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Opinión

Deshacer la normalidad

El régimen pone énfasis en el continuismo, sabedor de que cualquier acto extraordinario puede llevar a que se cuestione la lógica existente.

Madrid

Apenas han transcurrido unos días entre los incidentes provocados por la delegación "oficial" de la sociedad civil cubana en Perú y la designación de un nuevo presidente de Gobierno, y la mayoría de medios y analistas coinciden en que en Cuba no se está produciendo, ni se espera que se produzca, ningún cambio relevante. Es cierto que nada de lo ocurrido ha roto con el discurso político habitual y todo parece desarrollarse según una lógica conocida. Aun así, no deberíamos aceptar tan fácilmente esta idea de "normalidad".

El primero que no acepta dicha idea es el propio Gobierno, extremadamente cuidadoso en el diseño del traspaso de poder y, en especial, en la preparación del ambiente en los últimos meses. Intuye, como mínimo, que una sensación generalizada de asistir a un suceso extraordinario puede resultar peligrosa. Para evitarlo, se ha intentando reforzar la idea del continuismo. A fin de cuentas, romper con la normalidad conlleva una invitación a cuestionar la lógica existente, a replantearse el por qué de lo que damos por supuesto.

Si repasamos las prioridades del Gobierno últimamente, es evidente la preocupación. Podemos tomar como referencia los episodios de la Cumbre de las Américas, última de las decisiones políticas de relevancia antes de las nuevas designaciones¿Qué se quería conseguir con el boicot en Lima?

El plano internacional

Algo debió suponer el Gobierno cubano que se ganaba, y ese algo fue considerado importante. Los dirigentes de mayor jerarquía son conscientes de que no resultan despreciables los costes diplomáticos y políticos que acompañan a un comportamiento beligerante y polémico en un escenario como el de la Cumbre. De esa disposición a asumir riesgos se infiere que La Habana esperaba un resultado vinculado a lo que más necesita mantener, lo que constituye el núcleo de su poder: el discurso ideológico que explica y justifica la eternización de la llamada "revolución".

Es obvio que lo ocurrido en Lima formó parte de una estrategia planificada con antelación, probablemente proyectada a partir de la experiencia en la cumbre anterior. Durante meses se obstaculizaron los viajes de los representantes de la genuina sociedad civil, y para anular a quienes consiguieron viajar, se diseñó y envió una delegación conformada a semejanza de una selección nacional que buscase competir en una especie de "juegos políticos panamericanos". Se trata de una lógica que solo pueden comprender quienes conciben la política absolutamente al revés y mantienen las concepciones más beligerantes sobre la nación y el poder. 

Sin embargo, aún teniendo en cuenta esta consideración, pareciera que el Gobierno perdió más de lo que ganó. En especial, porque volvió a identificarse con la peor imagen del autoritarismo y reactivó el convencimiento regional de que es un sistema intrínsecamente antidemocrático. Justo la percepción quedurante los últimos años parecía haber querido anular (o al menos disimular), tanto con las conversaciones con Estados Unidos y la visita de Barack Obama, como con el simulacro de reformas que después ha venido limitando. Con estas maniobras políticas, La Habana dibujaba una estrategia que llevara a pensar en una voluntad de avanzar hacia cierto grado de democratización. Si era esto lo que buscaba entonces, en la Cumbre de Lima hizo se hizo exactamente lo contrario.

El ámbito interno

En el ámbito interno, la estrategia de confrontación tampoco pareció ser la mejor manera de conseguir sus objetivos. Esta vez el Gobierno no necesitaba impedir la celebración del evento para silenciar la crítica política, tal como acostumbra a hacer con los encuentros organizados por la disidencia. Dado que el encuentro ocurría fuera Cuba, si realmente hubiera queridoanularlo, hubiera sido suficiente con no mencionarlo en ninguno de los informativos o diarios nacionales. Si así lo hubiera hecho, la mayoría de la población no sehubiera enterado de lo ocurrido.

Pero no lo hizo así. Por el contrario, dio una cobertura completa de su llamativo e impetuoso performance, lo que indica que, en lugar de silenciar a la oposición, lo que buscaba era aprovechar el momento para efectuar una declaración de intenciones, fuerte y radical. Seguramente deseaba que esta pequeña escaramuza llegara a formar parte de alguna victoria mayor que le permitiera equipararla con el cercano aniversario de Bahía de Cochinos. O, como mínimo, le bastaba con que ayudara a reactivar las dicotomías radicales de otras épocas, del tipo ellos vs nosotrosrevolucionarios vs contrarrevolucionariospatriotas vs mercenarios, y contribuir así a recuperar parte del capital político perdido, a la vez que reforzar el terreno para la acción del nuevo presidente, teniendo en cuenta que se desconoce cuál será su capacidad real para ilusionar a la población y mantener el status quo a mediano y largo plazo.

El objetivo

En pocas palabras, con los incidentes en la Cumbre, el Gobierno cubano parece haber buscado una oportunidad para revitalizar el relato histórico de "la revolución" y reforzar un modelo ideológico que a estas alturas parece difuminado. Ello explicaría la insistente repetición, en el boicot de Lima, de términos tan cargados de significado como "gusanos" y "mercenarios". También conecta con la reciente sucesión de "iniciativas" que delinean una nueva ofensiva ideológica, que incluye el debate planteado ante las declaraciones del músico Descemer Bueno y el exagerado malestar tras las supuestas injurias a José Martí en el proyecto cinematográfico del director Yimit Ramírez.

En cualquier caso, parece obvio que no se asumieron riesgos a cambio de nada. Lo sucedido indica que ahora mismo se siente la necesidad de perfilar una causa común fuerte, que aglutine a los sectores afines y permita encontrar un asidero a partir del cual reforzar el discurso político más tradicional, el mismo que hasta ahora ha venido sirviendo para mantener al Gobierno donde está pero que, desgastado con el paso del tiempo, ha ido perdiendo su poder. Este es el reto más importante de los que tendrá que encargarse el nuevo presidente.

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