"La hierba es para los caballos", es la reacción del cubano medio cuando se le pregunta sobre la posibilidad de ser vegetariano. No obstante, algunos en la Isla optan por llevar ese estilo de vida, a pesar de las limitaciones en cuanto a variedad y precios.
Sofía es una mexicana que vive en Cuba. Se inició en el vegetarianismo hace 14 años. "Todo comenzó por una invitación", cuenta. "Me sugirieron en mi curso de yoga que lo intentara y no me resultó un problema".
Pero cuando llegó a la Isla, cuatro años atrás, vio su dieta trastocada.
"Durante el primer año no sufrí tanto. La verdad, no me molestaba comer arroz y acelga todos los días. Todo el tiempo compraba espirulina, que aquí es algo básico al no haber variedad de alimentos. Pero entonces quedé embarazada, siempre tenía hambre, y a base de acelga y una que otra zanahoria nunca me llenaba. En ese momento dejé de ser vegetariana".
Para Sofía, el problema fundamental es la falta de variedad en la oferta de productos necesarios para una dieta vegetariana.
"En otro país tienes acceso a una serie de productos orgánicos y existe una variedad que te permite consumir distintos nutrientes", explica. "Aquí también existen productos orgánicos, pero la variedad es mínima. Malamente consigues maní o semillas de ajonjolí. No es tan caro, el tema es que solo tienes un par de productos al final del día. Cuando tienes una dieta vegetariana, necesitas frutos secos, semillas y otras cosas para complementar".
Yordan tiene 20 años y durante un tiempo intentó ser vegetariano.
"En total fueron cerca de seis meses", dice. "No puedo decir que fue tanto lo que extrañé la carne como lo que me aburrió comer todos los días lo mismo. Lo único que encontraba era col; fue mi plato fuerte, por decirlo de algún modo. Imagina seis meses comiendo col todos los días. Ya no sabía cómo hacerla".
Otros, como Ana, han persistido a pesar de los inconvenientes. Es vegetariana desde los 90. Se ha mantenido con esta dieta durante más de 20 años, con éxito.
"En el momento en que empecé a ser vegetariana casi todo el mundo en Cuba comía solo vegetales, aunque no por elección propia", recuerda. "Desde entonces sigo siéndolo, es un estilo de vida".
"El cubano de por sí come mal, debido a la falta de variedad", señala Ana. "Es verdad que no tengo acceso a cosas como frutos secos, pero hago lo mismo que el cubano común con la carne de res, los reservo para un día especial".
"Igual que el cubano tiene que comer pollo todos los días, así mismo yo repito los vegetales. Intento variar los modos de cocinarlos, al vapor, fritos, con salsa...", añade.
Ana considera que el principal problema que afronta un vegetariano en Cuba es que se tiene que limitar a comer en su casa.
"No existe una precepción muy clara sobre lo que es la dieta vegetariana. Mucha gente incluso cree que uno come hierba de las esquinas. Cuando sales a la calle, te tienes que limitar a una pizza de queso o una fritura, helado si tienes el dinero".
En La Habana existen algunos restaurantes enfocados a satisfacer la demanda de los vegetarianos. No obstante, están pensados para un público mayoritariamente extranjero o para cubanos de ingresos elevados. Uno de ellos es el El Shamuskia'o, ubicado en La Habana Vieja. La oferta allí es variada: hamburguesa vegana, brocheta de vegetales y frutas, crema de legumbres. Pero los precios se mueven entre los tres y seis pesos convertibles (CUC) por plato.
"Suele venir bastante gente, pero son turistas en su mayoría", comenta a DIARIO DE CUBA un trabajador del lugar. "He atendido a pocos cubanos en los tres meses que llevo aquí y la mayoría no son vegetarianos, solo les da curiosidad y se comen algo".
Justo frente al hotel Meliá Habana se encuentra Camino al Sol. El local ofrece pastas artesanales y una variedad bastante amplia de productos vegetarianos. Las pastas hechas con clorofila vegetal cuestan cuatro CUC el kilogramo. Pueden ser de apio, cebollino o curry, entre otros sabores. Otros productos tienen precios menores, como el pastel de calabaza con salsa de higo, que cuesta dos CUC.
"El lugar está muy bien, el problema son los precios", comenta Rey, quien fue vegetariano durante un tiempo. "¿Qué salario da para comprar pastas a cuatro CUC en este país o para comerte al menos una vez por semana un pastel con salsa de higo? Por eso dejé de ser vegetariano, no tienes opciones. Incluso ahora, que como carne, quisiera comerme alguna vez una pasta de apio, pero la cuenta no me da".