Décadas atrás, las celebraciones en torno al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano convertían a La Habana en un hervidero de personas yendo de cine en cine, emulando quién veía más filmes diarios; en una ciudad que se movía casi en función de un acontecimiento donde el individuo se sentía partícipe.
Al menos esta es la percepción de Idalita Fariñas, una señora de 50 años fanática de las películas de Eliseo Subiela y Adolfo Aristarain, que solicitaba vacaciones laborales la primera quincena de diciembre "para disfrutar a plenitud el evento cultural más grande del invierno cubano".
"Pero al menos en los últimos diez años, el Festival de Cine ya no es un festival; es más bien como una muestra que no logra siquiera contagiar a los más jóvenes", lamenta. "Si observas bien, te darás cuenta que la mayoría de la gente aquí tiene de 40 años en adelante".
Idalita espera la última proyección en el cine Riviera. La edición 39 del Festival de Cine, programada este año entre el 8 y el 17 de diciembre, evidencia al menos un descenso en la asistencia de público en comparación con ediciones anteriores.
Fundado el 3 de diciembre de 1979, y considerado uno de los principales eventos del cine de América Latina —menos volcado en el público especializado—, el Festival de La Habana contaba tradicionalmente con una gran afluencia de visitantes. Según cifras de la propia organización, el evento llegó a recibir a unos 500.000 visitantes cada año.
"Algo cambió definitivamente, porque incluso en los años duros del Periodo Especial la afluencia de los habaneros durante el festival era enorme", destaca Nadia Pomares, auxiliar pedagógica jubilada, en los portales del multicine Infanta.
"Había carencias tremendas, sin embargo también había ese contagio por dejar a un lado el agobio cotidiano durante diez días, donde todos éramos críticos de cine, cualquiera te recomendaba una película y veías alegría en la cara de los jóvenes… se respiraba un verdadero aire de festival", recuerda.
Este año, la primera noticia que recibió Judith Laponte sobre el Festival de Cine Latinoamericano fue la avería de un proyector en el cine Chaplin, que implicó variaciones en su programación y el disgusto de no pocos cinéfilos.
"Fuera de las salas del proyecto 23, del multicine Infanta y del Acapulco, casi no quedan cines en zonas de la periferia, como el Alameda, el Actualidades o el Ambassador, que se sumaban al festival. Recuerdo años atrás a la gente convirtiendo las carteleras de mano en verdaderos mapas de La Habana", afirma ella.
"Y el ambiente nocturno que el Festival le creaba a la ciudad también se esfumó", añade su novio, Sergio Olivares, quien además hizo referencia a la excesiva custodia policial que por estos días hay en el Vedado.
Más policías que programación festivalera
El martes 12 de diciembre, sobre las 11:00 pm, El Vedado era un desierto, cuenta Yadir Mora, aficionado a la fotografía.
"Todos los cines del proyecto 23 [Chaplin, 23 y 12, Riviera, Yara y La Rampa] ya habían cesado de sus funciones diarias. Solo había policías y boinas rojas [elementos de las Fuerzas Armadas] apostados en cada esquina", dice.
Yadir tenía intención de registrar "el hormigueo nocturno" y demostrarse a sí mismo que un evento cultural puede "hacer la magia de juntar a todas las generaciones en una misma alegría". Pero no logró hacer una sola foto sin policías al fondo.
Si en algo ha logrado distinguirse esta edición del Festival de Cine, comenta, "es que ha habido más policías que programación festivalera, algo que, según mis padres, nunca se había visto".
Sobre el mismo criterio coincidieron Marta y Felicia Domenech, dos hermanas bibliotecarias, que añoran "aquella época donde el Festival de Cine le hacía sentir al cubano que era culto o que participa de algo culto, y la presencia de policías era mera formalidad".
"Imagínate que al menos yo recuerdo los ganadores de la primera edición: el brasileño Geraldo Sarno, con Coronel Delmiro Gouveia, y el cubano Sergio Giral, con Maluala", rememora Felicia.
"Eran tiempos donde se entendía que un festival de cine jamas podría suponer un evento conflictivo, que necesitara de tanto policías y perros ni esos enormes camiones que realmente intimidan. Realmente es algo feo que empaña y además desanima", acota Marta.
Mientras hace la cola para disfrutar del filme sobre Diego El Cigala en el cine La Rampa, Maité López pregunta en voz baja por qué hay tantos policías desplegados.
"Creí que solo había sido por los nueves días que duró el homenaje-luto a Fidel [Castro], pero veo que se extiende y con pinta de quedarse para siempre. La verdad que esto no parece un Festival de Cine, como los de antes, sino unos carnavales".