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Política

Cumbre de Lima: cada quien tiene lo que se merece

Los organizadores peruanos debieron aprender de la experiencia de Panamá.

Miami

Los responsables del circo en la VIII Cumbre de las Américas son los que invitaron a un Gobierno totalitario y policiaco junto a los hampones de sus "brigadas de respuesta rápida". La canalla, así vista de cuello y corbata, guayabera u overall proletario, nunca debe ser admitida en los convites de la gente decente.

La pretendida representación de la sociedad civil cubana apenas ha arribado a Lima y ya ha hecho amplio despliegue de su miseria humana. Sus groserías, impertinencias y mal sustentada arrogancia no son fruto de convicciones ideológicas adquiridas de manera fanática. Son la sumatoria del más rampante oportunismo con la más repugnante sumisión.

No es una sociedad civil. Ni siquiera una sociedad incivil. Son un amasijo representativo –que no "sociedad"— de la canalla que genera el sistema totalitario cubano.

Para ellos, la VIII Cumbre de Lima es el equivalente a lo que en mi escuela primaria llamaban el "aula de oportunidad". A ella accedían los que se destacaban para poder saltarse el grado subsiguiente y escalar a otro superior.

Estos gritones, premiados con un viajecito fuera de Cuba —que les permitirá antes de regresar a la Isla de la escasez poder cubrir algunas carencias básicas en las tiendas más baratas de la ciudad—, saben que su misión no es convencer a los participantes en el evento, sino persuadir a sus amos de su perruna lealtad para que los promuevan, a grandes zancadas, a posiciones burocráticas superiores. Eso incluye al embajador Juan Antonio Fernández, que es el primero que no cree ni un ápice de su espectacular histrionismo, quien pretendió imitar las groserías del dictador ruso Nikita Jruschev en plena reunión.

Estas sanguijuelas aprendieron esos trucos observando el meteórico ascenso de una histérica gritona de la oficial "sociedad civil" cubana a la anterior Cumbre en Panamá. En realidad la consigna de ese grupo no debiera ser "todos somos Fidel", sino "todos somos Morfa", en alusión a Susely Morfa González, promovida a primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas, después que ofreció en Panamá un espectáculo digno de las camisas negras nazis en sus pogromos anti semitas.

Pero, ¿por qué se ha llegado a esta repugnante situación por segunda vez? ¿Por qué se invita de nuevo a un Gobierno totalitario —no solo dictatorial— a participar en un conclave de democracias?

La organización de las Cumbres de las Américas y los Estados Unidos cedieron al chantaje del ALBA y sus compañeros de viaje cuando amenazaron boicotear la VII Cumbre de Panamá si Cuba no era incluida. La invitación a la dictadura más longeva del hemisferio occidental minaba los principios adoptados en la Cumbre de Quebec, que excluían a cualquier Gobierno que no compartiera la Carta Democrática de la OEA. Pero al presidente Obama, empeñado en una errada estrategia de apaciguamiento hacia La Habana, aquel asunto le importaba poco.

Quería que a su última Cumbre como presidente asistiese el mayor número de jefes de Estado —no le importaba si democráticos o tiránicos— de la región. Obama hizo añicos la credibilidad de la Carta Democrática como idea organizadora regional. Su legado fue ceder espacio a gobiernos criminales y dictatoriales como los de Cuba y Venezuela. Ese legado, forjado entre el presidente Obama y el anterior secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, debió ser corregido para esta Cumbre. Pero ni la Secretaría General actual ni los países miembros tuvieron la lucidez de hacerlo.

El segundo craso error es suponer que un país totalitario y policiaco permite la existencia de una sociedad civil autónoma que, como tal, puede ser invitada a eventos democráticos. Los funcionarios peruanos y de otras nacionalidades pueden ahora ver de manera palpable que un Gobierno como el cubano dispone de la capacidad para movilizar suficiente canalla —desde Cuba y la región— para hacerle el trabajo sucio en Lima, ya sea vandalizar una valla, interrumpir las sesiones, dar golpizas, asesinar la reputación de los anfitriones y sus huéspedes o cualquier otra.

¿Quiénes son los responsables de este circo? Todos los gobiernos y organizaciones civiles que le extienden un reconocimiento de iguales al régimen de La Habana y a su camorra oficial. Aquellos que además permiten que a un trato cordial y respetuoso se responda con alaridos, consignas e interrupciones de las sesiones programadas.

No acaban de entender que los demócratas no son iguales a esa gentuza. El régimen de La Habana y sus organizaciones oficiales son excluyentes, totalitarios y represores. Nunca debieron repetirle la invitación a una Cumbre de las Américas. En Panamá ya habían hecho gala de su genuina naturaleza.

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