En esas barriadas habaneras a las que las "conquistas de la Revolución" ni siquiera se han asomado, preguntar sobre las "elecciones" provoca risas y es arriesgarse al choteo. Detalles como el derecho constitucional al voto, la existencia de una Comisión Electoral o que los "comicios" se iniciarán el próximo 22 de octubre, no son cuestiones prioritarias cuando se vive en zonas que han sido marginadas durante décadas.
"Aquí lo importante es saber cómo vas a lidiar con la jugada apretada de este país y sobrevivir el día", dice Fito, barbero y vendedor de peces tropicales en El Diezmero.
"La gente vota por la misma razón que hace la guardia o el trabajo voluntario del Comité (de Defensa de la Revolución): para no marcarse de fula o para que no te chivateen el negocio. Nadie vota a conciencia, eso es cuento chino, porque se sabe que los delegados no resuelven ni timbales y son unos trajinados del Gobierno, más en la Cuba profunda".
Las comunidades marginadas, que el Gobierno insiste en clasificar bajo el eufemismo de "barrios en transformación", son claras evidencias de que los delegados del Poder Popular no tienen influencia ni recursos para transformar las problemáticas elementales de sus circunscripciones, y de que tampoco son "populares" entre sus vecinos.
Su función histórica en estos lugares, a lo sumo, ha sido servir de voceros del Partido Comunista.
"Perdí la cuenta de cuántos delegados pasaron por este barrio y, sin embargo, el cuartico sigue igualito", dice Yamila Sánchez, peluquera y manicure en La Güinera.
"Salideros de aguas albañales, montañas de basura, el mal estado de escuelas, policlínicos, parques, calles… todo sigue ahí, como una foto vieja. La gente vota para guardar las apariencias porque las elecciones en Cuba son una comedia silente: sin voz y en blanco y negro".
Según expresó recientemente Alina Balseiro, presidenta de la Comisión Electoral Nacional, "el sistema electoral cubano tiene más validez para lograr una democracia total".
Con una risa contagiosa, Darién Izquierdo, botero de la ruta Habana Vieja-Cotorro, apunta que "nunca en mi vida voté por los que tenían el poder real de cambiar las cosas para los cubanos jodidos: Fidel y Raúl".
"Pero si esta damisela encantadora, que no tengo el placer de conocer, dice que eso es democracia total, pues no me queda de otra que pedirle a Oloffi que se apiade de su alma", añade entre carcajadas.
'Mi voto es por gusto'
Según la definición oficial, el Poder Popular se genera desde circunscripciones de base y Consejos Populares, que agrupan a los vecinos en cada uno de los 168 municipios del país. En ellos surgen los candidatos propuestos y electos por el voto del pueblo para conformar las estructuras de Gobierno, en expresión de la "democracia participativa total".
"Lo mismo que pertenecer al sindicato y al Comité, ir a votar es oblivoluntario", dice Felipón por encima del bullicio de la panadería del Cerro donde trabaja.
"Pero mi voto es por gusto porque no cambia nada. ¿Para qué elegir a un delegado que ni siquiera puede solucionar los baches de mi cuadra, que tienen más años que mi hijo? Además, esos 'puntos' están tan rejodidos como cualquiera de los otros 11 millones de cubanos, ni pintan ni dan color y no deciden ni el calzoncillo que se ponen".
"Yo no sé nada de elecciones ni qué cosa es exactamente la democracia, pero tengo La Antena"; dice Santa Pedroso, jubilada de 75 años y vecina de La Timba, mientras compra el pan de los ocho familiares con quienes convive.
"Por eso pude ver las elecciones de los americanos. Allí la gente pudo votar por el presidente que querían, Trump o Hillary, pero aquí tú votas por un desconocido que no manda ni en su casa. ¿Qué sistema es mejor entonces?".
Sobre el hecho sin precedentes de que más de cien ciudadanos no afines al Gobierno aspiren a ser delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular, muchos no creen que sea cierto y lo consideran un rumor.
"¿Y cómo Raúl permitió eso si aquí a los disidentes no los dejan ni respirar?", pregunta con asombro Juan Miguel, buquenque de la piquera del Parque de la Fraternidad.
"Creí que era chisme de esquina porque aquí le dan palo hasta a la gente que filma con celulares los abusos de la Policía. No me explico cómo el Gobierno va a dejar que un opositor pueda ser delegado".
Francisca Tamayo, que lleva un negocio de lavado y planchado en la barriada de Lawton, confiesa que si alguna Dama de Blanco se presentara para ser delegada iría a votar.
"Y con dos boletas si es posible, por los ovarios que tienen y por las cosas que reclaman para el pueblo que nada tiene que ver con politiquería sino con justicia y con mejorar las cosas en este país que está bien jodido".