Cierto, acostumbrarse a vivir de espaldas a las leyes del mercado, no es lo más recomendable para una economía. Aplicar esas leyes de forma incorrecta, es todavía mucho peor.
En un artículo anterior analicé las razones que explican por qué la economía castrista no exporta. Y pude concluir que el embargo o "bloqueo" tienen poco que ver. Ahora, prestaré atención a los aspectos institucionales que definen la actividad exportadora del régimen comunista. Los datos proceden de las declaraciones de Vivian Hernández Cid, directora del MINCEX en este ámbito, publicadas en Juventud Rebelde.
Gran sorpresa ha sido constatar que las autoridades consideran que la agricultura puede ser uno de los puntales de la exportación cubana. Eso es soñar despierto. A lo largo de 58 años, con un modelo económico obsoleto que enterró en el olvido el próspero sistema agropecuario de la República, jamás la agricultura cubana no cañera castrista ha sido capaz de alimentar a toda la población.
¿Por qué ahora lo tendría que conseguir cuando la distribución de la renta se mantiene inalterada a favor de un Estado improductivo e ineficiente? Frutas y vegetales para exportar parece ser la apuesta. De acuerdo, ¿y los cubanos qué van a comer? A hacer colas interminables en los agromercados, pagar precios exuberantes por los alimentos o recurrir al racionamiento histórico.
¿Tabaco y ron en la cuenta exportadora? Bien, de acuerdo; más de lo mismo de siempre. Hay que encender las luces de lejos.
En cuanto a los medicamentos, las autoridades reconocen sus posibilidades, pero Cuba no está en condiciones de exportar a los mercados mundiales porque sus plantas de fabricación, tecnologías y procesos no cumplen los estándares internacionales en un sector estratégico.
Otro tanto ocurre con los derivados siderúrgicos, de los que el país está muy necesitado para la construcción de viviendas y edificios. En algún momento habría que pensar primero en los cubanos.
Tengo la sensación de que en Cuba están construyendo la casa por el techo, sin bases sólidas. Están interpretando una canción con una letra y músicas que no casan bien.
Por supuesto que la capacitación de los exportadores es fundamental cuando durante tanto tiempo no se les ha permitido realizar esta labor. De nada sirve que se otorgue a las entidades estatales capacidad para exportar si no se tienen los conocimientos para salir a los mercados exteriores a vender. El MINCEX no tiene nada que hacer en este ámbito. Son las escuelas de negocios, los centros de formación de directivos, las cadenas de valor, los contactos, el networking entre empresarios dueños de sus empresas, los que deben contribuir al aprendizaje de las técnicas y competencias necesarias para la exportación.
La colaboración con otros países es igualmente fundamental. Idiomas, multiculturalidad, relaciones internacionales, marketing, logística, finanzas, todo un universo desconocido de competencias para los gerentes estatales, a los que las autoridades quieren incrementar la vocación exportadora. Mi consejo es que no pierdan tiempo con esa majadería. La mejor forma de incentivar esa vocación es pagar buenos sueldos y dar participación en beneficios. Nadie se pasa la mayor parte del año viajando por el mundo, lejos de mujer e hijos, si no está bien pagada su labor. Piensen en ello, y verán que pronto aparecen las vocaciones que necesita la exportación cubana.
Por supuesto que la marca debe estar protegida a la hora de exportar. Pero la cuestión es la siguiente, ¿qué marca, quién la garantiza, bajo qué marco jurídico y en qué condiciones? Las confiscaciones de la llamada revolución a partir de 1959 dejaron un efecto negativo sobre numerosas marcas cubanas de gran prestigio cuya titularidad es cuestionable. No existe espacio para una actuación jurídica y profesional en este ámbito, porque las autoridades castristas creen que con las marcas se pueden usurpar, y eso es imposible, como numerosas sentencias judiciales se han encargado de confirmar.
De acuerdo, registren marcas del carbón de marabú. Eso puede estar muy bien.
Mención especial recibe en la entrevista de la directora la exportación de servicios, educación, sanidad, servicios sociales, que sin duda está siendo un capítulo de ventaja competitiva para Cuba, que permite contrarrestar la debilidad del comercio de bienes. Las autoridades saben que este comercio de servicios, en sus actuales condiciones y formato, puede acabar en cualquier momento si los países participantes optan por otras fórmulas.
Han ido cambiando la estrategia pero al final, el problema es el mismo: la falta de una marca país bien definida para unos servicios que, en las condiciones actuales, tienen más que ver con prácticas coercitivas que han recibido críticas en numerosos países. La incorporación de servicios como las nuevas tecnologías está a años luz de las anteriores por el retraso que tiene la economía castrista en este capítulo.
Y del turismo, ¿qué se puede decir? Pues más o menos lo mismo. Sin una adecuada definición del producto por las empresas, el actual modelo basado en el éxito más o menos coyuntural de las joint ventures con grupos extranjeros, tiene un recorrido limitado si no se produce una participación creciente de empresarios cubanos, trabajadores por cuenta propia y profesionales independientes en el sector.
En suma, reunir en La Habana a tantos exportadores, inversores y compradores internacionales durante estos días debería servir para algo, al margen del coste que esto puede tener para las deficitarias arcas del Estado comunista. La realidad es que las cifras de comercio exterior del régimen están ancladas en 2014 (las últimas publicadas). No sabemos nada de lo sucedido en 2015 y 2016, y mucho menos en lo que está ocurriendo a lo largo de 2017. La ONEI ha cerrado la base de datos en 2014 y desde entonces, oscuridad informativa.
Vamos a ver si conseguimos enterarnos de algo. Ahora que está claro que el "bloqueo" y el embargo no son lo que impide a la economía castrista exportar libremente.
Este artículo apareció originalmente en el blog Cubaeconomía. Se reproduce con autorización del autor.