Aunque no encuentren en ellos nada diferente a lo cotidiano, los carnavales continúan siendo muy populares entre los habaneros, sobre todo para aquellos que no tienen a dónde acudir con sus familias y parejas en vacaciones.
Muchas familias se trasladan al Malecón a ver las carrozas poco coloridas y con pobres diseños, tiradas por tractores.
Pollo frito, pan con lechón y cerveza de pipa o nacionales enlatadas, generalmente calientes, han sido las principales ofertas de este primer fin de semana, aunque las autoridades prometieron mucha comida y bebida.
En los dos primeros días (17 y 18) se reportaron varios heridos con armas blancas, pese a que la Policía prohibió portarlas. Varios de ellos fueron llevados a Emergencias del Hospital Calixto García.
En varias calles que conducen al Malecón, una fuerte presencia de policías y perros con bozal intentaba garantizar la seguridad.
Los continuos cacheos corporales, registros de bolsos y mochilas, y el requerimiento de documentación afectaron principalmente a personas afrodescendientes.
La Oficina Nacional de Atención Tributaria (ONAT), en O y 21 (Vedado), fungió como centro de mando de policías boinas negras, que permanecieron allí acampados.
Quienes mayoritariamente acuden a estos carnavales son personas de bajos recursos, familias que gustan de las festividades y la música, pero que no pueden pagar un cover de entre 10 y 20 CUC en más apacibles centros nocturnos.
El negocio prospera en carnavales a pesar de la presencia de los inspectores del Estado. Vendedores de todo tipo aprovecharon las multitudes este fin de semana.
Muchos de los llamados "trabajadores por cuenta propia" agradecen estas fiestas para poder obtener ganancias vendiendo hasta de chiringas hechas con bolsas de nailon.
"Poder conseguir el permiso para vender aquí es complicado, pero ya que estas aquí tienes que reventarlo todo. Aunque se hace difícil con los inspectores siempre exigiendo sobornos", comentó Francisco, un vendedor de globos y artículos infantiles.
El domingo sobre las 8:30PM, un inesperado corte de electricidad duró unos 40 minutos en gran parte de la Avenida Malecón causo pánico entre el público y autoridades.
"Venimos para relajarnos, pero nos vamos más estresados a casa", comentó Sergio, de 46 años, quien acudió con varios amigos. "Todo con precios elevados, alimentos mal cocinados, mucha policía con mala cara y gente problemática es lo que hay aquí".
Como es habitual, en río revuelto el cubano se aprovecha de todo: muchas raciones de pollo no tenían el peso establecido, se vendieron cervezas y rones reenvasados, y panes con lechón con poca carne. Los taxis subieron el costo del pasaje y acortaron el recorrido de los tramos habituales para aprovechar la demanda de transporte.
El administrador de uno de los puestos estatales del Malecón habanero, citado por la agencia EFE, dijo que este año se espera que el carnaval sea más concurrido que en ediciones anteriores porque "ha tenido mayor promoción, ha sido mejor preparado y va a haber mucha más gente, más carrozas y mucho más de todo".
Y tiene razón, la gente continúa asistiendo en masa a los carnavales, no importa los problemas que encuentre, la burla de quienes ofrecen servicio gastronómico y los policías.
En otros municipios de la capital también se realizan carnavales, igualmente con presencia policial, pero con horarios más reducidos, pequeñas carpas para vender chucherías, música grabada y agrupaciones desconocidas.