Desde el martes, mucho antes de la proclamación de la alerta ciclónica en las provincias orientales, los santiagueros se preparaban ya para el paso del huracán Irma.
Aunque la trayectoria señalada hasta ahora lo lleva por el norte de la Isla, su gran tamaño les hace temer que no escaparán de las lluvias y los vientos, por lo que las primeras precauciones son asegurar y reforzar los tejados de las casas, muchas de las cuales fueron dañadas por el Sandy en 2012.
Es el caso de Ileana, quien vive en los bajos de lo que fue la casa parroquial de la Iglesia de Santo Tomás, derrumbada por Sandy, que solo dejó la pared frontal del edificio, sostenida hoy por unos palos que ya están medio podridos.
Mientras Ileana preparaba su casita poniendo hules y nylons sobre el televisor, armarios y otros enseres, recibió la visita de un oficial del Consejo de Defensa que la conminó a evacuarse.
"Me dijo que tenemos que irnos y sacar las cosas porque no responde por esa pared. Que si no tengo para donde ir, vaya al Consejo Provincial de Defensa para que me ubiquen", relata Ileana.
Añade que no entiende por qué, si ya han pasado casi cinco años desde el huracán Sandy, nadie se ha preocupado por arreglar la casa parroquial. "La responsabilidad no se sabe si es de la Iglesia o de la Oficina de Patrimonio del gobierno. Al final, nosotros pagamos las consecuencias. Estoy orando para que ese fenómeno no pase por aquí", dice.
Beatriz también tiene que evacuarse. Vive en el barrio marginal del Resplandor, en una casa hecha de tejas de zinc. "Cuando Mathew, nos evacuaron para la textilera", recuerda. "La atención fue bastante mala y la comida nunca llegó. Ahora creo que me voy para casa de una familia".
Otro que está preparando su casa es Jorge, que vive en el barrio de Martí. "Voy a desmontar las tejas de la casa", explica. "Me las dieron después del Sandy con tremendo trabajo, prefiero mojarme que pasar por esa lucha otra vez".
Una gran parte de la población ha dedicado estos días a abastecerse de alimentos. En la tienda La lucha, ubicada en la calle Enramadas, el suministro de galletas y leche condensada en la tarde del miércoles provocó tumultos que tuvieron que ser controlados por la Policía.
"Estamos esperando el camión desde el mediodía porque la galleta se acabó temprano", comentó una señora que llevaba dos pomos de leche condensada. "Cuando llegó se rompió la cola y fue el 'sálvese quien pueda'. El problema es que no alcanza para todos".
El desabastecimiento que ya se observaba en las tiendas se ha agudizado con la compra masiva de alimentos que está haciendo la población desde el lunes.
El mercado polifuncional 13 de Agosto, del distrito José Martí, estaba vacío ya hacia las 3:00 de la tarde del miércoles. A la espera de las llegadas de los camiones con insumos, las dependientas debatían la posibilidad de trabajar un horario extendido para asegurar la venta de los productos.
"Si quieren que trabaje 24 horas hay que asegurarme comida y merienda —comentó una vendedora— y también darme seguridad".
Todos ruegan por que el ciclón no toque Santiago. "Si eso pasa por aquí, nos desaparece del mapa", comentó un hombre que esperaba una guagua. "No creo que Santiago esté preparada para un ciclón".