El cubano de a pie que tiene la oportunidad de viajar al exterior constata la enorme diferencia que existe entre Cuba y la mayoría de las naciones del planeta en lo referido a la presencia de alimentos y artículos de primera necesidad en los centros comerciales.
Uno de los renglones que sin dudas propicia la comparación es la papa. Porque este tubérculo abunda en los anaqueles de las tiendas de pueblos y ciudades allende los mares, lo mismo si se trata de países industrializados que de naciones tercermundistas.
En Cuba la situación es diferente. Los consumidores no logran llevar a sus mesas este producto con la regularidad y en las cantidades adecuadas. Cuando su venta era liberada, las colas y matazones eran habituales cada vez que llegaba la papa a las placitas. Al grito de "¡Llegó la papa!", los vecinos y hasta los empleados de los centros laborales corrían porque sabían que no duraría mucho tiempo en las tarimas.
De un tiempo acá los gobernantes han debido recurrir a la libreta de racionamiento, esa que con optimismo creían reservada ya a unos cuantos renglones de primera necesidad, en aras de "normalizar" la distribución de la papa.
Las autoridades de la Isla y aquellas personas que comulgan con el punto de vista oficial es muy posible que achaquen ese desabastecimiento a las calamidades que afronta un país pequeño que resiste el "bloqueo" de EEUU. El problema, por supuesto, amerita otras consideraciones.
Según estadísticas publicadas recientemente por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) para el período enero-diciembre de 2017, el sector privado de la agricultura cubana —el que según tales estadísticas conforman los propietarios privados, los arrendatarios de tierras ociosas, y las cooperativas de crédito y servicios (CCS)— produjo solamente el 9,8% de la papa en el país.
El restante 90,2% fue producido por las empresas estatales, las unidades básicas de producción cooperativa (UBPC) —por cierto, unas cooperativas con tan poca autonomía que parecen empresas estatales—, y las cooperativas de producción agropecuaria (CPA).
¿Significa lo anterior una ineficiencia mayor por parte del sector privado? Por supuesto que no. De acuerdo con las mismas cifras de la ONEI en su acápite de indicadores seleccionados, este sector produjo el 77,2% de las viandas (excepto el plátano), el 77,5% del plátano, el 81% de las hortalizas, el 63,8% del arroz, el 84,3% del maíz, el 75,1% del los frijoles, y el 86,9% de las frutas. Únicamente cedió el sector privado en lo referido a la producción de cítricos, donde alcanzó un 35,4%.
Si consideramos que el sector privado posee el 48,1% de las tierras cultivadas del país, y el restante 51,9% le corresponde a las empresas estatales, las UBPC y a las CPA, no es difícil advertir que la mayor eficiencia productiva en la agricultura cubana proviene del sector privado.
A todo lo expuesto hay que añadir que las autoridades cubanas mantienen un monopolio estatal en lo referido a la comercialización minorista de la papa. Es decir, que este tubérculo solo puede venderse en los agromercados estatales y a precios topados, o sea, no tomando en cuenta la relación oferta-demanda indicada por el mercado.
Semejante interferencia estatal obliga también a pagarles a los productores un precio de acopio por debajo de las expectativas del mercado, que en ocasiones ni cubre sus costos de producción. De ahí la poca estimulación que poseen los propietarios privados, los arrendatarios y las CCS para dedicarse a la producción de la papa.
¿Qué pasaría si el Estado suprime su monopolio sobre la comercialización de la papa, y permite que este producto pueda ser adquirido en las diferentes formas de gestión comercializadora, incluyendo los agromercados de oferta-demanda? Es muy probable que redunde en una mayor presencia de este demandado tubérculo en las placitas y mercados del país.