miguel del Padrón, confluyen todos los días cientos de personas buscando ese sitio llamado La Cuevita.

Zaida Mena fue allí un lunes, había escuchado decir que en La Cuevita se encontraba de todo y, en efecto, halló las medias que sus hijas necesitaban con urgencia para la escuela, y los forros para las libretas, pegamento, presilladora y presillas, lápices y gomas, reglas, cartabones y otros accesorios que piden para los trabajos de Educación Laboral.

"También encontré una faja para la barriga, un par de chancletas de mi número y una escoba, todo muy barato. En La Habana, cuando encuentras las cosas, pagas cuatro veces el precio que tienen aquí".

A la entrada de La Cuevita existe una especie de nave abarrotada de mesas alineadas que exhiben toda clase de productos hechos de plástico, aluminio, cobre, bronce, hierro, madera, tela. Es un secreto a voces que son fabricados por artesanos clandestinos, pero un verdadero misterio la procedencia de la materia prima que utilizan. En todo caso, son artículos necesarios, difíciles o imposibles de encontrar en las tiendas del Estado.

"Algunos no son de buena calidad", se queja Pedro, que compró un tomacorriente en La Cuevita y, cuando fue a instalarlo, se deshizo. "Ese mismo tomacorriente lo vi luego en la mesa de un cuentapropista en Diez de Octubre tres veces más caro".

"Pero, a decir verdad, no todo es malo. Compré tres camisetas buenas y baratas, y encontré la pila para el lavamanos, que no aparecía en ninguna parte".

Sánchez, de La Lisa, anda con su mujer, Sandra, profesora de Literatura. Han comprado un lavadero de aluminio y todo el herraje del tanque del inodoro. Ella cuenta que la verdadera Cuevita está calle abajo, "pero no vamos allí porque la mercancía está dentro de las casas, hay que entrar y tenemos miedo".

"Dicen que afuera, en el portal, hay una especie de vigía que, además de anunciar el producto, cuida de la Policía", añade Sandra.

"Los operativos en La Cuevita han mermado", dice Ojeda, que está parado en un portal anunciando sus tanques plásticos. "Parece que el Gobierno comprendió que este comercio es necesario y le han sacado el pie. Aunque tampoco debemos confiarnos".

En la sala hay cuatro tanques plásticos de 600 galones, de fabricación artesanal, que ocupan casi todo el inmueble. Dice Ojeda que artesanos los producen en fábricas particulares, en sitios que él desconoce. Los tanques parecen fuertes.

Ojeda rehúsa dar información sobre la procedencia de la materia prima que utilizan, pero acota: "Las malas lenguas comenzaron a decir que eran del plástico de los contenedores de basura que se robaban; entonces la Policía quiso estropearnos el negocio con redadas y un decreto ridículo que no prosperó, decía que a quien cogieran cerca de un latón de basura sin intenciones de botar nada lo multarían, pero al final vieron que no era de los latones de basura el plástico que se utiliza en el cuentapropismo".

Cepillos de dientes, palitos de tendederas, percheros, escobas, juntas de ollas, cubos, pellizcos de pelo, cintillos… una interminable lista que crece a medida que avanzas calle abajo.

Un individuo propone juegos de salas y muestra un catálogo de variedades en fotografías de un álbum. En la vivienda siguiente, con la puerta abierta, otro ofrece ropa de marca que tiene colgada dentro.

Los precios son menos de la mitad que los de La Habana, y revelan que los revendedores encarecen los productos comprados en La Cuevita.

Arnaldo, militar retirado que a regañadientes acompañó a su hija a La Cuevita este mercadillo clandestino es un antro, pero reconoce que encontró lo que buscaba.

"En el núcleo del Partido me habían dicho que esto aquí era La Cuevita de Alí Babá, donde la estafa y el robo estaban al cuello, lleno de ilegalidades y de violaciones, pero aquí encontré los espejuelos que el médico me indicó para ver de lejos, y a un precio razonable".

"La pregunta que me martilla ahora es, ¿de dónde sale toda esa materia prima para fabricar esos productos? Y sí, creo que ese nombre que me dijeron en el núcleo le va bien".

"El viaje es largo y molesto", dice Claudia, que vino de Jaimanitas, en el municipio Playa, "pero por solo dos pesos que me gasté en la guagua me ahorré mucho, porque en Jaimanitas lo que compre tengo que pagarlo al triple. Por ejemplo, estos uniformes escolares aquí en La Cuevita los encontré a 20 pesos por pieza, allá me salen a 50".

Claudia muestra seis camisas y cuatro sayas que acaba de adquirir en una casa de madera de puntal alto, y saca cuentas. Se ahorró 180 pesos y le quedó dinero para comprar una colcha para el invierno y dos pantalonetas, más chucherías para las niñas.

"Lo mejor es venir al atardecer", dice Claudia, "antes de cerrar bajan aún más los precios".

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