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Transporte

La Habana, ¿recogida de basura o de pasajeros?

'Los habaneros tienen ante sí una disyuntiva cuando haya presupuesto para comprar algo: o menos basura en las calles, o más guaguas para transportarse.'

La Habana

Basta un simple recorrido por cualquier calle habanera donde circule el transporte público para constatar la desesperación de las personas ante la demora de las guaguas, y el cada vez más deficitario servicio de taxis. Una situación que se agrava en los denominados horarios picos, cuando cientos de trabajadores y estudiantes entran o salen de sus respectivos centros de trabajo y escuelas.

Tal panorama es el reflejo en la vida cotidiana de una información que trascendió durante una reunión con motivo de los preparativos para celebrar los 500 años de la ciudad de La Habana. Allí se dijo que no era posible cumplir la programación de viajes del transporte público debido al déficit de ómnibus que padece la capital.

Alrededor de 227.000 pasajeros se están dejando de transportar diariamente. Además, se afrontan problemas organizativos, indisciplinas, así como carencia de choferes, técnicos y directivos en la mayoría de las terminales de ómnibus de la ciudad.

El déficit de ómnibus en la capital —si es así en la Habana, qué dejaremos entonces para el interior del país— no constituye un fenómeno nuevo. Por ello resulta incomprensible el escaso financiamiento que el Gobierno le dedica a la actividad del transporte.

Al dar a conocer no hace mucho la liquidación del presupuesto para el año 2017, la ministra de Finanzas y Precios, Lina Pedraza, señaló que el 0,3% de los gastos presupuestarios se dedicaron al transporte (208 millones de pesos de un total de 63.906 millones de pesos que conformaron los egresos del Presupuesto del Estado).

Lo anterior contrasta con la asignación que recibieron las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior. Un monto que, aunque la ministra lo ocultó, los especialistas lo estiman entre un 20 y un 25%.

Y las posibilidades de contar con recursos financieros para dedicarlos a la adquisición de ómnibus y otros accesorios del transporte en el actual 2018 parecen escasas. Durante una reciente reunión con dirigentes del sector empresarial, a la que asistió el presidente Miguel Díaz-Canel, el flamante ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, informó de afectaciones en la ejecución del plan de la economía debido al no cumplimiento de los ingresos planificados. Por tal motivo habrá restricciones en los arribos de materias primas, equipos e insumos.

Al respecto, Díaz-Canel ya había insistido durante la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular en que en el transcurso del segundo semestre del actual año se adoptarían medidas "dirigidas a trabajar con mayor precisión las decisiones sobre las importaciones y otros gastos en divisa".

Para colmo de males, los problemas con los ómnibus del transporte público no son la única preocupación de los pasajeros que día tras día afrontan un calvario para llegar a su destino. En ese sentido hay que agregar la incertidumbre con que la población ve acercarse el 8 de octubre, día en que se pondrá en práctica el cacareado experimento con los taxistas particulares. Los comentarios que circulan —muchos de ellos expresados por los propios taxistas— apuntan a que un buen número de choferes cuentapropistas entregarán sus licencias para no verse envueltos en la referida maniobra gubernamental. De ser así, se reducirán las opciones para los atribulados pasajeros.

En la citada reunión por los 500 años de La Habana trascendió también la crítica situación existente con la recogida de los desechos sólidos en la ciudad, motivada en lo fundamental por la carencia de los vehículos que habitualmente se emplean en esa labor. La basura pulula en calles y aceras con el consiguiente perjuicio para la salud de los pobladores de la urbe.

O sea, que los habaneros tienen ante sí una dramática disyuntiva cuando haya presupuesto para comprar algo: o menos basura en las calles, o más guaguas para transportarse.

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