Entre los cubanos "hay un posicionamiento y un consenso más claros en cuanto a las reformas económicas, mientras que existe una posición más matizada respecto a los cambios políticos."
Es la constatación hecha por el politólogo Armando Chaguaceda, en conversación con DIARIO DE CUBA, respecto a la encuesta publicada recientemente por el proyecto CubaData y de cuyo informe explicativo es uno de los autores.
A primera vista, los intereses pragmáticos parecen encontrar mayor resonancia que los asuntos de orden ideológico.
Si de las opiniones de los encuestados, en relación con posibles reformas constitucionales, es difícil sacar una tendencia clara, el pronunciamiento sobre las cuestiones económicas parece mucho más nítido.
Algo que se puede apreciar en cuanto a la eliminación de la dualidad monetaria en vigor en el país, que cuenta con la aprobación del 77,1% de los entrevistados.
Un consenso que pasa a ser abrumador en torno a otras medidas. Así, la posibilidad de que el Gobierno permita a los cubanos profesionales establecer negocios privados dentro de sus profesiones consigue el aval del 87,6% de los participantes en el sondeo.
Con semejante contundencia se manifiesta el apoyo a la posibilidad de que los trabajadores en Cuba puedan ser contratados directamente por las empresas extranjeras (92,8%) o el rechazo a que el Estado siga manteniendo el monopolio de las exportaciones e importaciones (90%).
¿Cómo se explica este contraste entre la ambigüedad de las posiciones políticas y la nitidez de las posturas económicas?
Los cambios económicos en carne propia
Contactada por DIARIO DE CUBA, la socióloga Elaine Acosta (Universidad Internacional de Florida), también coautora del informe explicativo de la encuesta, considera que el posicionamiento más claro respecto a las reformas económicas se debe a que la población ha venido "sufriendo o experimentando en carne propia" los cambios económicos. Por tanto, las personas se sentirían menos inhibidas para expresarse al respecto.
Otro factor que destaca Acosta es la desconexión entre la sociedad y la esfera política, inducida durante décadas por un manejo del poder verticalista, autoritario, que ha promovido una participación de la ciudadanía "sumamente controlada y vigilada".
Por su parte, Armando Chaguaceda explica que este es un fenómeno que suele darse, según lo demuestran varias encuestas, en contextos autoritarios similares al cubano, ya sea el de Polonia poco antes de la caída del comunismo o bien el de la China contemporánea.
Es decir, por la naturaleza de estos regímenes, existe una propensión en ciertos sectores sociales a esquivar sistemáticamente las preguntas de orden político. El efecto del temor induciría pues a pronunciarse de modo más fidedigno en los aspectos socio-económicos que en los políticos.
No menos importante en este sentido —recalca Chaguaceda, basándose en estudios efectuados por el Centro Levada en la Rusia de Putin— es que "el sector políticamente consciente, autónomo, crítico, movilizado" correspondería a una parte de la clase media, que abarcaría apenas entre el 15% y el 20% de la población.
No es de sorprender pues que el grueso de las preocupaciones ronden "alrededor de lo socio-económico y de reivindicaciones puntuales".
Por consiguiente, aquí resulta clave tanto el ocultamiento de preferencias como la cultura política propia de una sociedad moldeada por un marco autoritario.
La percepción de la juventud
Otro dato relevante que arroja la encuesta es que, a pesar de que un 53,1% de los encuestados se encuentra insatisfecho con su vida cotidiana, al segmentar las respuestas por edad resulta que los jóvenes son quienes se muestran más satisfechos.
Esta misma tendencia se observa respecto al futuro del país. Si bien un 58,2% de los entrevistados valora que Cuba está estancada o en pleno retroceso, son los jóvenes quienes encabezan las filas de los optimistas, es decir, del 35,9% que considera que el país está progresando.
Estas constataciones contradicen, en cierta medida, la opinión común que resalta el hartazgo y la frustración de la juventud cubana y su predisposición a emigrar.
A juicio de Elaine Acosta esto no sería tan raro, si se toma en consideración que los entrevistados podrían corresponder a sectores que estarían en una situación económica "relativamente mejor", dadas las herramientas empleadas para la encuesta (aplicaciones móviles y acceso al correo electrónico).
También, según Acosta, se puede conjeturar que actualmente los jóvenes no están emigrando del mismo modo que lo hicieron sus antepasados. Aunque la emigración siga siendo una alternativa, ya no lo es "en términos definitivos ni con una clara postura de rechazo total y absoluto a lo que sucede en la sociedad cubana".
Un fenómeno que supondría la existencia de una multiplicidad de proyectos personales, entre los jóvenes, que se acomodarían de las maneras más diversas con la realidad del país.
Además, según la socióloga, probablemente el proceso de degaste sufrido por las generaciones anteriores haya sido mucho más intenso que el experimentado por la juventud en la actualidad. Esto no quiere decir que los jóvenes estén conformes, sino más bien que "sus expectativas de cambio pueden ser mayores".
Así, el hecho de que los jóvenes muestren un amplio apoyo al fin de las restricciones económicas, sostiene Acosta, sugiere que la satisfacción personal se puede acompañar, no obstante, de una insatisfacción social.
Por último, Armando Chaguaceda, apunta tanto a la desconexión de las cuestiones políticas de buena parte de la juventud cubana, como a los posibles vínculos de esta con el "sector económico emergente", algo que induciría a cierto pragmatismo.