Los primeros días de diciembre han sido desafortunados para morirse en Santiago de Cuba, porque en Santa Ifigenia todo ha estado más difícil. El cementerio se mantuvo secuestrado, lleno de personal de seguridad, cámaras, ensayos de marchas conmemorativas, funcionarios de todo tipo y complicadas guardias de honor por el aniversario del fallecimiento de Fidel Castro.
Los dolientes de los primeros entierros y los de las exhumaciones del 3 de diciembre —el día antes de la peregrinación que cerró los homenajes— debieron esperar en una entrada lateral a que les fuera permitido el acceso, de pie y en medio de un sol matutino ya implacable.
"Esto es una falta de respeto", protestó un joven que había perdido un familiar. "Ahorita no nos dejan entrar a nuestro cementerio, todo son restricciones".
Los ciudadanos que tienen familiares enterrados en Santa Ifigenia no han podido recordarlos allí con tranquilidad y visitar sus restos. Esa paz ha sido cambiada por la sensación de amedrentamiento producida por el recién adquirido carácter de fortaleza-santuario, cosa que el monumento martiano nunca produjo.
Mientras el parqueo del camposanto exhibe una gran variedad de autos oficiales importados, a los familiares de los difuntos se les ofrece en el servicio funerario dos viejos taxis Lada que solo alcanzan para ocho personas. El resto llega en camiones alquilados o algún transporte estatal de empresas, gestionado por familiares del fallecido.
"Los servicios de la funeraria están cada día peor", se queja un señor mayor. "Anoche quise mandar a hacer un cojín y me dijeron que ya ese turno no tenía flores. Cuando comenzó el siguiente turno, tampoco tenían. Parece que las guardaron para la ceremonia del aniversario" (de la muerte de Fidel Castro).
Para los cubanos de a pie no hay coronas, no están disponibles ni teniendo el dinero. Según empleados de la funeraria, la madera es el gran problema para su confección. Sin embargo, "estas nunca faltan en los homenajes oficiales a héroes de todo tipo. A los simples mortales no nos tocan", lamenta otro doliente. Al parecer, la producción nacional de flores es limitada y su uso reservado a las necesidades oficiales.
Las flores para los muertos tampoco son especiales. Merecen las que le surtan a la florería de la funeraria, que vende cojines mustios e incoloros.
Mientras se producía el lunes la peregrinación matutina para recordar el entierro hace un año de Fidel Castro, un locutor de la televisión describía cómo los principales líderes del régimen lo homenajeaban "ofrendándole rosas blancas", y Santa Ifigenia estaba "engalanado con variados tipos de rosas".
Son las mismas rosas que los otros muertos no recibieron. Había que ser un héroe o Castro para ganárselas.