La monja católica italo-canadiense Sor Angele Rizzardo, una prestigiosa cocinera, ha regresado estos días con su talento culinario a Cuba, un país del que está enamorada y en donde el difunto dictador Fidel Castro quiso que la religiosa aportara su conocimiento para impulsar la gastronomía nacional.
Su vida consagrada a Dios desde hace seis décadas no ha impedido a Sor Angele convertirse en una prestigiosa chef que ha visitado medio mundo y repetidamente Cuba, donde estos días deleita a los comensales con sus recetas en varios hoteles gestionados por la cadena española Meliá.
"A mí me gustó Cuba y comprendí que el país necesitaba de personas que quisieran ayudar desinteresadamente. No soy política, solo me interesa el amor, algo muy importante para mí", confesó a EFE la religiosa, que ha conocido personalmente a los papas Francisco y Benedicto XVI.
La monja llegó por primera vez a Cuba a principios de los años 90 para entregar la distinción "El tenedor de oro" a Nitza Villapol, popular especialista de la cocina en la Isla.
Rizzardo afirmó que desde entonces no ha parado de visitar Cuba en los últimos 25 años, principalmente como invitada a la apertura de nuevos hoteles.
Sor Angele rememoró especialmente la ceremonia inaugural del hotel Paradisus del balneario turístico de Varadero en 2006, en la que habló con el difunto Castro, quien probó alguno de los platillos que había elaborado para la ocasión.
Años antes ya se había encontrado con Castro en la escuela de hostelería de Québec y él le había solicitado su colaboración como asesora en la Isla.
Sus visitas a Cuba también le permitieron conocer las peculiaridades de su comida, de la que sostuvo que prefería ingredientes como la langosta, los frijoles negros y el comino, una especia muy utilizada en su cocina, aunque reconoce que sus fuertes son las cocinas italiana y francesa.
Esta semana, Sor Angele está una vez más en Cuba y su primera parada fue en el hotel Meliá Habana para realizar una demostración práctica junto al chef español Miguel Ángel Jiménez.
Su receta fue un risotto con langosta con espuma de cítricos en la que conjugó sus raíces italianas con productos cubanos.
"Es la primera vez que cocino con una musa y no para una musa, es un personaje con el que vale la pena compartir su experiencia que ha sido una forma de hacer algo diferente e invitarle a que comparta nuestra nueva carta del restaurante La Scala", declaró el chef Jiménez tras el "showcooking".
El entusiasmo culinario de Sor Angele se extenderá esta semana a otros tres hoteles de la compañía española en el balneario turístico de Varadero.
De su periplo destaca la cena que preparará en el Meliá Península por la conmemoración de la histórica "Toma de la Bastilla".
Muy activa a sus 78 años, Sor Angele ha recibido premios como el Max Ruopp que en 2012 le otorgó la Sociedad de cocineros y pasteleros de la provincia canadiense de Québec, donde reside desde 1955, cuando dejó su natal Treviso, en la región italiana de Venecia, donde aprendió a cocinar con solo 12 años.
Pero fue en Québec donde además de aprender francés ingresó en la comunidad religiosa Virgen del Consejo en 1957, recibió clases de cocina, panadería y pastelería en el Instituto de Turismo y Hospitalidad desde 1975, lo que definitivamente marcó su desarrollo posterior en la especialidad.
Programas televisivos y radiales, libros con su recetario y sorprendentes encuentros con personalidades de proyección internacional prestigian a la religiosa.
La monja, que celebra este año sus seis décadas en la orden con la que hizo sus votos, recibió una gran sorpresa la semana pasada cuando visitaba Roma acompañando a un grupo de turistas canadienses y fue recibida por el papa Francisco.
Sor Angele sabe que al pontífice le gusta cocinar y le sugirió que "continúe usted mismo cocinándose y va a vivir muchos años".
A lo largo de su vida la religiosa ha conocido a siete pontífices, entre ellos Benedicto XVI, para quien creó el queso "Fritz Keiser".
La monja sostuvo estar convencida de que su gran misión como chef consiste en "hacer comer bien a las personas con los productos que la tierra produce, porque un puñado de tierra es un puñado de vida".
Por eso, su labor está vinculada a las obras de caridad que realiza a través de tres fundaciones dedicadas a los niños, una de ellas denominada "El tenedor de la esperanza", y al patrocinio de 16 hospitales canadienses, que reciben su financiación producto de las ventas de una marca de queso que lleva su nombre.